viernes, 3 de octubre de 2014

Viernes 3 de octubre – Ezequiel

En este tiempo, mientras Ezequiel hijo de Buzí estaba a orillas del rio Quebar, en la tierra de los caldeos, el Señor le dirigió la palabra, y su mano se posó sobre él. Ezequiel 1:3.

El libro escrito por Ezequiel sirve como base para muchas de las visiones que el apóstol Juan recibe en el Apocalipsis. Más allá de la cuestión profética, la vida de Ezequiel nos ayuda a pensar en algunos aspectos que me parecen importantes.
Los dos primeros detalles que me gustarían observar son: la presencia de Cristo en la peor situación que puedas estar y la forma cariñosa en que el Cielo se acerca al pecador.
Ezequiel está, junto con muchos de sus hermanos, en la tierra de los enemigos. Como vimos en las historias de Mardoqueo, Ester y Nehemías, había gente que estaba muy bien, desde el punto de vista social. El problema era que continúan siendo esclavos y que seguían estando lejos de su tierra natal. Ezequiel no tiene las ventajas de un cargo público, pero Dios también se acuerda de él.
Dios no conoce de fronteras ni de límites. Él llega hasta ti dondequiera que tú estés necesitándolo. No es un problema geográfico lo que detiene a Cristo, sino un corazón distante, una mente que piensa en otra cosa, una vida que no se entrega en sus brazos. No es que estés afuera del templo lo que impide que el Cielo te bendiga, sino que tu vida esté lejos de la Fuente eterna de bendiciones.
Cuando Dios te busca, quiere “posar” su mano sobre ti. No hay intención de castigo, ni de golpe ni de sanción. Es una mano suave, que llega hasta tu hombro y acaricia tu cabeza. Es la mano que busca confortarte, fortalecerte y ayudarte. Es la caricia que te tranquiliza, te anima, te demuestra los sentimientos -todos positivos- que el Cielo tiene por ti.
¿Entiendes? Dios te busca en la peor de tus circunstancias, en el peor de tus momentos y cuando peor te sientes. Entonces, cuando te dejas encontrar, coloca su mano protectora, fiel y amable sobre ti para darte lo que estás necesitando.
Ezequiel necesitaba fuerzas para enfrentar la idolatría de sus compatriotas en aquella tierra extraña. Necesitaba ánimo para enfrentar a los falsos profetas y a la corrupción que reinaba entre el pueblo de Dios.

¿Por qué motivo necesitas hoy que la mano de Dios se pose sobre ti?

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