martes, 11 de noviembre de 2014

Martes 11 de noviembre - Simón, el Zelote

Cuando llegaron, subieron al lugar donde se alojaban. Estaban allí Pedro, Juan, Jacobo, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Jacobo hijo de Alteo, Simón el Zelote y Judas hijo de Jacobo. Todos, en un mismo espíritu, se dedicaban a la oración, junto con las mujeres y con los hermanos de Jesús y su madre María. Hechos 1:13, 14.

Los zelotes entendían que el reino era de este mundo y que el camino de la conquista se recorría con sangre y armas. Que un miembro de este grupo guerrillero aceptara a Cristo, el Señor del amor y el respeto, era un milagro. Que se transformara en un discípulo es la garantía que tenemos de que cualquiera, sin importar cómo piense ni cómo actúe, tocado por la mano transformadora de Jesús puede ser un discípulo.
El grupo político-militar al que pertenecía Simón era muy cercano a los fariseos, y demostraba un celo extremo por las leyes del pueblo judío. Lo que comenzó como un grupo que defendía las normas, se transformó -con el paso del tiempo- en un bando de asesinos.
De allí salió un hombre que buscó a Jesús, y que estaba orando en un mismo espíritu con mujeres, con pescadores y con un excobrador de impuestos. El poder transformador de Cristo no tiene igual.
Puede ser una broma, pero cuentan que un explorador ateo llegó a una tribu y comenzó a cuestionar las nuevas creencias religiosas del grupo. El cacique escuchó con la calma que algunos indígenas tienen, y después de un tiempo le dijo: “Usted tendría que agradecer que tengamos estas nuevas creencias”. El explorador, bastante arrogante, le respondió preguntando por qué, pues él entendía que aquellas eran poco serias y sin valor para el mundo actual. A lo que el cacique le respondió: “Si no fuera por estas creencias, ‘poco serias y sin valor’, usted hoy seria nuestro almuerzo”.
Simón, el zelote, por estar al lado de Cristo, tuvo que aprender a mirar el mundo desde un nuevo punto de vista. Seguir a Cristo, para Simón, significaba dejar todo en lo que él creía. Para él, era una revolución mental que le exigía comenzar todo otra vez; y hacerlo con nuevas reglas.
Si Cristo cambió a Simón, puede hacerlo también contigo.


viernes, 7 de noviembre de 2014

Viernes 7 de noviembre – Mateo

Al irse de allí, Jesús vio a un hombre llamado Mateo, sentado a la mesa de recaudación de impuestos. Sígueme, le dijo. Mateo se levantó y lo siguió. Mateo 9:9.

El estilo literario de la Biblia es económico. Difícilmente encontrarás adjetivos. Generalmente los relatos son breves, concretos y directos. En la historia de Leví Mateo, estas características se potencian.
En exactas seis palabras (Mateo se levantó y lo siguió), el propio Mateo cuenta la decisión más importante de su vida; la que cambió para siempre el rumbo de su existencia; la que lo sacó del anonimato odiado de la recaudación de impuestos y lo llevó a la santa popularidad por ser el autor del primer Evangelio.
Imagina todos los pensamientos que se agolparon en la cabeza de Mateo cuando vio cruzar a Jesús frente a su mesa; en realidad, lo sintió cruzar por la mitad de su vida. Para él, seguir a Cristo significaba abandonar un negocio lucrativo, un grupo de poder económico, unas ciertas relaciones sociales que le ofrecían excelentes ventajas terrenales.
Seguir a Jesús siempre exige un sacrificio. Pero no queremos; y nos conformamos con ser sus seguidores lejanos, porque de otro modo nos obligaría a negarnos a nosotros mismos, que es abandonar mucho más que una mesa de dinero y un trabajo lucrativo: es dejar de lado –para siempre– nuestro orgullo, nuestras ideas, nuestros deseos.
Mateo quería ser discípulo de Cristo. No se conformó con contar a sus hijos y nietos que él un día vio pasar a Jesús y conversó con él. No le pareció suficiente ir a la sinagoga para agradecer porque un día había escuchado a Jesús. Porque quería más que eso, estuvo dispuesto a abandonarlo todo.

Cada uno de nosotros tiene que llevar una cruz, personal e intransferible, cada día, todos los días. El discipulado no es una cuestión de momentos o de intermitencias. Por el contrario, es un estilo de vida constante, diario. Es abandonar lo que me ata a este mundo para siempre, no por un rato. Es dejar tu mesa de la recaudación de impuestos, para no volver nunca más a ella.

jueves, 6 de noviembre de 2014

Jueves 6 de noviembre - Santiago

Allí la gente no quiso recibirlo porque se dirigía a Jerusalén. Cuando los discípulos Jacobo y Juan vieron esto, le preguntaron: “Señor, ¿quieres que hagamos caer fuego del cielo para que los destruya?”. Lucas 9:53, 54.

Primero vamos a dejar en claro de quién hablamos. Este apóstol era el hermano mayor de Juan, también conocido como Jacobo. Era uno de los tres que estuvieron junto con Jesús en la transfiguración y en la resurrección de la hija de Jairo.
No te confundas con Santiago, el hermano de Jesús, autor de la carta universal que encontramos en el Nuevo Testamento. Nuestro personaje de hoy fue el primer discípulo que murió como mártir, por amor a Cristo. Según cuenta el libro de Hechos en el capítulo 12, Herodes Agripa, rey de Judea, nieto de Herodes el Grande, lo manda decapitar para comenzar su gobierno congraciándose con los judíos, que unos diez años antes habían apedreado a Esteban.
En el momento de la historia que el texto narra, Jesús está comenzando a caminar hacia Jerusalén, en su último viaje. Pocos días antes, el Maestro les había dado toda autoridad para sanar enfermos y expulsar demonios. Cuando regresan de este viaje misionero quieren contarle con detalles la experiencia a Jesús. Pero no consiguen hacerlo, porque una multitud los encuentra, los rodea y se queda escuchando al Maestro durante todo el día. Siguiendo el relato de Lucas, ese grupo humano fue alimentado por Cristo con cinco panes y dos peces.
En esa etapa del camino de Cristo, Pedro lo confiesa como el Hijo de Dios, ocurre la transfiguración, y al bajar del monte Jesús sana al muchacho endemoniado, que los nueve discípulos no pudieron sanar. Fiesta. Milagros. Demostración de poder. Espiritualidad. Pero Santiago es humano… y discute con los otros discípulos quién iba a ser el mayor en el futuro Reino de Jesús.
Con ese espíritu, tan lejano al de Cristo, el grupo pasa por Samaria y los pobladores del lugar no los reciben, porque iban en dirección a Jerusalén. Santiago y Juan quieren destruir, con fuego santo, aquella ciudad.

Fuego santo para uso particular y para una venganza personal. La locura del pecado nos hace pedir permiso a Dios para acciones tan alejadas de su carácter como la tierra está lejos del cielo; nos lleva a orar pidiendo que él bendiga aquello que ya rechazó desde la fundación del mundo.

Jueves 6 de noviembre - Santiago

Allí la gente no quiso recibirlo porque se dirigía a Jerusalén. Cuando los discípulos Jacobo y Juan vieron esto, le preguntaron: “Señor, ¿quieres que hagamos caer fuego del cielo para que los destruya?”. Lucas 9:53, 54.

Primero vamos a dejar en claro de quién hablamos. Este apóstol era el hermano mayor de Juan, también conocido como Jacobo. Era uno de los tres que estuvieron junto con Jesús en la transfiguración y en la resurrección de la hija de Jairo.
No te confundas con Santiago, el hermano de Jesús, autor de la carta universal que encontramos en el Nuevo Testamento. Nuestro personaje de hoy fue el primer discípulo que murió como mártir, por amor a Cristo. Según cuenta el libro de Hechos en el capítulo 12, Herodes Agripa, rey de Judea, nieto de Herodes el Grande, lo manda decapitar para comenzar su gobierno congraciándose con los judíos, que unos diez años antes habían apedreado a Esteban.
En el momento de la historia que el texto narra, Jesús está comenzando a caminar hacia Jerusalén, en su último viaje. Pocos días antes, el Maestro les había dado toda autoridad para sanar enfermos y expulsar demonios. Cuando regresan de este viaje misionero quieren contarle con detalles la experiencia a Jesús. Pero no consiguen hacerlo, porque una multitud los encuentra, los rodea y se queda escuchando al Maestro durante todo el día. Siguiendo el relato de Lucas, ese grupo humano fue alimentado por Cristo con cinco panes y dos peces.
En esa etapa del camino de Cristo, Pedro lo confiesa como el Hijo de Dios, ocurre la transfiguración, y al bajar del monte Jesús sana al muchacho endemoniado, que los nueve discípulos no pudieron sanar. Fiesta. Milagros. Demostración de poder. Espiritualidad. Pero Santiago es humano… y discute con los otros discípulos quién iba a ser el mayor en el futuro Reino de Jesús.
Con ese espíritu, tan lejano al de Cristo, el grupo pasa por Samaria y los pobladores del lugar no los reciben, porque iban en dirección a Jerusalén. Santiago y Juan quieren destruir, con fuego santo, aquella ciudad.

