lunes, 29 de septiembre de 2014

Lunes 29 de septiembre –Amán

Todos los servidores de palacio asignados a la puerta del rey se arrodillaban ante Amán, y le rendían homenaje, porque así lo había ordenado el rey. Pero Mardoqueo no se arrodillaba ante él ni le rendía homenaje. Ester 3:2.

Amán estaba casi feliz. El rey lo acababa de honrar con una ascensión en la escala palaciega, llevándolo a “un puesto más alto que el de todos los demás funcionarios que estaban con él” (Est. 3:1); pero en el corazón humano, el “casi” es “nada”.
Cuenta la leyenda que era un pobre sastre que trabajaba para un rey. La felicidad estaba dibujada en el rostro del artesano todos los días. El rey le daba una moneda por cada trabajo que realizaba, y el súbdito no solo se lo agradecía con un excelente trabajo, sino además se lo demostraba con una actitud de alegría y plenitud, pese a que su condición económica continuaba siendo precaria.
Un día, el rey se impacientó con la constante alegría de su humilde siervo, y preguntó a uno de sus consejeros cómo podría hacer para borrarle la sonrisa del rostro a aquel sastre. El consejero le sugirió una idea que en un primer momento le pareció extraña, equivocada y ridícula al rey: “Dele noventa y nueve monedas”. El monarca pensó que si una moneda lo dejaba tan feliz, alegre y satisfecho al sastre, noventa y nueve monedas lo dejarían noventa y nueve veces más feliz, alegre y satisfecho… El consejero le explicó que el problema no era de cantidad, sino la obsesión de tener las cien.
La vida del sastre cambió radicalmente para mal, cuando pasó a preocuparse por la moneda que no le permitía completar la centena.
Amán tenía casi todo lo que había soñado, solo faltaba el homenaje de Mardoqueo. Si te pones a pensar seriamente en la historia, el hecho de que uno de los siervos del rey no se arrodillara ante él no debería ser motivo para tanta rabia ni tanto odio. Pero como “casi” es lo mismo que “nada”, Amán fue detrás de la “moneda” que faltaba para completar las cien.

No estoy recomendando que te conformes con poco ni que te quedes a la mitad del camino. Estoy diciéndote que Dios te da lo que tú necesitas, que tu felicidad no debe depender de la moneda que te hacen creer que te falta, sino que se debe sostener en las noventa y nueve que el Rey del universo te entrega cada día.

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