miércoles, 5 de noviembre de 2014

Miércoles 5 de noviembre - Natanael

-¿De dónde me conoces? -le preguntó Natanael. -Antes de que Felipe te llamara, cuando aún estabas bajo la higuera, ya te había visto. -Rabí, ¡tú eres el Hijo de Dios! ¡Tú eres el Rey de Israel! -declaró Natanael. Juan 1:48, 49.

Natanael es el primero de una serie inmensa de seres humanos que antes de conocer a Jesús, movidos por sus preconceptos, dudan de lo que él es y de lo que les ofrece. Se esconden detrás de millones de preguntas, Natanael inauguró con dos: ¿Puede salir algo bueno de Nazaret?, y ¿De dónde me conoces?
La pregunta que le hace a su amigo es de una miopía cultural y espiritual que asusta. Pero, es profundamente humana. Nazaret es un mal lugar y, por ende, de allí no puede salir algo tan bueno como el Redentor. De ese grupo humano no se puede esperar mucho. Esas personas no tienen lo que yo creo que es importante. Ese tipo de culto no me gusta. Las frases se multiplican como tantas sean las personas que no quieren aceptar la Palabra de Dios.
Felipe, el amigo de Natanael, no discute; simplemente, lo invita para que vea con sus propios ojos, para que lo viva.
A veces nos metemos tanto en las discusiones teóricas sobre doctrinas, religiones y creencias que nos olvidamos del gran argumento que Felipe le presentó al primero que expresó sus dudas sobre el Mesías: conoce a Jesús.
Discutir con Natanael habría sido una pérdida de tiempo. Quizás hasta lograra ganarle la discusión, pero no sé si le conseguiría ganar la mente y el corazón para Jesús. El Señor, a través del Espíritu Santo, es mucho mejor que nosotros para convencer al pecador.
Cuando Natanael se acerca al Salvador, este lo recibe con un comentario positivo. No es tan difícil. Abrió las puertas de la mente y el corazón del futuro discípulo, rompió todas las barreras (construidas con preconceptos) que tenía.
Las palabras de Jesús consiguieron lo que ninguna discusión habría conseguido.

La segunda pregunta surge naturalmente de la mente sorprendida del recién llegado. ¿De dónde me conoces? ¿Qué sabes de mí? ¿Por qué te interesas por mí? La respuesta, para Cristo, es fácil: te conozco desde el vientre de tu madre, por lo que sé absolutamente todo sobre t i . Y a pesar de lo que puedas pensar de ti mismo y de mí, yo te amo.

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