Fuego santo para uso particular y para una venganza personal. La locura del pecado nos hace pedir permiso a Dios para acciones tan alejadas de su carácter como la tierra está lejos del cielo; nos lleva a orar pidiendo que él bendiga aquello que ya rechazó desde la fundación del mundo.

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Miércoles 5 de noviembre - Natanael

-¿De dónde me conoces? -le preguntó Natanael. -Antes de que Felipe te llamara, cuando aún estabas bajo la higuera, ya te había visto. -Rabí, ¡tú eres el Hijo de Dios! ¡Tú eres el Rey de Israel! -declaró Natanael. Juan 1:48, 49.

Natanael es el primero de una serie inmensa de seres humanos que antes de conocer a Jesús, movidos por sus preconceptos, dudan de lo que él es y de lo que les ofrece. Se esconden detrás de millones de preguntas, Natanael inauguró con dos: ¿Puede salir algo bueno de Nazaret?, y ¿De dónde me conoces?
La pregunta que le hace a su amigo es de una miopía cultural y espiritual que asusta. Pero, es profundamente humana. Nazaret es un mal lugar y, por ende, de allí no puede salir algo tan bueno como el Redentor. De ese grupo humano no se puede esperar mucho. Esas personas no tienen lo que yo creo que es importante. Ese tipo de culto no me gusta. Las frases se multiplican como tantas sean las personas que no quieren aceptar la Palabra de Dios.
Felipe, el amigo de Natanael, no discute; simplemente, lo invita para que vea con sus propios ojos, para que lo viva.
A veces nos metemos tanto en las discusiones teóricas sobre doctrinas, religiones y creencias que nos olvidamos del gran argumento que Felipe le presentó al primero que expresó sus dudas sobre el Mesías: conoce a Jesús.
Discutir con Natanael habría sido una pérdida de tiempo. Quizás hasta lograra ganarle la discusión, pero no sé si le conseguiría ganar la mente y el corazón para Jesús. El Señor, a través del Espíritu Santo, es mucho mejor que nosotros para convencer al pecador.
Cuando Natanael se acerca al Salvador, este lo recibe con un comentario positivo. No es tan difícil. Abrió las puertas de la mente y el corazón del futuro discípulo, rompió todas las barreras (construidas con preconceptos) que tenía.
Las palabras de Jesús consiguieron lo que ninguna discusión habría conseguido.

La segunda pregunta surge naturalmente de la mente sorprendida del recién llegado. ¿De dónde me conoces? ¿Qué sabes de mí? ¿Por qué te interesas por mí? La respuesta, para Cristo, es fácil: te conozco desde el vientre de tu madre, por lo que sé absolutamente todo sobre t i . Y a pesar de lo que puedas pensar de ti mismo y de mí, yo te amo.

miércoles, 29 de octubre de 2014

Miércoles 29 de octubre – Simeón

Ahora bien, en Jerusalén habla un hombre llamado Simeón, que era justo y devoto, y aguardaba con esperanza la redención de Israel. El Espíritu Santo estaba con él y le había revelado que no moriría sin antes ver al Cristo del Señor. Lucas 2:25, 26.

Si lees las historias de la Biblia sin pensar, podrás tener algunas dificultades para organizar tu pensamiento y tus creencias. No es un juego, es el camino para tu vida eterna o la perdición.
Veamos. Mateo dice que luego de que los pastores y los magos adoraron al Rey recién nacido, José tuvo un sueño y huyó a Egipto. ¿Cierto?
Correcto. El problema está en que Lucas dice que José y María llevaron al niño Jesús para Jerusalén, a fin de realizar el rito de la circuncisión. ¿Correcto? Sí.
¿Cómo hicieron para huir de Herodes, pasar por Jerusalén y después seguir viaje a Egipto?
Vamos a intentar organizar la cronología de los acontecimientos.
Jesús nació en Belén, y esa misma noche fueron los pastores a adorarlo en el pesebre. Cuando pasaron los ocho días exigidos por la ley de Moisés, José y María llevan al bebé a Jerusalén para presentarlo en el Templo y circuncidarlo.
En ese momento aparece en la historia Simeón, un anciano que estudiaba la Biblia conectado con la Fuente de la sabiduría.
Una vez terminada la ceremonia de presentación, José y María regresan a Belén, donde recibirán la visita de los magos del Oriente. Estos tuvieron que  viajar algunas noches para llegar, primero a Jerusalén y después a la ciudad de David. Si vieron la estrella de ángeles que cantó a los pastores la noche del nacimiento, es natural pensar que el viaje demoró. Una vez que los magos encuentran al niño (ya circuncidado), será el momento en que Herodes manda matar a todos los niños.
La diferencia entre nosotros y Simeón es que él estaba en comunicación con el Espíritu Santo, para comprender los tiempos y las profecías, mientras nosotros apenas nos acordamos de orar en la hora de los alimentos.

Simeón va al Templo el día exacto, en el momento indicado para encontrar al Niño entre todos los niños de Israel. Mientras el sacerdote que ofició el rito lo hizo mecánicamente -como tal vez sea nuestra adoración hoy-, sin notar quién era el niño que tenía en brazos, Simeón adoró entendiendo el profundo significado de ese momento.

martes, 28 de octubre de 2014

Martes 28 de octubre - Herodes

Cuando Herodes se dio cuenta de que los sabios se habían burlado de él, se enfureció y mandó matar a todos los niños menores de dos años en Belén y en sus alrededores, de acuerdo con el tiempo que había averiguado de los sabios. Mateo 2:16.

Herodes es un personaje nefasto de la historia bíblica. Cobarde, mentiroso y tramposo; en un momento en el que perdió la cabeza mandó matar a todos los niños menores de dos años en Belén y en sus alrededores. Lamentable.
Es importante notar que antes de dar la terrible orden él se sintió burlado. Comúnmente, el proceso para realizar una locura de tamañas proporciones es el mismo: me siento perjudicado de alguna manera, eso me hace enfurecer y a partir de ese momento actúo sin pensar.
Quizás el ejemplo sea extremadamente simple (sepan disculparme las señoritas, porque el ejemplo que sigue es básicamente masculino), sin embargo, creo que será claro. Estás jugando al fútbol. Tu equipo está perdiendo (sabes que no conseguirás empatar ni con la ayuda del juez) y, para colmo, el mejor jugador de la cancha está “pintándoles la cara”. Cuando lo marcaste la última vez, te tocó la pelota entre las piernas a toda velocidad y salió corriendo hacia tu arco. No aguantas más tamaña humillación. Lo corres, te olvidas de la pelota, del juego limpio, del momento de compañerismo que estaban viviendo y le pegas, por detrás, una patada con la que no le quiebras la pierna, pero lo dejas rengueando por varios días.
Tu bomba tiene los mismos ingredientes que la de Herodes. Los resultados también son similares: inocentes sufriendo porque alguien se sintió burlado, humillado, quedó furioso y actúo sin medir las consecuencias.
Es fácil aceptar que Herodes fue el primer instrumento del enemigo de Dios que utilizó con el fin de matar a Jesús, pero para llegar a ese extremo, es necesario que haya dado los pasos equivocados en el sentido erróneo. Tú podrías (lamentablemente) caminar siguiendo esas huellas.
Es tan humana esa inclinación a explotar que nos lleva a actuar sin usar la razón, que el apóstol Pablo te explicó que la solución está en dejar que el Espíritu Santo desarrolle su fruto en ti.

Así tendrás amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. Una buena receta para detener al pequeño Herodes explosivo que tienes dentro de ti.

miércoles, 22 de octubre de 2014

Miércoles 22 de octubre – Jesús

“Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”. Mateo 1:21.

Esta es la meditación más fácil de escribir… o la más difícil. Podría simplemente decirte: “Piensa en Jesús y actúa como él”, y tu día estaría completo. La gente con la que te relaciones verá la diferencia en tus actitudes, en tu compromiso con la verdad, en tu postura frente a la vida. Simple, ¿verdad? Entonces, ¿por qué no lo hacemos?
Ahí es donde esta meditación se transforma en la más difícil. ¡Sabemos tanto y hacemos tan poco! ¡Tenemos tanta luz y vivimos en medio de tanta oscuridad! ¡Qué complicados que somos!
Para completar el cuadro, hoy es 22 de octubre; es decir, que estamos cumpliendo otro aniversario del llamado “gran chasco” del movimiento millerita. Venimos predicando el mensaje del regreso de Jesús desde hace ciento setenta años, y hablamos mal del pueblo de Israel que vagó cuarenta años en el desierto…
De cualquier manera, en esta fecha tan especial para la Iglesia Adventista del Séptimo Día, creo que meditar en Jesús nos ayuda a entender que su ministerio no terminó en Belén, ni en el río Jordán ni en el Calvario. El ministerio de Cristo continúa en el cielo, porque él no desistió de ti.
El ministerio terrenal de Jesús estuvo marcado por lugares y personas que lo rodearon. Belén, José, María, los pastores y los sabios de Oriente. El río Jordán, punto de encuentro con Juan el bautista, los primeros discípulos y las primeras multitudes. El Getsemaní, lugar de decisiones eternas a favor de los hombres, y de traición de sus amigos. El Calvario, lugar de sufrimiento, rodeado de enemigos, soldados romanos, sintiéndose abandonado por el Padre, por primera y última vez en su historia.
Pero la vida de Jesús marca que él pasó el Calvario, subió al monte de la ascensión y llegó al cielo, para continuar con su servicio de amor por ti. Si lo piensas bien, cada paso que él dio en su ministerio fue una demostración de su eterno amor, no solo por la raza humana caída y pecadora, sino por ti en particular.
Para Cristo, las multitudes son la suma de individualidades, y él te conoce a ti por nombre, en medio de millones de personas.

