No tengas miedo, María; Dios te ha concedido su favor -le
dijo el ángel-. Quedarás encinta y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre
Jesús. Lucas 1:30, 31.
Ya se escribieron miles de
páginas sobre María.
Ella es el ejemplo preciso de una
joven común, elegida por Dios para una misión fuera de lo común. La Biblia no
dice absolutamente nada sobre su vida, hasta que aparece en el relato. Ya
estando comprometida para casarse con José, es saludada por un ángel, quien le
anuncia la tarea que el Cielo le está encomendando.
Ella no estaba en el Templo. La
Biblia no dice que ella viviera aislada de la sociedad; por el contrario, una
de las primeras cosas que hace es visitar a su pariente -Elisabeth- y contarle
(aunque no precisó hacerlo) las novedades.
Todo nos hace pensar que María
era una joven común, normal; como tú y como yo. Tu normalidad no es impedimento
para que Dios te use. Que te parezcas “a todos los demás” no significa que Dios
no tenga planes extraordinarios para ti.
La clave del éxito en este
aspecto de tu vida es estar atento a la voz de Dios (a veces habla a través de
ángeles, a veces de profesores, pastores, padres y amigos), y tener un corazón
dispuesto a obedecer. María, a pesar del miedo, aceptó el desafío. ¿Cómo lo
hizo?
Creo que hubo algunos factores.
Veamos:
María, a pesar del miedo, se puso
en las manos de Dios para ser su instrumento. El miedo es naturalmente humano,
pero no debe ser un obstáculo tan grande que no te permita obedecer las órdenes
de Dios.
María sintió más seguridad para
enfrentar el desafío cuando escuchó: “El Señor está contigo”. Saber que estás
acompañado por Cristo debe ser suficiente para animarte a realizar cualquier
tarea que se te pida; por el contrario, saberte sin la compañía de Cristo debe
ser suficiente para que no des ni un paso más en esa dirección.
María tuvo dudas con respecto a la orden divina,
no por falta de fe en Dios sino porque -desde el punto de vista humano- no era
“normal”. El gran secreto está en que, a pesar de las dudas, aceptó el desafío
confiando en la compañía del Señor.
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