viernes, 29 de agosto de 2014

Viernes 29 de agosto – La muchacha esclava

En cierta ocasión los sirios, que salían a merodear, capturaron a una muchacha israelita y la hicieron criada de la esposa de Naamán. 2 Reyes 5:2.

Antes de llorar por escasa suerte o porque todo sale mal, piensa en la historia de esta muchacha esclava. La Biblia no cuenta su historia con lujo de detalles, apenas le dedica un par de versículos.

Esta niña no formaba parte de un ejército ni nada de eso. Solo estaba en el lugar y en el momento equivocados: justo allí donde un grupo de sirios merodeadores que se dedicaban al pillaje. Ella era inocente. No tenía ninguna culpa. No había hecho nada malo. Y ahora era esclava.

Lo cierto es que la muchacha termina siendo esclava en la casa de uno de los jefes militares del ejército enemigo de su pueblo. Ella tenía sobrados motivos para quejarse, para estar amargada, para protestar por su injusto encierro… Tenía motivos para odiar a Naamán y a su pueblo.

¿No sería esa tu reacción natural? Creo que sí sería la mía. Yo no merezco esa situación; reacciono de tal manera que todo el mundo (y Dios también) sepa que fue injusto. Frente a la injusticia, no estoy sonriendo; frente a la injusticia, no estoy buscando la manera de ayudar a aquel que fue injusto conmigo. Pero la muchacha es bondadosa con Naamán y le ofrece la solución a su problema.

En nuestra vida espiritual estamos en la misma situación. Somos minoría, en un mundo en el que quedamos desacomodados. Somos presionados por fuerzas enemigas que buscan destruirnos. Somos atacados –física, psicológica y espiritualmente– todos los días, por todos los flancos.

Nosotros tenemos que decidir qué posición vamos a tomar. Podemos elegir cerrarnos, quejarnos, protestar y pedir por la destrucción de nuestros enemigos; o como esta muchacha esclava, podemos mostrar que tenemos algo diferente para ofrecer.


La muchacha, en la peor situación, cuando vio el problema que atormentaba a sus amos, no disfrutó de la circunstancia ni se alegró porque la lepra fuese una especie de “dulce venganza”. No. Ella le mostró una solución. Mejor dicho, le mostró la mejor solución: le mostró a su amo pagano al verdadero Dios.

jueves, 28 de agosto de 2014

Jueves 28 de agosto – Naamán

Así que Naamán, con sus caballos y sus carros, fue a la casa de Eliseo y se detuvo ante la puerta. Entonces Eliseo envió un mensajero a que le dijera: “Ve y zambúllete siete veces en el río Jordán; así tu piel sanará, y quedarás limpio”. 2 Reyes 5:9, 10.

Debe ser una de las historias bíblicas más interesantes que nos cuentan cuando somos pequeños. El gran general del ejército de un país enemigo llega hasta la casa del profeta de Dios en Israel, por el comentario oportuno y lleno de fe de una muchacha esclava.
Eliseo le da una orden muy extraña para solucionar el problema: bañarse en el río Jordán. Contra su voluntad, Naamán obedece y Dios realiza el milagro.
Naamán se prepara para ir a Israel y, diplomáticamente, avisa al rey del país su intención de visitar la tierra para ser sanado.
Naamán llega, con todas sus expectativas, con toda la fe prestada por la muchacha que había quedado en su tierra, ante la casa del profeta. Él espera ser tratado con las honras que a su grado militar le corresponde. Pero eso no ocurre. Es tratado como un ser humano enfermo, que necesita de un milagro. Siempre pensé que Eliseo podría haberlo recibido con un poco más de cortesía; pero tenemos que aprender que Dios actúa –siempre– de la manera que es mejor para nosotros.
“Naamán se enfureció y se fue, quejándose: ¡Yo creí que el profeta saldría a recibirme personalmente para invocar el nombre del Señor su Dios, y que con un movimiento de la mano me sanaría de la lepra! ¿Acaso los ríos de Damasco, el Abana y el Farfar, no son mejores que toda el agua de Israel? ¿Acaso no podría zambullirme en ellos y quedar limpio? Furioso, dio media vuelta y se marchó” (2 Rey. 5:11, 12).
Los criados convencen a Naamán de que realice el “sacrificio” de meterse en el río Jordán. Luego de seis zambullidas que no dan resultado, llega la séptima: es el momento de la fe. Dios siempre realiza el milagro de la manera y en el momento que él sabe que son los mejores. No hubo aceite desbordando en la casa de la viuda, pero nunca se secó el fondo de la vasija. Jericó no se cayó ni en la primera ni en la sexta vuelta.