Cristo. Ministerio intercesor. Cielo. ¿Hasta cuándo seguiremos esperando?

martes, 21 de octubre de 2014

Martes 21 de octubre – María

No tengas miedo, María; Dios te ha concedido su favor -le dijo el ángel-. Quedarás encinta y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Lucas 1:30, 31.

Ya se escribieron miles de páginas sobre María.
Ella es el ejemplo preciso de una joven común, elegida por Dios para una misión fuera de lo común. La Biblia no dice absolutamente nada sobre su vida, hasta que aparece en el relato. Ya estando comprometida para casarse con José, es saludada por un ángel, quien le anuncia la tarea que el Cielo le está encomendando.
Ella no estaba en el Templo. La Biblia no dice que ella viviera aislada de la sociedad; por el contrario, una de las primeras cosas que hace es visitar a su pariente -Elisabeth- y contarle (aunque no precisó hacerlo) las novedades.
Todo nos hace pensar que María era una joven común, normal; como tú y como yo. Tu normalidad no es impedimento para que Dios te use. Que te parezcas “a todos los demás” no significa que Dios no tenga planes extraordinarios para ti.
La clave del éxito en este aspecto de tu vida es estar atento a la voz de Dios (a veces habla a través de ángeles, a veces de profesores, pastores, padres y amigos), y tener un corazón dispuesto a obedecer. María, a pesar del miedo, aceptó el desafío. ¿Cómo lo hizo?
Creo que hubo algunos factores. Veamos:
María, a pesar del miedo, se puso en las manos de Dios para ser su instrumento. El miedo es naturalmente humano, pero no debe ser un obstáculo tan grande que no te permita obedecer las órdenes de Dios.
María sintió más seguridad para enfrentar el desafío cuando escuchó: “El Señor está contigo”. Saber que estás acompañado por Cristo debe ser suficiente para animarte a realizar cualquier tarea que se te pida; por el contrario, saberte sin la compañía de Cristo debe ser suficiente para que no des ni un paso más en esa dirección.
María tuvo dudas con respecto a la orden divina, no por falta de fe en Dios sino porque -desde el punto de vista humano- no era “normal”. El gran secreto está en que, a pesar de las dudas, aceptó el desafío confiando en la compañía del Señor.

lunes, 20 de octubre de 2014

Lunes 20 de octubre – José

Como José, su esposo, era un hombre justo y no quería exponerla a vergüenza pública, resolvió divorciarse de ella en secreto. Mateo 1:19.
La vida es la suma de momentos, y los momentos quedan marcados por las decisiones que tomamos. En un instante José estaba tranquilo, feliz y pensando en su próximo casamiento; y al otro -sin saber qué había .ocurrido y sin entender lo que estaba pasando- se siente traicionado, triste, y pensando cómo terminar una relación sin exponer demasiado a María.
Recuerda que los casamientos en la época de Jesús eran un proceso un tanto más largo que en la actualidad. Es como si en el momento del compromiso (¿Todavía se hacen ceremonias y fiestas de compromiso o, debido a que se perdió casi todo compromiso, no hacen más ceremonias y apenas se disfrutan las fiestas?) el casamiento ya se hubiera sacramentado.
Era aquella etapa de la relación en la que el hombre construía la casa, organizaba las cosas en el futuro hogar y, al cabo de un tiempo, iba a buscar a la novia para que fuera a vivir con él.
En ese momento se da, por ejemplo, la parábola de las diez vírgenes, que Jesús contó. Así, en este momento del relato, José ya era el esposo de María, aunque todavía no vivían juntos.
Hay momentos en los que no tienes dudas. La situación, para ti, está clara.
Si María estaba embarazada y José no era el padre, evidentemente hubo algún problema. ¿No es claro, lógico y contundente? ¿Qué podía argumentar María, cargando un bebé? ¿Qué explicación le podía dar a aquel hombre que estaba terminando de organizar las cosas para la próxima fiesta de casamiento y el inicio de una vida juntos?
Desde el punto de vista humano, no hay nada para hacer, tan solo rendirse ante la prueba. Pero José era un hombre justo; y esto va -en la perspectiva divina- mucho más allá de tener juicios ecuánimes: significa tener un carácter amoroso como el de Cristo: él no la quiere exponer en público. Hasta que el ángel del Señor habla y el hombre justo atiende, entiende y obedece.

Todas las evidencias podrán mostrarte que tienes que tomar tal decisión, pero si tú eres justo -como José-, antes de decidir, buscarás escuchar la voz de Dios para atenderla, entenderla y obedecerla, decidiendo de acuerdo con ella.

viernes, 17 de octubre de 2014

Viernes 17 de octubre – Hageo

El día primero del mes sexto del segundo año del rey Darío, vino palabra del Señor por medio del profeta Hageo a Zorobabel hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y al sumo sacerdote Josué hijo de Josadac. Así dice el Señor Todopoderoso: “Este pueblo alega que todavía no es el momento apropiado para ir a reconstruir la casa del Señor”. Hageo 1:1,2.

Hageo trabajó con el pueblo que regresó con Zorobabel desde la esclavitud.
El momento histórico que tocó vivir al profeta y al pueblo era difícil.
Recién llegados de aquella tierra extraña donde habían sido esclavos, rodeados por gente que no solo no los querían ver en Jerusalén, sino también les complicaban la existencia todos los días, es natural que estuvieran llenos de problemas y de dificultades.
En ese marco, negativo y complicado, el ministerio profético de Hageo comienza, según leíste en el versículo que usamos como base para hoy, informándole al pueblo lo que Dios piensa sobre sus prioridades.
El hecho concreto es la demora en la reconstrucción del Templo; la verdad profunda es que, para ellos -como para muchos de nosotros hoy-, nuestras cosas, nuestros deseos, nuestras necesidades son más importantes que las cosas de Dios.
Siempre encontrarás alguna actividad que es más urgente que lo que Dios pide. El pueblo entendía que la construcción de sus casas era más importante que la construcción del Templo. Aquel último juguete electrónico que quieres comprarte es más urgente, necesario e importante que el proyecto misionero que Dios te presenta en la iglesia.
Jugar tu partido de fútbol, de vóley o de bolita es más urgente, necesario e importante que participar de aquella actividad de predicación a la que Dios te invita a través de tu pastor. ¿Te das cuenta? Siempre hay algo más urgente, más necesario, más importante que las cosas de Dios.
Podrás decirme que no son más importantes, que solo son más urgentes…
Pues, importante es aquello a lo que le damos urgencia, lo que ocupa el primer lugar en tus Intereses. Si por una cuestión de tiempo (de urgencia) o por una cuestión de interés (de gustos) damos la prioridad a “nuestras casas”, seguiremos dejando el templo de Dios en ruinas y para después.

Así, las palabras del profeta Hageo continuarán golpeando en nuestros oídos (¡ojalá que también en nuestros corazones!), para que respondamos, actuando correctamente, puesto que son tus prioridades lo que marcan tu vida.

