lunes, 4 de agosto de 2014

Lunes 4 de agosto – Ela

En el año veintiséis de Asa, rey de Judá, Ela hijo de Baasa ascendió al trono de Israel, y reinó dos años en Tirsá. 1 Reyes 16:8.

Por más que Ela es el personaje central de nuestra meditación, en realidad te quiero acompañar en una lectura rápida de una serie de nombres que se fueron sumando en la historia del reino de Israel, mientras Asa –el buen rey de Judá– gobernaba en la tribu del sur.
Ela consigue reinar dos años y Zimri lo mata, mientras él estaba embriagándose en la casa de uno de sus administradores. Cuando Zimri usurpa el trono, realiza la misma matanza que Baasa había realizado con la familia de Jeroboam.
El reino de Zimri duró siete días. Exactamente el tiempo que demoraron en llegar las noticias de su rebelión hasta el campamento israelita, puesto que allí los militares nombraron a Omri, el jefe del ejército, como rey. Omri, para conseguir reinar, tuvo que pelear contra Tibni, caudillo de otro grupo que quería el trono y que dominaba a una mitad del pueblo, que no aceptaba el nombramiento realizado por los soldados.
Más allá de los nombres extraños y poco conocidos; se esconden historias de hombres y mujeres que tomaron sus decisiones en relación con Dios. Lo que me gustaría que observes es el caos, la confusión y las intrigas que se gestan cuando una nación se aleja de Dios. Exactamente igual es la situación de una familia, una pareja o una persona que toma esa decisión. Cuando Dios no forma parte de tu vida, tu mundo es un caos.
Sin embargo, la buena noticia es que, aunque estemos en la peor circunstancia, Dios tiene poder absoluto para organizar tu universo, tal como lo hizo en la Creación. Solo es cuestión de dejarlo actuar. Este fue el error de los reyes de Israel: ninguno de ellos lo dejó intervenir en su favor. Por eso tuvieron que sufrir las consecuencias de sus elecciones en soledad.

Dios no acompaña a aquel que no pide su compañía. Tu silencio o indiferencia deja al Dios todopoderoso, Señor del universo, de manos atadas, sin posibilidad de ayudarte, sin la oportunidad de darle un color diferente –siempre mejor– a tu vida.

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