Ésta es la profecía que el
profeta Habacuc recibió en visión. ¿Hasta cuándo, Señor, he de pedirte ayuda
sin que tú me escuches? ¿Por qué me haces presenciar calamidades? ¿Por qué debo
contemplar él sufrimiento? Habacuc 1:1-3.
EI profeta Habacuc me parece el
más “humano” de los profetas menores.
Habla con Dios, cree en él,
siente su presencia, conoce su poder, pero sigue teniendo preguntas, que lo
incomodan profundamente porque no consigue respuestas.
¿No tienes una lista de preguntas
que quieras hacer a Cristo cuando llegues al cielo? Desde muertes injustas
hasta informaciones que no comprendemos.
Si haces el ejercicio mental de
pensar tus preguntas, seguramente llegarás a dos cuestiones básicas que podrían
estar en la base de todas las demás:
¿Hasta cuándo? y ¿Por qué? El
tiempo (comúnmente de sufrimiento) y la razón (generalmente de lo que nos
parece Injusto) son los dos asuntos con los que más sufrimos.
Estas preguntas se basan en un
preconcepto inicial: si soy hijo de Dios, si soy justo, si soy bueno, si voy a
la iglesia, si me pongo corbata los sábados… entonces ¡no tengo que sufrir!
Las preguntas de Habacuc van en
esa dirección; las nuestras, la inmensa mayoría de las veces, también. Es
natural: no nos gusta sufrir, no fuimos creados para sufrir, no queremos
sufrir. Por el contrario, queremos un “hada madrina celestial” que nos proteja
de todo sufrimiento, no que solo nos acompañe en el valle de la sombra.
Las preguntas de Habacuc, como
las tuyas en muchos momentos, parten del corazón humano que no consigue
entender, buscando llegar a la Fuente de todas las explicaciones. El problema
está en que a veces la explicación se esconde en el silencio, y otras se
muestra de una manera que seguimos sin entender.
Por esto, Dios -en su infinito
amor- se acerca al profeta y le responde con una frase que cambió su vida,
modificó la visión del mundo y de la religión del apóstol Pablo y transformó la
vida de Martín Lutero: “El justo vivirá por la fe” (Hab. 2:4).
¿Entiendes la profundidad de la
idea? ¿Te das cuenta de todo lo que se esconde detrás de esas pocas palabras?
Aceptarlas significa que, siendo tú justificado por Cristo, habiéndote él hecho
justo (de otra manera, el texto no te corresponde) vivirás (exclusivamente) por
la fe. Nada ni nadie pueden preocuparte ni estremecerte, porque la fe te hará
vivir.
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