jueves, 16 de octubre de 2014

Jueves 16 de octubre – Sofonías

Ésta es la palabra del Señor, que vino a Sofonías hijo de Cusí, hijo de Guedalías, hijo de Amarlas, hijo de Ezequías, durante el reinado de Josías hijo de Amón, rey de Judá. Sofonías 1:1.
EI mensaje del profeta Sofonías, como el de la mayoría de los profetas menores, está dirigido a su pueblo en su propio tiempo. Pero, como Dios es el mismo ayer, hoy y por los siglos, el mensaje también nos sirve a nosotros en pleno 2014.
¿Notaste quién es el tatarabuelo del profeta? Ezequías, el buen rey de Judá, aquel a quien Dios le regaló quince años más de vida. ¿Recuerdas la historia?
Los eruditos no afirman que obligatoriamente sea así, pero hay buenas posibilidades de que estemos hablando de un profeta con linaje real.
Lo mismo que decíamos cuando nos enfrentamos a profetas que eran simples pastores, recolectores de higos silvestres, pescadores, anónimos personajes que aparecen en el relato bíblico, lo volvemos a decir ahora, frente a un profeta con “sangre azul”: Dios no está preocupado con biografías, ni con familias, ni con antepasados ni con historias; él quiere un corazón dispuesto y una vida completamente en sus manos. Sofonías no fue elegido para este ministerio por ser tataranieto de un rey, sino porque estaba dispuesto a ser un instrumento en las manos de Dios.
El mensaje que presenta Sofonías comienza con un anuncio de un gran desastre, lo que en el lenguaje bíblico se conoce como “el día del Señor”.
Ya en el versículo 2 del capítulo 1, Dios dice: “Arrasaré por completo cuanto hay sobre la faz de la tierra”. Cuando piensas en estos eventos finales, ¿qué sientes? ¿Miedo? ¿Temor? ¿Pánico? ¿Terror? ¿Confianza? Obviamente, esto estará relacionado con el lugar en el que estés cuando ese momento llegue.
Cerca de Dios, te puedes sentir protegido y seguro; lejos de él, puedes elegir cualquiera de los sentimientos antes mencionados. La gran pregunta es cómo estar cerca de Dios. Muchas veces nos parece una cuestión teórica, un pedido que nos hacen sin darnos las coordenadas para cumplirlo.
Vamos a intentar dejarlo en claro. Sofonías nos da un camino de tres pasos:
Sé humilde.
Busca a Dios con humildad.
Busca, humildemente, la justicia divina.
¿Ves? El secreto está en ser humilde. No parece tan difícil, ¿no? El problema está en que somos orgullosos, y nos cuesta (demasiado) entregar el control de nuestra vida a Dios.

Piensa en eso el día de hoy.

miércoles, 15 de octubre de 2014

Miércoles 15 de octubre – Habacuc

Ésta es la profecía que el profeta Habacuc recibió en visión. ¿Hasta cuándo, Señor, he de pedirte ayuda sin que tú me escuches? ¿Por qué me haces presenciar calamidades? ¿Por qué debo contemplar él sufrimiento? Habacuc 1:1-3.
EI profeta Habacuc me parece el más “humano” de los profetas menores.
Habla con Dios, cree en él, siente su presencia, conoce su poder, pero sigue teniendo preguntas, que lo incomodan profundamente porque no consigue respuestas.
¿No tienes una lista de preguntas que quieras hacer a Cristo cuando llegues al cielo? Desde muertes injustas hasta informaciones que no comprendemos.
Si haces el ejercicio mental de pensar tus preguntas, seguramente llegarás a dos cuestiones básicas que podrían estar en la base de todas las demás:
¿Hasta cuándo? y ¿Por qué? El tiempo (comúnmente de sufrimiento) y la razón (generalmente de lo que nos parece Injusto) son los dos asuntos con los que más sufrimos.
Estas preguntas se basan en un preconcepto inicial: si soy hijo de Dios, si soy justo, si soy bueno, si voy a la iglesia, si me pongo corbata los sábados… entonces ¡no tengo que sufrir!
Las preguntas de Habacuc van en esa dirección; las nuestras, la inmensa mayoría de las veces, también. Es natural: no nos gusta sufrir, no fuimos creados para sufrir, no queremos sufrir. Por el contrario, queremos un “hada madrina celestial” que nos proteja de todo sufrimiento, no que solo nos acompañe en el valle de la sombra.
Las preguntas de Habacuc, como las tuyas en muchos momentos, parten del corazón humano que no consigue entender, buscando llegar a la Fuente de todas las explicaciones. El problema está en que a veces la explicación se esconde en el silencio, y otras se muestra de una manera que seguimos sin entender.
Por esto, Dios -en su infinito amor- se acerca al profeta y le responde con una frase que cambió su vida, modificó la visión del mundo y de la religión del apóstol Pablo y transformó la vida de Martín Lutero: “El justo vivirá por la fe” (Hab. 2:4).

¿Entiendes la profundidad de la idea? ¿Te das cuenta de todo lo que se esconde detrás de esas pocas palabras? Aceptarlas significa que, siendo tú justificado por Cristo, habiéndote él hecho justo (de otra manera, el texto no te corresponde) vivirás (exclusivamente) por la fe. Nada ni nadie pueden preocuparte ni estremecerte, porque la fe te hará vivir.

martes, 14 de octubre de 2014

Martes 14 de octubre – Nahúm

Profecía acerca de Nínive. Libro de la visión que tuvo Nahúm de Elcós. Nahúm 1:1.
Uno de los comentarios bíblicos que estaba leyendo sobre Nahúm señalaba una idea que me pareció muy interesante para nuestro momento de meditación. Este libro es breve, y puede parecer confuso; por eso lo leemos poco y lo entendemos mal.
Pero el apóstol Pablo dice que “toda Escritura es inspirada por Dios y útil para la enseñanza, para la reprensión, para la corrección, para la instrucción en justicia” (2 Tim. 3:16); y esta breve profecía de Nahúm no puede ser ninguna excepción.
Te invito a intentar profundizar nuestros comentarios en el libro de este profeta y sus enseñanzas.
Según lo anuncia desde el mismo inicio del libro, la profecía de destrucción es contra la ciudad de Nínive. Los eruditos señalan que Nahúm vivió después de Jonás, por lo que el arrepentimiento que había sacudido al pueblo de aquella gran ciudad, cuando desde el rey hasta el último de sus habitantes se habían dado cuenta de su situación pecaminosa, se había perdido.
Se habían arrepentido de arrepentirse. Extraño, ¿no? Pues a nosotros nos pasa, muchas veces, lo mismo. Piensa: ¿nunca te encontraste practicando una acción pecaminosa de la que te habías arrepentido, creías, de todo corazón? ¿Qué pasó? ¿Por qué? ¿El sermón, o la experiencia, que te llevó al arrepentimiento se te olvidó? ¿Ya no estás marcado por esa realidad?
Las posibles respuestas son varias; una de las posibles es que somos débiles y siempre caemos en el mismo tipo de tentación. ¿Solo eso? Creo que no, creo que debemos agregar un placer natural –pecaminosamente natural– por el pecado; por eso volvemos a revolcarnos en aquel lodo nauseabundo, del que nos levantamos sucios y avergonzados; derrotados, una vez más.
Cuando Nahúm habla, presenta una faceta de Dios que no está en la moda; de la que se prefiere no hablar pero que es absolutamente cierta y tan real como sus otras características: la ira.
Preferimos pensar en nuestro Dios como en aquel ser bueno, simpático, tolerante, que nos ama tanto que nos perdona eternamente. Si bien todo esto es verdad, siempre debes recordar que la perfección de Dios incluye su justicia.

En el momento en el que la justa ira de Dios actúa, tus opciones y tus chances acabaron. Piensa en esto, y entrégate de corazón hoy. Mañana puede ser demasiado tarde.

lunes, 13 de octubre de 2014

Lunes 13 de octubre – Miqueas

Ésta es la palabra que el Señor dirigió a Miqueas de Moréset, durante los reinados de Jotán, Acaz y Ezequías, reyes de Judá. Ésta es la visión que tuvo acerca de Samaria y de Jerusalén. Miqueas 1:1.

Este profeta, contemporáneo de Isaías, Oseas y Amós, es famoso por anunciar a la pequeña Belén como el lugar del nacimiento del Mesías (Miq. 5:2). Pero el libro, que el Espíritu Santo le inspiró y que llegó hasta nosotros hoy, esconde más tesoros que la marca del punto geográfico donde Cristo llegaría al mundo.
¿Sabes? A veces me da la impresión de que nos conformamos con la mínima información necesaria. Con saber aquellos datos básicos y no pasar demasiada vergüenza en algún concurso bíblico o en la clase de Religión, nos damos por satisfechos. La idea que Cristo tenía para sus seguidores era bien diferente.
Fuimos el pueblo de la Biblia, la estudiábamos, la analizábamos, la examinábamos… ahora, muchas veces, para encontrar la referencia que el pastor menciona desde el púlpito, ¡necesitamos buscar en el índice! No va a ser la erudición de la Biblia, digamos “académica”, lo que nos salvará; necesitamos de un conocimiento práctico de la Palabra de Dios. Pero, ¡qué difícil es adquirir ese conocimiento práctico que necesitamos, si no tocamos el Libro que precisamos estudiar!
Una de las características del libro de Miqueas es la dureza con la que ataca a los gobernantes corruptos. Mira: “Ustedes odian el bien y aman el mal; a mi pueblo le arrancan la piel del cuerpo y la carne de los huesos; ustedes se devoran a mi pueblo, le arrancan la piel, le rompen los huesos; lo descuartizan como carne para la olla, como carne para el horno” (Miq. 3:2, 3).
¿No es terrible? ¿No te parece que se lo podíamos leer a algunos líderes de nuestros países y ciudades? Es tan actual que sorprende. ¡Claro! Sorprende a aquel que nunca lo estudió; que no sabía que textos así existían en la Palabra de Dios; que se conformó durante su caminata cristiana con recordar que Miqueas profetiza que Jesús nacería en Belén… aunque ni siquiera sepa la referencia.

