miércoles, 15 de octubre de 2014

Miércoles 15 de octubre – Habacuc

Ésta es la profecía que el profeta Habacuc recibió en visión. ¿Hasta cuándo, Señor, he de pedirte ayuda sin que tú me escuches? ¿Por qué me haces presenciar calamidades? ¿Por qué debo contemplar él sufrimiento? Habacuc 1:1-3.
EI profeta Habacuc me parece el más “humano” de los profetas menores.
Habla con Dios, cree en él, siente su presencia, conoce su poder, pero sigue teniendo preguntas, que lo incomodan profundamente porque no consigue respuestas.
¿No tienes una lista de preguntas que quieras hacer a Cristo cuando llegues al cielo? Desde muertes injustas hasta informaciones que no comprendemos.
Si haces el ejercicio mental de pensar tus preguntas, seguramente llegarás a dos cuestiones básicas que podrían estar en la base de todas las demás:
¿Hasta cuándo? y ¿Por qué? El tiempo (comúnmente de sufrimiento) y la razón (generalmente de lo que nos parece Injusto) son los dos asuntos con los que más sufrimos.
Estas preguntas se basan en un preconcepto inicial: si soy hijo de Dios, si soy justo, si soy bueno, si voy a la iglesia, si me pongo corbata los sábados… entonces ¡no tengo que sufrir!
Las preguntas de Habacuc van en esa dirección; las nuestras, la inmensa mayoría de las veces, también. Es natural: no nos gusta sufrir, no fuimos creados para sufrir, no queremos sufrir. Por el contrario, queremos un “hada madrina celestial” que nos proteja de todo sufrimiento, no que solo nos acompañe en el valle de la sombra.
Las preguntas de Habacuc, como las tuyas en muchos momentos, parten del corazón humano que no consigue entender, buscando llegar a la Fuente de todas las explicaciones. El problema está en que a veces la explicación se esconde en el silencio, y otras se muestra de una manera que seguimos sin entender.
Por esto, Dios -en su infinito amor- se acerca al profeta y le responde con una frase que cambió su vida, modificó la visión del mundo y de la religión del apóstol Pablo y transformó la vida de Martín Lutero: “El justo vivirá por la fe” (Hab. 2:4).

¿Entiendes la profundidad de la idea? ¿Te das cuenta de todo lo que se esconde detrás de esas pocas palabras? Aceptarlas significa que, siendo tú justificado por Cristo, habiéndote él hecho justo (de otra manera, el texto no te corresponde) vivirás (exclusivamente) por la fe. Nada ni nadie pueden preocuparte ni estremecerte, porque la fe te hará vivir.

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