La séptima zambullida es el momento que Dios eligió para hacer el milagro. No pierdas la fe.

miércoles, 27 de agosto de 2014

Miércoles 27 de agosto – Giezi

Luego le dijo a su criado Giezi: “Llama a la señora. El criado así lo hizo, y ella se presentó”. 2 Reyes 4:12.

Tus decisiones marcan tu vida. Parece una obviedad, pero si lo piensas un segundo, te darás cuenta de que es una frase con una profundidad y una importancia enormes, con reflejos eternos. Josué era el ayudante de Moisés. Eliseo comenzó su ministerio profético siendo el ayudante de Elías. Giezi era el ayudante de Eliseo. ¿Hay alguna posibilidad de que Dios lo haya elegido para que fuera el siguiente profeta de Israel? Nadie lo sabrá, porque él eligió pensar en el aquí y ahora, antes que en el plan de Dios para su vida.
Si la vida de Giezi hubiera sido como lo marca el versículo de hoy, ¡quién sabe, su destino hubiera sido bien diferente! Pero, con el paso del tiempo, da la sensación de que el respeto, la admiración y la obediencia a la palabra profética se desdibujaron en la mente de Giezi.
Después de que Eliseo rechaza el ofrecimiento de recibir un pago por el milagro de sanar de lepra a Naamán, Giezi va en busca del capitán sirio, inventa la mentira de la llegada de los dos jóvenes estudiantes de las escuelas de los profetas, y pide “tres mil monedas y dos mudas de ropa” (2 Rey. 5:22).
Un posible futuro de victorias y alegrías se pierde por decidir basado en el aquí y el ahora. Eva decidió de esta manera. David, en la historia con Betsabé, decidió del mismo modo. Tú y yo, muchas veces, también.
Giezi, se perdió porque, para él, eran más importantes las riquezas que el capitán sirio le había ofrecido a Eliseo que las palabras del profeta. Muchos de nosotros nos perderemos porque veinte minutos de placer son más importantes que la eternidad; porque preferimos satisfacer nuestros deseos terrenos, momentáneos y fugaces antes que obedecer las órdenes divinas, eternas y constantes; porque la alegría superficial, vacía e instantánea del pecado eclipsa nuestra percepción de la felicidad profunda y perpetua que nos ofrece el Cielo.

El aquí y ahora nos seduce y nos conduce, haciéndonos perder de vista el glorioso más allá.

martes, 26 de agosto de 2014

Martes 26 de agosto –La mujer sunamita

“Señor mío –le reclamó la mujer–, ¿acaso yo le pedí a usted un hijo? ¿No le rogué que no me engañara?”. 2 Reyes 4:28.

No son tanto tus palabras, sino tus acciones las que señalarán quién eres. No conocemos ningún sermón de la mujer sunamita, pero ella recibió a Eliseo en su casa y convenció a su marido para que construyera una pieza en la azotea de su propia casa, porque “este es un hombre de Dios” (2 Rey. 4:9).
El trato que esta mujer le dispensa a Eliseo generará un espíritu agradecido en el profeta, quien le prometerá un hijo. La reacción de la sunamita es muy parecida a la de Sara, la esposa de Abraham. Basándose en su punto de vista humano, finito e incrédulo, entiende que está siendo engañada con una promesa que nunca se podrá cumplir. Por difícil que te sea creer en una promesa divina, recuerda que Dios no miente ni se equivoca: si él lo dijo, él lo cumplirá. Confiar en esa Palabra es la base de la religión.
Quizás el mayor problema es que no estamos acostumbrados a escuchar la voz de Dios, por eso no sabemos –exactamente– en qué ni en quién confiar; nos mareamos entre tantas voces, nos perdemos en el laberinto de ruidos que nos llevan, como marionetas, de un lado al otro, haciéndonos perder el rumbo hacia nuestro hogar.
Al año siguiente, cuando Eliseo detiene su viaje para disfrutar de estos momentos de paz, tranquilidad y comodidad que la familia de la mujer sunamita le ofrece, el niño prometido ya está en brazos de la madre. Es el mundo perfecto. Eliseo con su pieza y su palabra profética confirmada; la mujer con su hijo; la familia –ahora completa con el muchachito– con campos fértiles y una situación económica confortable.
El enemigo de Dios no respeta tus momentos para atacarte. Él te hiere donde más duele, en aquel aspecto de tu vida del que sabe que más te costará recuperarte. Donde tú viste la mano de Dios actuando, él intentará interferir. Te lastima y te hace dudar. Destroza tus sueños y tu futuro. Te llena de incertidumbres y desconfianzas. Tu cabeza comienza a rodar a mil kilómetros por segundo, preguntándote “¿Por qué?”.