Miqueas, en su sexto capítulo, te presenta otro tesoro: la verdadera religión que Dios espera. ¿Holocaustos? ¿Miles de sacrificios? ¿Ofrendas generosas? No, nada de eso: “Lo que de ti espera el Señor es: practicar la justicia, amar la misericordia y humillarte ante tu Dios” (Miq. 6:8).

viernes, 10 de octubre de 2014

Viernes 10 de octubre Amos

Éstas son las palabras de Amós, pastor de Tecoa. Es la visión que recibió acerca de Israel dos años antes del terremoto, cuando Uzías era rey de Judá, y Jeroboán hijo de Joás era rey de Israel. Amós 1:1.

De Amós sabemos que era un pastor y recolector de higos silvestres (Amós 1:1; 7:14). Es decir, nada especial. Era un campesino sin fortuna y sin educación. Él es otra confirmación de que Dios no está interesado en currículos, sino en corazones. Podrás tener un doctorado, pero si no tienes el espíritu correcto, no eres un instrumento útil en las manos del Señor.
Amós profetiza a gente que pensaba que por ser el pueblo de Dios, desde Abraham, estaban protegidos contra todo tipo de males, que confiaban en que nada malo les sucedería porque ellos habían recibido la promesa del amparo divino. De lo que el pueblo no se había dado cuenta, es que ellos habían dado la espalda a las promesas de Dios y al Dios de las promesas. Ya no tenían nada que reclamar ni pedir, pero en su ceguera continuaban confiando en un pacto que ellos mismos habían roto.
Muchas veces pienso que somos, también en este aspecto, iguales al antiguo pueblo de Israel. Nos dedicamos a desobedecer las órdenes divinas, dejamos de lado los consejos de Cristo, abandonamos los caminos que el Cielo nos trazó, rompemos sin un mínimo peso en la conciencia el pacto que hicimos con Jesús y, a pesar de todo, queremos que él nos proteja. Roza lo absurdo.
Pero, si miras con atención, te verás a ti mismo pintado en ese cuadro.
Amós comienza hablando del juicio que Dios realizará a las naciones vecinas.
Menciona a varias, todas enemigas de Israel. Cuando el juicio es para los otros, quedamos felices; nos parece justo y perfecto que Dios actúe de esa manera. El problema está en que Amós también habla -y es el centro de su libro- de Israel. Porque el juicio de Dios será absoluto y perfecto no solo para los enemigos de su Palabra, sino también para aquellos que nos llamábamos sus hijos.

Recuerda que Dios te va a juzgar no por lo que tú creas de ti mismo, sino por lo que él sabe que tú eres. No hay forma de esconderte ni de compararte con otro que sea “peor” que tú. Aceptar a Cristo como tu sustituto es tu única opción.

jueves, 9 de octubre de 2014

Jueves 9 de octubre – Joel

Ésta es la palabra del Señor, que vino a Joel hijo de Petuel. Joel 1:1.

De la vida del profeta Joel no sabemos nada. El nombre del padre, Petuel, tampoco es una información definitiva para organizar su biografía.
Como ves, Dios no precisa de un árbol genealógico conocido, enorme y lleno de famosos, para usarte; el más humilde y anónimo hijo que se anima a entregarse es instrumento útil en las manos del Todopoderoso.
No es tu familia, ni tu historia ni tu conocimiento lo que determina la diferencia.
Es tu entrega, tu fidelidad y tu compromiso para con la Palabra de Dios lo que te hace distinto. Recuerda que es mucho mejor ser un anónimo salvo que un famoso perdido.
El profeta Joel presenta, en su breve libro, además de la famosa profecía del Espíritu siendo derramado sobre jóvenes y ancianos, dos pasajes que me parecen importantes para nuestro crecimiento espiritual.
En el capítulo 2, los versículos 12 y 13, dice: “Ahora bien -afirma el Señor-, vuélvanse a mí de todo corazón, con ayuno, llantos y lamentos. Rásguense el corazón, y no las vestiduras. Vuélvanse al Señor su Dios, porque él es bondadoso y compasivo, lento para la ira y lleno de amor, cambia de parecer y no castiga”.
Cuando Dios habla de arrepentimiento, no se conforma con medias tintas ni con rituales vacíos. En el razonamiento divino, la conversión, “de todo corazón”, tiene que ser el natural resultado del reconocimiento del error. Un acercamiento timorato y parcial es lo mismo que la nada.
El profeta Joel te explica que los ritos vacíos no tienen valor a los ojos de Dios. Siguiendo las costumbres culturales de la época, dirá que se debe rasgar el corazón, no solo las vestiduras. No te conformes con actitudes externas, vacías, para intentar demostrar tu cambio interno. El proceso es al contrario.
Cuando te arrepientes, cuando profunda y genuinamente buscas el perdón divino, las bendiciones que el Cielo tiene preparadas para ti comienzan a ser derramadas de una manera impresionante. Por eso, el profeta dirá: después de esto, después del día del arrepentimiento y del perdón, Dios derramará su Espíritu sobre sus hijos. En el Pentecostés ocurrió;, en tu vida también puede ocurrir.

¿Quieres ser parte de aquel grupo bendito que recibirá la lluvia tardía del Espíritu Santo? El profeta Joel te marcó el camino. ¡Recórrelo!

lunes, 6 de octubre de 2014

Lunes 6 de Octubre –Nabucodonosor

“Pasado ese tiempo yo, Nabucodonosor, elevé los ojos al cielo, y recobré el juicio. Entonces alabé al Altísimo; honré y glorifiqué al que vive para siempre: Su dominio es eterno; su reino permanece para siempre”. Daniel 4:34.

Es un personaje interesante, profundamente humano y muy parecido a cada uno de nosotros. Para llegar a la declaración de adoración del versículo que estamos usando como base para nuestros comentarios de hoy, Nabucodonosor tuvo que pasar, como el hijo pródigo de la parábola de Jesús, por una serie de momentos en su vida que lo fueron marcando en su relación con el Padre.
Cuando Daniel le interpreta el primer sueño, el de la estatua (en el capítulo 2 de su libro), Nabucodonosor entiende que ese joven esclavo hebreo tiene un Dios increíble, soberano y poderoso; pero que no tiene nada que ver con él. Su vida palaciega era suficiente, y no necesitaba de nada ni de nadie, por más increíble, soberano y poderoso que fuese. De la misma manera, el hijo pródigo pensaba que con el dinero que recibiría como herencia era suficiente para él, que el padre era innecesario.
Cuando Nabucodonosor se enfrenta a los amigos de Daniel y los hace echar en el horno de fuego, él ve al Hijo de Dios cuidando, protegiendo y acompañando a los muchachos que lo honraron.
Cuando los jóvenes hebreos salen del horno sin ni siquiera tener olor a humo, el rey los reconoce como siervos del Dios altísimo, alaba al Dios de los muchachos y reconoce que no hay otro Dios que pueda salvar como él. Actúa como el hijo pródigo, que busca algún trabajo para saciar el hambre que siente, que busca respuestas donde sabe que no las encontrará.
Nabucodonosor y el hijo pródigo llegan al fondo del pozo. Los dos quedan locos, se comportan como animales, se arrastran por el lodo –literal y simbólico– y pierden su dignidad. Es el final del viaje que nos aleja de Dios. Es la parada final de un tren al que vamos dándole combustible con cada decisión equivocada que tomamos.
Pasado algún tiempo, ese periodo ridículo en que parece que todos tenemos que sufrir para entender quién es Dios y qué es lo que nos ofrece, Nabucodonosor recobra el juicio, después de que eleva los ojos al cielo.

Ese es el ejercicio que debemos realizar hoy. Esa es la fórmula de la victoria.

viernes, 3 de octubre de 2014

Viernes 3 de octubre – Ezequiel

En este tiempo, mientras Ezequiel hijo de Buzí estaba a orillas del rio Quebar, en la tierra de los caldeos, el Señor le dirigió la palabra, y su mano se posó sobre él. Ezequiel 1:3.

El libro escrito por Ezequiel sirve como base para muchas de las visiones que el apóstol Juan recibe en el Apocalipsis. Más allá de la cuestión profética, la vida de Ezequiel nos ayuda a pensar en algunos aspectos que me parecen importantes.
Los dos primeros detalles que me gustarían observar son: la presencia de Cristo en la peor situación que puedas estar y la forma cariñosa en que el Cielo se acerca al pecador.
Ezequiel está, junto con muchos de sus hermanos, en la tierra de los enemigos. Como vimos en las historias de Mardoqueo, Ester y Nehemías, había gente que estaba muy bien, desde el punto de vista social. El problema era que continúan siendo esclavos y que seguían estando lejos de su tierra natal. Ezequiel no tiene las ventajas de un cargo público, pero Dios también se acuerda de él.
Dios no conoce de fronteras ni de límites. Él llega hasta ti dondequiera que tú estés necesitándolo. No es un problema geográfico lo que detiene a Cristo, sino un corazón distante, una mente que piensa en otra cosa, una vida que no se entrega en sus brazos. No es que estés afuera del templo lo que impide que el Cielo te bendiga, sino que tu vida esté lejos de la Fuente eterna de bendiciones.
Cuando Dios te busca, quiere “posar” su mano sobre ti. No hay intención de castigo, ni de golpe ni de sanción. Es una mano suave, que llega hasta tu hombro y acaricia tu cabeza. Es la mano que busca confortarte, fortalecerte y ayudarte. Es la caricia que te tranquiliza, te anima, te demuestra los sentimientos -todos positivos- que el Cielo tiene por ti.
¿Entiendes? Dios te busca en la peor de tus circunstancias, en el peor de tus momentos y cuando peor te sientes. Entonces, cuando te dejas encontrar, coloca su mano protectora, fiel y amable sobre ti para darte lo que estás necesitando.
Ezequiel necesitaba fuerzas para enfrentar la idolatría de sus compatriotas en aquella tierra extraña. Necesitaba ánimo para enfrentar a los falsos profetas y a la corrupción que reinaba entre el pueblo de Dios.

