“Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque
él salvará a su pueblo de sus pecados”. Mateo 1:21.
Esta es la meditación más fácil
de escribir… o la más difícil. Podría simplemente decirte: “Piensa en Jesús y
actúa como él”, y tu día estaría completo. La gente con la que te relaciones
verá la diferencia en tus actitudes, en tu compromiso con la verdad, en tu
postura frente a la vida. Simple, ¿verdad? Entonces, ¿por qué no lo hacemos?
Ahí es donde esta meditación se
transforma en la más difícil. ¡Sabemos tanto y hacemos tan poco! ¡Tenemos tanta
luz y vivimos en medio de tanta oscuridad! ¡Qué complicados que somos!
Para completar el cuadro, hoy es
22 de octubre; es decir, que estamos cumpliendo otro aniversario del llamado
“gran chasco” del movimiento millerita. Venimos predicando el mensaje del
regreso de Jesús desde hace ciento setenta años, y hablamos mal del pueblo de
Israel que vagó cuarenta años en el desierto…
De cualquier manera, en esta
fecha tan especial para la Iglesia Adventista del Séptimo Día, creo que meditar
en Jesús nos ayuda a entender que su ministerio no terminó en Belén, ni en el
río Jordán ni en el Calvario. El ministerio de Cristo continúa en el cielo,
porque él no desistió de ti.
El ministerio terrenal de Jesús
estuvo marcado por lugares y personas que lo rodearon. Belén, José, María, los
pastores y los sabios de Oriente. El río Jordán, punto de encuentro con Juan el
bautista, los primeros discípulos y las primeras multitudes. El Getsemaní,
lugar de decisiones eternas a favor de los hombres, y de traición de sus
amigos. El Calvario, lugar de sufrimiento, rodeado de enemigos, soldados
romanos, sintiéndose abandonado por el Padre, por primera y última vez en su
historia.
Pero la vida de Jesús marca que
él pasó el Calvario, subió al monte de la ascensión y llegó al cielo, para
continuar con su servicio de amor por ti. Si lo piensas bien, cada paso que él
dio en su ministerio fue una demostración de su eterno amor, no solo por la
raza humana caída y pecadora, sino por ti en particular.
Para Cristo, las multitudes son
la suma de individualidades, y él te conoce a ti por nombre, en medio de
millones de personas.
Cristo. Ministerio intercesor.
Cielo. ¿Hasta cuándo seguiremos esperando?
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