En el año
veintiséis de Asa, rey de Judá, Ela hijo de Baasa ascendió al trono de Israel,
y reinó dos años en Tirsá. 1 Reyes 16:8.
Por más que
Ela es el personaje central de nuestra meditación, en realidad te quiero
acompañar en una lectura rápida de una serie de nombres que se fueron sumando
en la historia del reino de Israel, mientras Asa –el buen rey de Judá–
gobernaba en la tribu del sur.
Ela consigue
reinar dos años y Zimri lo mata, mientras él estaba embriagándose en la casa de
uno de sus administradores. Cuando Zimri usurpa el trono, realiza la misma
matanza que Baasa había realizado con la familia de Jeroboam.
El reino de
Zimri duró siete días. Exactamente el tiempo que demoraron en llegar las
noticias de su rebelión hasta el campamento israelita, puesto que allí los
militares nombraron a Omri, el jefe del ejército, como rey. Omri, para
conseguir reinar, tuvo que pelear contra Tibni, caudillo de otro grupo que
quería el trono y que dominaba a una mitad del pueblo, que no aceptaba el
nombramiento realizado por los soldados.
Más allá de
los nombres extraños y poco conocidos; se esconden historias de hombres y
mujeres que tomaron sus decisiones en relación con Dios. Lo que me gustaría que
observes es el caos, la confusión y las intrigas que se gestan cuando una
nación se aleja de Dios. Exactamente igual es la situación de una familia, una
pareja o una persona que toma esa decisión. Cuando Dios no forma parte de tu
vida, tu mundo es un caos.
Sin embargo,
la buena noticia es que, aunque estemos en la peor circunstancia, Dios tiene
poder absoluto para organizar tu universo, tal como lo hizo en la Creación.
Solo es cuestión de dejarlo actuar. Este fue el error de los reyes de Israel:
ninguno de ellos lo dejó intervenir en su favor. Por eso tuvieron que sufrir
las consecuencias de sus elecciones en soledad.
Dios no
acompaña a aquel que no pide su compañía. Tu silencio o indiferencia deja al
Dios todopoderoso, Señor del universo, de manos atadas, sin posibilidad de
ayudarte, sin la oportunidad de darle un color diferente –siempre mejor– a tu
vida.
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