¿Por qué motivo necesitas hoy que la mano de Dios se pose sobre ti?

miércoles, 1 de octubre de 2014

Miércoles 1 de octubre –Isaías

Visión que recibió Isaías hijo de Amoz acerca de Judá y Jerusalén, durante los reinados de Uzías, Jotam, Acaz y Ezequías, reyes de Judá. Isaías 1:1.

Hay muchos pasajes del libro de Isaías que podrían servir como centro de la meditación de hoy. Pero, entre todos ellos me gustaría que te detuvieras en tu pensamiento para que recorramos juntos la famosa visión del capítulo 6, cuando el profeta vio a Dios.
¿Cómo te imaginas a Dios? ¿Qué cara le pintas en tu imaginación? Personalmente, lo veo con una sonrisa dulce, como la de mi papá cuando se sentía –por algún motivo– orgulloso de alguno de nosotros; como la de mi hija cuando entiende un discreto elogio y viene corriendo a abrazarme. Es esa sonrisa que trasluce alegría, paz, seguridad, confianza. Es ese gesto que ilumina un día oscuro; esa mano que te acaricia suavemente, exactamente cuando tu corazón quiere comenzar a llorar.
Cuando leo el texto, no puedo menos que pensar en lo poco reverentes que somos en la presencia de Dios. Los serafines, seres santos, se cubren el rostro ante el Todopoderoso; nosotros vamos hasta su presencia, en su casa, sin la más mínima preparación espiritual. Quizá pasamos horas frente al espejo –por eso llegamos tarde a los cultos– cuidando de nuestra imagen externa, aquella que mostraremos a los amigos; pero el aspecto espiritual (que de eso se trata nuestra relación con Dios) queda relegado a un cuarto o quinto plano en la lista de nuestras prioridades, incluido el sábado por la mañana.
Isaías, cuando tiene su visión de Dios, se siente perdido porque se sabe pecador, impuro e indigno. Reconocerse pecador es el primer paso para solucionar nuestra situación espiritual. Y ese es nuestro primer gran problema; no conseguimos vernos como realmente somos. Como no matamos, no robamos ni amanecemos borrachos en una cuneta, creemos que somos buenos.
Dejamos pasar los “detalles de personalidad” como el chisme, la mentira y el orgullo, porque argumentamos que estamos peleando contra esos rasgos hereditarios… ¡Mentira! El chisme, la mentira y el orgullo son pecados y nosotros, que nos deleitamos en ellos, somos pecadores.
Necesitamos de un Salvador, y si él no nos rescatara, estaremos eternamente perdidos. Es hora de que abras tus ojos y aceptes tu realidad, antes de que sea demasiado tarde.

No es un buen momento para hacernos trampas al solitario. Dios necesita de tu reconocimiento y confesión, para poder tocarte con la brasa de su perdón.

martes, 30 de septiembre de 2014

Martes 30 de septiembre –Job

En la región de Uz había un hombre recto e intachable, que temía a Dios y vivía apartado del mal. Este hombre se llamaba Job. Job 1:1.

Tú ya sabes que Dios no causa los problemas de tu vida, él –a veces– solo los permite. Y cuando lo hace, hay alguna razón que nosotros podemos desconocer, y –en algún momento– nos mostrará que fue para bien.
Job hacía todo bien. Era un hombre recto e intachable. Realmente conozco a pocos que podría catalogar así. De hecho, creo que nadie me catalogaría de esa manera. Y a pesar de su temor de Dios, de vivir apartado del mal y de orar cada día, perdió todo. Las bendiciones de Dios tienen alcance eterno, aunque en algún instante de tu vida puedas no sentirlas.
La historia de este hombre de Uz nos deja muchas enseñanzas, que van desde la amistad hasta tu concepto de Dios, pasando por la familia, las riquezas, la entrega y el mundo supraterreno, para el que somos espectáculo. De todas estas temáticas, y muchas otras que el relato bíblico presenta, quiero detenerme en dos.
1) ¿Cuál es tu idea de Dios? ¿Qué es lo que tú piensas de Dios cuando estás solo en lo oscuro de tu dormitorio? ¿Qué significa Dios para ti cuando se cierra la puerta de tu cuarto? ¿Cómo te relacionas con Dios cuando estás afuera del templo? ¿Quién es Dios para ti, cuando tu respuesta puede ser silenciosa, personal y secreta?
2) No conocemos a Dios. Como dice Job en el capítulo 42, versículo 5: “De oídas había oído hablar de ti, pero ahora te veo con mis propios ojos”. Nos conformamos con lo que los otros nos dicen sobre Cristo, sobre el cielo, sobre Dios.
Creemos que es suficiente repetir mecánicamente una oración que no dice nada importante. Pensamos que con lo que papá y mamá y la maestra de Escuela Sabática infantil nos enseñaron, y los videos que vimos, es suficiente para conocer al Rey de reyes y Señor de señores. ¡Qué lamentable! ¡Qué vergonzoso! Consentir en limitar nuestro entendimiento de Dios a los comentarios que otros –por mejor intencionados que sean– hicieron alguna vez.

Creo que el Cielo está cansado de cristianos que “de oídas oyeron hablar” de un Salvador que dio la vida por ellos. Creo que es el momento de hacer como Job: verlo con tus propios ojos.

lunes, 29 de septiembre de 2014

Lunes 29 de septiembre –Amán

Todos los servidores de palacio asignados a la puerta del rey se arrodillaban ante Amán, y le rendían homenaje, porque así lo había ordenado el rey. Pero Mardoqueo no se arrodillaba ante él ni le rendía homenaje. Ester 3:2.

Amán estaba casi feliz. El rey lo acababa de honrar con una ascensión en la escala palaciega, llevándolo a “un puesto más alto que el de todos los demás funcionarios que estaban con él” (Est. 3:1); pero en el corazón humano, el “casi” es “nada”.
Cuenta la leyenda que era un pobre sastre que trabajaba para un rey. La felicidad estaba dibujada en el rostro del artesano todos los días. El rey le daba una moneda por cada trabajo que realizaba, y el súbdito no solo se lo agradecía con un excelente trabajo, sino además se lo demostraba con una actitud de alegría y plenitud, pese a que su condición económica continuaba siendo precaria.
Un día, el rey se impacientó con la constante alegría de su humilde siervo, y preguntó a uno de sus consejeros cómo podría hacer para borrarle la sonrisa del rostro a aquel sastre. El consejero le sugirió una idea que en un primer momento le pareció extraña, equivocada y ridícula al rey: “Dele noventa y nueve monedas”. El monarca pensó que si una moneda lo dejaba tan feliz, alegre y satisfecho al sastre, noventa y nueve monedas lo dejarían noventa y nueve veces más feliz, alegre y satisfecho… El consejero le explicó que el problema no era de cantidad, sino la obsesión de tener las cien.
La vida del sastre cambió radicalmente para mal, cuando pasó a preocuparse por la moneda que no le permitía completar la centena.
Amán tenía casi todo lo que había soñado, solo faltaba el homenaje de Mardoqueo. Si te pones a pensar seriamente en la historia, el hecho de que uno de los siervos del rey no se arrodillara ante él no debería ser motivo para tanta rabia ni tanto odio. Pero como “casi” es lo mismo que “nada”, Amán fue detrás de la “moneda” que faltaba para completar las cien.

No estoy recomendando que te conformes con poco ni que te quedes a la mitad del camino. Estoy diciéndote que Dios te da lo que tú necesitas, que tu felicidad no debe depender de la moneda que te hacen creer que te falta, sino que se debe sostener en las noventa y nueve que el Rey del universo te entrega cada día.

viernes, 26 de septiembre de 2014

Viernes 26 de septiembre - Vasti

El séptimo día, como a causa del vino el rey Asuero estaba muy alegre, les ordenó a los siete eunucos que le servían [...] que llevaran a su presencia a la reina, ceñida con la corona real, a fin de exhibir su belleza ante los pueblos y sus dignatarios, pues realmente era muy hermosa. Ester 1:10, 11.

