jueves, 21 de agosto de 2014

Jueves 21 de agosto – Los oficiales de Ocozías

 Y en seguida envió a un oficial con cincuenta soldados a buscarlo. El oficial fue y encontró a Elías sentado en la cima de un monte. “Hombre de Dios –le dijo–, el rey le ordena que baje”. 2 Reyes 1:9.

Ocozías tuvo un accidente al caer de una ventana, y envía un grupo de mensajeros a consultar al dios de Ecrón sobre su futuro. El profeta Elías interrumpe el viaje de la comitiva y los hace regresar, avisando que el rey morirá. Ese primer grupo no conoce al hombre de Dios, pero apenas lo describen –solamente la vestimenta– y presentan su informe, Ocozías entiende que es Elías quien habló, y lo manda a prender.

Tres grupos de oficiales son enviados con la misma misión. Los dos primeros fueron –literalmente– consumidos por fuego divino. El tercer contingente actúa de una manera marcadamente diferente, y consigue no solo sobrevivir, sino además llevar al profeta hasta la presencia del rey.

Elías se encontraba en la tranquilidad de la cima del monte. Un lugar así nos acerca a la presencia de Dios. El silencio y la quietud nos permiten escuchar mejor la voz del Señor. Quizá sea por eso que los dos primeros mensajeros, representantes de los poderes del mal, lo primero que le dicen al profeta es “baja”.

Es interesante que ambos comiencen reconociendo a Elías como un hombre de Dios. Tus palabras, tu vestimenta, tu forma de actuar, tu posición frente a la vida, tu elección por estar en la cima del monte, cerca de Dios, hace fácil reconocerte como un hombre o una mujer de Dios.

Con el segundo contingente, la orden será más enfática: “Baja inmediatamente” (2 Rey. 1:10). La única forma que existe para que el enemigo pueda atraparte, llevarte a sus dominios y rendirte, es haciéndote bajar a su territorio. Mientras estés en la cima del monte, en el territorio de Dios, nadie tiene poder para alcanzarte ni tocarte.

Hoy puedes elegir si vivir en la cima del monte o en el territorio del enemigo. Recuerda que allí arriba difícilmente podrás estar acompañado por mucha gente y que no tendrás las comodidades que el valle te ofrece, pero ese es el territorio de Dios; por lo tanto, es el mejor lugar del mundo para ti  y para mí.

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