En seguida la mujer dejó a Eliseo
y se fue. Luego se encerró con sus hijos y empezó a llenar las vasijas que
ellos le pasaban. 2 Reyes 4:5.
La viuda sabía exactamente a
quién ir en el momento de dificultades. Ella no pierde tiempo gastando
explicaciones con personas que no tenían ninguna solución. Actuando sabiamente,
va directamente a la Fuente de todas las soluciones. Dios no es solo salvación
para tus temas espirituales, él está interesado en todos los aspectos de tu
vida.
Cuando la viuda le explica que lo
único que tiene en su casa es un poco de aceite, Dios organiza –en las palabras
del profeta– el milagro con lo que ella tiene. ¿Sabes? Dios usa lo que tú le
ofreces. Si lo único que tienes es un poco de aceite, él lo va a usar. Cuando
Moisés le dijo que lo único que tenía era una vara, Dios la usó. Él no va a
pedirte que le entregues algo que no tienes. Un poco de aceite, en las manos de
Dios, era suficiente para solucionar el problema económico y vital de la
familia.
La orden de Eliseo fue que
buscaran todas las vasijas que pudieran. El milagro tendrá el tamaño de tu
compromiso. No puedes esperar que Dios llene más vasijas que las que tú le
pones a disposición. Si los hijos de la viuda se hubieran aburrido, cansado,
desanimado a mitad de camino, el milagro hubiera quedado –también– a mitad de
camino. El milagro es divino, los instrumentos son humanos. Siempre los límites
son puestos por los últimos, porque Dios no tiene límites.
Cuando los muchachos le dijeron
que no había más vasijas, el aceite terminó. Las bendiciones divinas nunca
terminan antes que los recipientes humanos.
Recuerda, tú eres tu propio
límite para el poder divino en tu vida. Si hubiera habido más vasijas, sin duda
alguna habría habido más aceite. Hasta que tu vida no esté rebozando, Dios no
desea terminar de santificarte.
La viuda nos enseña que hay una
sola solución válida y total para todos los problemas de nuestra vida; solución
que llega hasta donde nuestra obediencia se lo permite.
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