La primera historia que se cuenta en el libro de Ester es la de la reina Vasti, la mujer que supo decir “No”. Es verdad que es el telón de fondo para la llegada de la joven hebrea al trono; pero más que eso, es una enorme -lección espiritual presentada en unos pocos versículos.
Vasti no era judía, sus principios tenían una base pagana; pero eso no la transforma en una mujer vulgar ni en un ser humano que no reconociera su propio valor. ¿Sabes? Muchas veces nosotros, los cristianos, estamos tan convencidos de nuestra verdad (generalmente teórica, pero verdad al fin…) que perdemos la noción del respeto por el otro. Peor, perdemos el respeto por nuestros hermanos y por nosotros mismos. Vasti no.
Esta reina estuvo dispuesta a perder todo para mantener su dignidad. Lamentablemente, muchos que hoy se llaman cristianos están regalando su honra porque no están dispuestos a perder nada de lo que los hace -según dicen- felices.
Así, droga, sexo y alcohol no son problemas para ellos; es mera diversión, es lo que todos hacen, es lo que mi jefe, mi mejor amigo o mi novio(a) me pidió.

Las excusas se suman para pecar, para abandonar lo que sabemos que es correcto y justo, a fin de disfrutar alguna ventaja terrenal. No lo olvides: siempre que piensas en las ventajas terrenales estás perdiendo las bendiciones celestiales.

jueves, 25 de septiembre de 2014

Jueves 25 de septiembre – Nehemías

Estas son las palabras de Nehemías hijo de Jacalías: En el mes de quisleu del año veinte, estando yo en la ciudadela de Susa. Nehemías 1:1.

Desde que lo descubrí, Nehemías se transformó en uno de mis personajes favoritos de la Biblia. No tiene la espectacularidad de la historia de y David contra Goliat ni los elementos sobrehumanos de los sueños de  José o de Daniel, ni la profundidad intelectual del apóstol Pablo; pero demuestra compromiso con sus principios, voluntad de cambiar la situación y conciencia de que sin oración ninguna empresa puede salir bien.
Podríamos meditar en su historia durante un mes entero, pero vamos a observar -apenas- un aspecto de su vida.
Nehemías era uno de los tantos israelitas que no habían regresado a Israel cuando tuvieron la oportunidad de hacerlo con Zorobabel y, más tarde, con Esdras. No lo podemos juzgar por esa decisión; piensa que Mardoqueo, Ester y muchos otros también se quedaron.
Nehemías había conseguido llegar a un puesto laboral excelente: copera del rey. El mayor riesgo que corría, era tomar alguna cosa envenenada que le quisieran servir al monarca; pero si él controlaba todo el proceso, su trabajo era tranquilo y le aseguraba estar en contacto directo con el hombre más poderoso de la tierra todos los días. Una responsabilidad que, puesta al servicio de los intereses del Cielo, era una puerta abierta para conseguir beneficios para el pueblo de Dios.
Cuando el rey viajaba a su palacio de invierno o de verano, Nehemías iba con la comitiva real; por eso estaba en Susa cuando comienza su relato. Pero todas las comodidades y las regalías que su trabajo le ofrecía no eran suficientes para olvidar sus orígenes. Por más que no estuviera presente, Nehemías pensaba en Jerusalén, se preocupaba por sus hermanos que estaban en el trabajo de la reconstrucción. Por eso, cuando se entera de la situación de la ciudad y de sus habitantes no solamente ora, sino también actúa para intentar ayudar. Recuerda, tu religión no debe ser teoría.

Nosotros también estamos viviendo en el territorio enemigo. Estamos tan acostumbrados a la situación que aprendimos a disfrutar de las ventajas que presenta el vivir en la Susa de nuestro pecado; pero en realidad, nuestra mente, nuestro corazón y nuestro interés deberían estar en Jerusalén.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Miércoles 24 de septiembre – Esdras

Este Esdras llegó de Babilonia. Era un maestro muy versado en la ley que el Señor, Dios de Israel, le había dado a Moisés. Gozaba de la simpatía del rey, y el Señor su Dios estaba con él. Esdras 7:6.

El libro se podría llamar Zorobabel, en honor al primer líder de la reconstrucción del Templo de Jerusalén después de la esclavitud babilónica. Recién en el capítulo 7 aparece Esdras, personaje que le da su nombre al libro y que se presenta en la Biblia como alguien que se “había dedicado por completo a estudiar la ley del Señor, a ponerla en práctica y a enseñar sus preceptos y sus normas a los israelitas” (Esd. 7:10).
Me parece estupendo poder presentar un ser humano con estas características. Es el tipo de líder completo, sin puntos débiles. Se dedica completamente a estudiar la ley de Dios. Pero no se conforma con la parte teórica de la religión, sino que se esfuerza absolutamente para ponerla en práctica; no se conforma con hacer personalmente las cosas bien, sino que busca –con todas sus fuerzas– enseñárselo a sus hermanos.
Existen algunas personas que son muy buenas en el estudio teórico de las cuestiones religiosas, pero no consiguen salir de los límites de la suposición, de las conjeturas, de la especulación. No creo que sea pecado, pero el mundo necesita mucho más que teorías.
La religión tiene que salir del mundo de las ideas para hacerse realidad diaria y constante en tu mundo práctico y en el de aquellos que te rodean. Dios no te preguntará qué opinas sobre alguna hipótesis teológica, sino que te pedirá cuentas por las veces que dejaste a tu hermano con hambre, con frío o sin un abrazo. La Ley de Dios no es un código teórico para discusiones filosóficas, sino una base concreta para la relación con nuestro Dios y la convivencia con nuestro prójimo.

El libro de Esdras se hace actual no solo por esta cuestión práctica, sino también porque nosotros necesitamos –al igual que el antiguo Israel– volver a la verdadera adoración a Dios. Hacerlo puede significar oposición de los vecinos, que se transforman en enemigos, en burladores y en obstáculos para tu intención de reforma. Sin embargo, recuerda que el Cielo recompensará la actitud correcta.

martes, 23 de septiembre de 2014

Martes 23 de septiembre – Joaquín

Joaquín dejó su ropa de prisionero, y por el resto de su vida comió a la mesa del rey. Además, durante toda su vida Joaquín gozó de una pensión diaria que le proveía el rey de Babilonia. 2 Reyes 25:29, 30.

Esta etapa de la historia de Judá llega a su final. La lista de reyes se vuelve a llenar de nombres de hombres que hicieron lo incorrecto ante los ojos de Dios, que duraron pocos meses en el trono, que fueron atacados, vencidos y aprisionados por los reyes de los pueblos vecinos. Es el típico final trágico de las vidas que eligen alejarse de la Fuente segura, que es Cristo.
Joaquín, sin la protección divina, es capturado y llevado prisionero por el rey de Babilonia. Sin el brazo protector de Jesús, somos presa fácil para cualquiera; el más débil de los ángeles caídos puede derrotarnos sin hacer esfuerzo cuando caminamos solos. Debemos entender que nuestra única protección real y válida contra el pecado es Cristo, nuestro amparo y fortaleza.
Joaquín estuvo treinta y siete años prisionero en Babilonia. ¿Cuánto tiempo llevas siendo esclavo del pecado? ¿Cuánto tiempo hace que estás aprisionado en tu propia Babilonia espiritual? Cada pecado no confesado, cada pecado que quieres repetir, cada vez que coqueteas con el pecado, te atas una cadena más, te dejas llevar a una prisión más profunda.
Pasados esos años, el nuevo rey de Babilonia hizo que le quitaran sus vestiduras de prisionero, lo invitó a comer en su mesa y le pagó una pensión diaria.
El rey de Babilonia, como el enemigo de Dios contigo, le brindó a Joaquín la sensación de libertad, le permitió el simulacro de independencia; aunque en realidad el ex rey de Judá continuaba siendo prisionero en un país extraño.
¿Entiendes? Es la ilusión de ser soberano en tu propia vida, el espejismo de tu propia autodeterminación; no es más que un delirio que se choca con las paredes de un palacio que no es tuyo y en el que estás encerrado.
Así es el pecado: la ilusión de la alegría y el espejismo de la libertad, cuando en realidad sigues siendo un triste prisionero esclavizado.

El punto está en que, seguramente, Joaquín comparó su situación actual con la anterior y pensó: “Estoy mejor”. No puedes estar “mejor”, cuando lo único que cambió fue el lugar en el que estás prisionero. Tu única solución es la libertad, y la libertad es Cristo.

lunes, 22 de septiembre de 2014

Lunes 22 de septiembre –Hulda

Así que Hilcías el sacerdote, Ahicam, Acbor, Safán y Asaías fueron a consultar a la profetisa Hulda, que vivía en el barrio nuevo de Jerusalén. Huldá era la esposa de Salún, el encargado del vestuario, quien era hijo de Ticva y nieto de Harhas. 2 Reyes 22:14.

