Siempre siguió
el buen ejemplo de su padre Asa, y nunca se desvió de él, sino que hizo lo que
agrada al Señor. Sin embargo, no se quitaron los santuarios paganos, de modo
que el pueblo siguió ofreciendo allí sacrificios e incienso quemado. 1 Reyes 22:43.
La Biblia dice
que fue un buen rey. No esconde sus errores ni sus limitaciones, pero lo
incluye en la lamentablemente breve lista de los reyes que hicieron lo correcto
ante los ojos de Dios.
Josafat no es
perfecto; no consiguió completar la tarea de limpieza espiritual. Dejó los
santuarios paganos, propiciando así que el pueblo siguiera ofreciendo allí
sacrificios e incienso quemado.
¿Te das
cuenta? Pequeños detalles que no realizamos dejan la puerta abierta para
grandes problemas. El buen hijo de Asa hizo varias cosas correctas, pero dejó
un espacio espiritual desguarnecido, y allí aprovechó el enemigo de Dios para
lastimar el corazón del Padre.
Hace dos días,
cuando hablábamos del profeta Micaías, observamos a Josafat sentado al lado del
rey Acab. Eran parientes, y estaban comprometidos política y militarmente. Ya
señalamos que el problema del “yugo desigual” va más allá del casamiento; pero
creo que será bueno regresar sobre otro aspecto que también mencionamos: las
decisiones que tomamos más allá de la posición y las indicaciones de Dios.
Josafat es
quien pide la presencia de un profeta verdadero. Gracias a él se entera de la
verdadera posición del Cielo en relación con esta empresa militar. Es el
momento de obedecer. Es el instante en el que, como buen hijo de Dios, debería
frenar la locura del impío Acab. Pero no hace nada. Al contrario: va a la
guerra.
¿Qué tipo de
religión tiene Josafat? Tal vez, la misma que tenemos varios de nosotros. Es la
religión de la decisión personal previa y particular. Es la religión del
“Bendíceme”, no la del “Guíame”. Es la religión que elige a la novia (o al
novio) y después se la presenta a Dios, sin que él pueda –ni siquiera– opinar.
Es la religión que exige la aprobación divina a los proyectos humanos. Es la
religión del “Hago lo que quiero hacer” y después veo, por más que sé que el
Cielo está en contra.
Recuerda que
mejor que pedirle perdón a Dios por tu pecado, es pedirle que te dé fuerzas
para no cometerlo.
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