Ezequías puso su confianza en el Señor, Dios de Israel. No
hubo otro como él entre todos los reyes de Judá, ni antes ni después. Se
mantuvo fiel al Señor y no se apartó de él, sino que cumplió los mandamientos
que el Señor le había dado a Moisés. 2 Reyes 18:5, 6.
La historia de Ezequías queda marcada por dos grandes
momentos: su lucha contra Senaquerib, rey de Asiria, y su enfermedad superada
milagrosamente. De las dos situaciones, podemos sacar muchas lecciones
espirituales para nuestra vida diaria hoy, en pleno siglo XXI.
El rey de Asiria sitia Jerusalén así como lo había hecho con
todas las ciudades, grandes y pequeñas, que había querido conquistar. Y su
mensajero, para intimidar al pueblo, dice que si ningún dios de ningún pueblo
consiguió defender a sus adoradores del poder militar de su rey, ¿por qué el
dios de Judá lo conseguiría? El problema es que el dios de Judá, no es un dios:
es Dios.
¿Sabes? Muchas veces dejamos que traten a nuestro Dios como
si fuera un dios cualquiera. Peor, muchas veces actuamos como si nuestro Dios
no fuese más que un dios de segunda categoría. Como hijos del único Dios
verdadero, deberíamos tener más celo en su defensa, lo deberíamos representar
mejor.
Ezequías, frente a un problema que él –humanamente– no podía
solucionar, no busca apoyo en nadie ni en nada que no sea Dios. Él no va al
palacio para tener una reunión con sus generales, ni al parlamento para buscar
una estrategia política para solucionar la crisis. Él va al Templo. ¿Dónde vas
a buscar las soluciones a tus problemas? ¿Dónde depositas tu confianza?
El otro momento que marca la vida del rey Ezequías es su
enfermedad y el milagro de su curación, con la promesa de más años de vida. Hay
varias cosas que llaman la atención, pero la primera es la rapidez con la que
Dios actúa frente a una oración sincera. Isaías, el profeta que lleva el
mensaje de su muerte al rey, no había salido del palacio cuando regresa al
dormitorio de Ezequías para avisarle que tendrá quince años más de vida.
No sé cuál es tu pedido hoy, pero Dios continúa dispuesto a
responder a las oraciones que sus hijos elevan con fe y espíritu contrito a su
Trono de gracia. Dios continúa dispuesto a atrasar el sol, para demostrarte su
inmenso amor.
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