Cuando Josías queda preocupado por la vida espiritual de su pueblo, busca la dirección de Dios a través de sus profetas, para tomar las decisiones correctas. Cuando tú estás preocupado por cualquier tema, ¿a quién recurres, en busca de consejo?
En esa época, el profeta Jeremías estaba vivo; pero el sacerdote y los mensajeros del rey –quizá por pedido expreso del monarca– fueron a buscar la palabra de Hulda. La tradición judía dice que Jeremías, primo de la profetisa, estaba viajando por las tribus de Israel en ese momento. Más allá de la razón, lo cierto es que esta mujer fue la elegida para dar el mensaje divino. Dios no está preocupado por cuestiones de género: él solo necesita un corazón dispuesto a obedecer.
Seguramente, si la consulta le hubiera sido hecha a Jeremías, la respuesta hubiera sido la misma. No creo que Dios cambiaría el mensaje por el instrumento que utilizaría para darlo. Pero, sin duda, el tono con el que el profeta hubiera informado la voluntad divina habría sido distinto.
Hulda, como mujer, sin dejar de decir absolutamente toda la verdad originada en el Cielo, le dio las palabras de ánimo que el rey necesitaba escuchar.
Decir la verdad es una responsabilidad que, como cristianos, no podemos dejar de lado. Nuestra obligación es estar de parte de lo correcto, aunque se desplomen los cielos. Pero nosotros elegimos el tono con el que vamos a anunciar esa verdad. Para ser firmes, no necesitamos ser groseros; para ser fieles, no necesitamos ser hirientes.
En medio del mensaje de condenación que Dios da por la insistencia del pueblo en pecar, aparecen las palabras de ánimo y de aliento para el rey por esforzarse para hacer las cosas bien. “Como te has conmovido y humillado ante el Señor al escuchar lo que he anunciado…” es el motivo que el Cielo da para bendecir al rey Josías; la misma regla sirve para nosotros hoy.

¿Quieres la bendición de Dios? Conmuévete por tu pecado, humíllate ante el Señor, busca su Palabra, obedece todo lo que él ordena y reforma tu existencia.

viernes, 19 de septiembre de 2014

Viernes 19 de septiembre – Manasés

Además del pecado que hizo cometer a Judá, haciendo así lo que ofende al Señor, Manasés derramó tanta sangre inocente que inundó a Jerusalén de un extremo a otro. 2 Reyes 21:16.

La historia de Manasés es increíble. Hijo del buen rey Ezequías, elige hacer lo malo delante de Dios. Por su culpa, el pueblo de Judá vuelve a adorar a los dioses falsos y los habitantes de Jerusalén son llevados cautivos. Él mismo cae prisionero. Ahora, estando en la peor situación de su vida, ora y Dios… ¡lo perdona!
En nuestra concepción de vida, de justicia y de religión, hay personas que no merecen el perdón divino. Sin dudas, Manasés estaría en la lista de cualquiera de nosotros. Son los casos perdidos.
Él no solo eligió hacer lo incorrecto, sino además intentó destruir la obra espiritual que su padre había realizado. Ya dijimos varias veces durante este año: los pecados de tus padres no son razón para tus pecados; así como la fe de tus padres no te salva a ti.
Durante el extenso reinado de Manasés (cincuenta y cinco años), sus decisiones de carácter espiritual y religioso trajeron consecuencias en todos los otros aspectos de la vida del pueblo. La tiranía, la superstición, la aversión para con lo bueno, la violencia, son compañeras inseparables de las tinieblas espirituales.
Así como Jesús dijo que si buscamos su Reino en primer lugar todas las otras cosas buenas se sumarán en nuestra vida, lo contrario también es cierto; si buscamos el error, las cosas malas se agregarán.
Llegó el momento en que tocó el fondo del pozo. Es interesante notar que el fondo del pozo de Manasés no fue espiritual, sino político. Él no se arrepiente por el mensaje de un profeta de Dios; él no se convierte de sus malos caminos porque entienda que el culto a Baal y a Asera fuese un error de consecuencias eternas. Manasés pierde su reino y, prisionero en Babilonia, ora al Dios de sus antepasados.
Lo increíble y maravilloso es que el Cielo lo reconstituye en todos los aspectos. Nuestro Dios no se queda a la mitad del camino. Cuando él comienza una tarea, la lleva hasta el final. Cuando acepta el pedido de perdón del malvado rey Manasés, no solamente lo transforma en un hombre salvo, sino también le devuelve el trono.

Dios no se conforma con arreglar un aspecto de tu vida, él quiere reformarte por completo.

jueves, 18 de septiembre de 2014

Jueves 18 de septiembre – Los mensajeros de Babilonia

Ezequías se alegró al recibir esto, y les mostró a los mensajeros todos sus tesoros: la plata, el oro, las especias, el aceite fino, su arsenal y todo lo que había en ellos. No hubo nada en su palacio ni en todo su reino que Ezequías no les mostrara. 2 Reyes 20:13.

Ezequías oró por su salud, y Dios atendió su oración: quince años más de vida. Intenta imaginar cómo sería tu vida si tuvieras marcado el día de tu muerte. ¿Qué harías? ¿Qué dejarías de hacer? ¿Cómo te prepararías para ese momento?
Un cáncer agresivo y terminal le dio a mi padre apenas algunas semanas de vida, después de que se lo diagnosticaran. No fue fácil, pero aquel sábado de tarde en que lo enterramos, su último sermón estaba siendo predicado: a cada hijo y a cada nieto: nos dejó una carta en la que decía que confiaba en el perdón de Jesús, y por eso nos saludaba con un simple “¡Hasta mañana!”.
El milagro del sol retrocediendo, prueba de la promesa divina, fue observado por todo el mundo, incluidos los estudiosos de Babilonia que analizaron el fenómeno y llegaron a Jerusalén en busca de respuestas. Ezequías los recibió feliz. Emisarios del rey de Babilonia, con cartas y regalos, llegaron a su reino para aprender, para entender, para conocer mejor al ser humano por quien el universo cambió de rumbo. ¿Qué mejor oportunidad de mostrar lo que Jerusalén tenía?
Cuando terminó la visita de los extranjeros, el profeta Isaías pregunta al rey qué habían visto. La pregunta simple esconde una gran profundidad. Nosotros mostramos lo que nos parece más importante, lo que creemos que nos distingue, lo que nos hace diferentes, lo que más valor tiene para nosotros. Ezequías mostró sus tesoros, lo que se transformó en una trampa hacia el futuro, porque el rey de Babilonia vendría a Jerusalén para llevarse aquellas riquezas que sus mensajeros habían visto.
Cada día, “mensajeros extranjeros” entran en contacto contigo. Tú tienes la oportunidad de mostrarles lo mejor que tienes, lo que te distingue, lo que te hace ser especial. Puedes elegir mostrar tesoros terrenales, desde tu gran inteligencia hasta el último artefacto electrónico que compraste; pero el Cielo desea que muestres la Perla de gran precio, el Tesoro escondido, el Señor de tu vida.

¿Qué es lo que están viendo en ti? ¿Qué es lo que estás mostrando?

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Miércoles 17 de septiembre – Ezequías

Ezequías puso su confianza en el Señor, Dios de Israel. No hubo otro como él entre todos los reyes de Judá, ni antes ni después. Se mantuvo fiel al Señor y no se apartó de él, sino que cumplió los mandamientos que el Señor le había dado a Moisés. 2 Reyes 18:5, 6.

La historia de Ezequías queda marcada por dos grandes momentos: su lucha contra Senaquerib, rey de Asiria, y su enfermedad superada milagrosamente. De las dos situaciones, podemos sacar muchas lecciones espirituales para nuestra vida diaria hoy, en pleno siglo XXI.
El rey de Asiria sitia Jerusalén así como lo había hecho con todas las ciudades, grandes y pequeñas, que había querido conquistar. Y su mensajero, para intimidar al pueblo, dice que si ningún dios de ningún pueblo consiguió defender a sus adoradores del poder militar de su rey, ¿por qué el dios de Judá lo conseguiría? El problema es que el dios de Judá, no es un dios: es Dios.
¿Sabes? Muchas veces dejamos que traten a nuestro Dios como si fuera un dios cualquiera. Peor, muchas veces actuamos como si nuestro Dios no fuese más que un dios de segunda categoría. Como hijos del único Dios verdadero, deberíamos tener más celo en su defensa, lo deberíamos representar mejor.
Ezequías, frente a un problema que él –humanamente– no podía solucionar, no busca apoyo en nadie ni en nada que no sea Dios. Él no va al palacio para tener una reunión con sus generales, ni al parlamento para buscar una estrategia política para solucionar la crisis. Él va al Templo. ¿Dónde vas a buscar las soluciones a tus problemas? ¿Dónde depositas tu confianza?
El otro momento que marca la vida del rey Ezequías es su enfermedad y el milagro de su curación, con la promesa de más años de vida. Hay varias cosas que llaman la atención, pero la primera es la rapidez con la que Dios actúa frente a una oración sincera. Isaías, el profeta que lleva el mensaje de su muerte al rey, no había salido del palacio cuando regresa al dormitorio de Ezequías para avisarle que tendrá quince años más de vida.

No sé cuál es tu pedido hoy, pero Dios continúa dispuesto a responder a las oraciones que sus hijos elevan con fe y espíritu contrito a su Trono de gracia. Dios continúa dispuesto a atrasar el sol, para demostrarte su inmenso amor.