Aprende con la mujer sunamita a buscar las respuestas a los pies de Aquel que es el único que tiene las verdaderas respuestas, las finales, las eternas.

lunes, 25 de agosto de 2014

Lunes 25 de agosto – La viuda

En seguida la mujer dejó a Eliseo y se fue. Luego se encerró con sus hijos y empezó a llenar las vasijas que ellos le pasaban. 2 Reyes 4:5.

La viuda sabía exactamente a quién ir en el momento de dificultades. Ella no pierde tiempo gastando explicaciones con personas que no tenían ninguna solución. Actuando sabiamente, va directamente a la Fuente de todas las soluciones. Dios no es solo salvación para tus temas espirituales, él está interesado en todos los aspectos de tu vida.
Cuando la viuda le explica que lo único que tiene en su casa es un poco de aceite, Dios organiza –en las palabras del profeta– el milagro con lo que ella tiene. ¿Sabes? Dios usa lo que tú le ofreces. Si lo único que tienes es un poco de aceite, él lo va a usar. Cuando Moisés le dijo que lo único que tenía era una vara, Dios la usó. Él no va a pedirte que le entregues algo que no tienes. Un poco de aceite, en las manos de Dios, era suficiente para solucionar el problema económico y vital de la familia.
La orden de Eliseo fue que buscaran todas las vasijas que pudieran. El milagro tendrá el tamaño de tu compromiso. No puedes esperar que Dios llene más vasijas que las que tú le pones a disposición. Si los hijos de la viuda se hubieran aburrido, cansado, desanimado a mitad de camino, el milagro hubiera quedado –también– a mitad de camino. El milagro es divino, los instrumentos son humanos. Siempre los límites son puestos por los últimos, porque Dios no tiene límites.
Cuando los muchachos le dijeron que no había más vasijas, el aceite terminó. Las bendiciones divinas nunca terminan antes que los recipientes humanos.
Recuerda, tú eres tu propio límite para el poder divino en tu vida. Si hubiera habido más vasijas, sin duda alguna habría habido más aceite. Hasta que tu vida no esté rebozando, Dios no desea terminar de santificarte.

La viuda nos enseña que hay una sola solución válida y total para todos los problemas de nuestra vida; solución que llega hasta donde nuestra obediencia se lo permite.

viernes, 22 de agosto de 2014

Viernes 22 de agosto – La comunidad de profetas

También allí los miembros de la comunidad de profetas de la ciudad se acercaron a Eliseo y le preguntaron: “¿Sabes que hoy el Señor va a quitarte a tu maestro, y a dejarte sin guía?”. “Lo sé muy bien. ¡Cállense!”. 2 Reyes 2:5.
Elías está terminando su ministerio, y Eliseo sabe que tendrá que comenzar el suyo sin la compañía ni la guía del profeta del Monte Carmelo. Frente a tal expectativa, Eliseo no se separa de su maestro ni por un instante.
Elías intenta dejarlo varias veces, pero siempre recibe la misma respuesta de Eliseo: “Yo voy contigo”. La historia de Rut viene a la memoria, con la repetida negación para abandonar al otro. Motivos diferentes, situaciones diferentes, pero igual resultado: victoria final y bendiciones para aquel que eligió quedarse.
Tanto en Bet-el como en Jericó, los miembros de la comunidad de los profetas se acercan a Eliseo para decirle que el Señor le quitará a su maestro y que lo dejará sin guía. En los dos casos, Eliseo responde que ya lo sabe y que no necesitan recordárselo.
Que la información que tengas sea verdad no significa que la tengas que estar repitiendo todo el tiempo a todo el mundo. Hay momentos, circunstancias y personas que debes respetar (y cuidar), antes de hablar.
Cuando llegan los dos profetas a la orilla del Jordán, a una cierta distancia los acompañan unos cincuenta miembros de la comunidad de los profetas. Ellos fueron los testigos privilegiados de la ascensión de Elías y del inicio del ministerio de Eliseo. El reconocimiento del Espíritu Santo en la vida de Eliseo fue inmediato. La fe en el poder divino demoró un poco más.
Tú puedes ser miembro de la iglesia y ser testigo de milagros, de grandes transformaciones en las vidas de las personas que te rodean, lo cual es el mayor de los milagros que Dios puede realizar. Reconocer la acción del Espíritu Santo en un momento no es garantía de que siempre lo conseguirás hacer.

Haber sido guiado por la mano de Dios un día no es garantía de que siempre te podrá guiar. Es una decisión que debes tomar cada día. Tómala hoy.

jueves, 21 de agosto de 2014

Jueves 21 de agosto – Los oficiales de Ocozías

 Y en seguida envió a un oficial con cincuenta soldados a buscarlo. El oficial fue y encontró a Elías sentado en la cima de un monte. “Hombre de Dios –le dijo–, el rey le ordena que baje”. 2 Reyes 1:9.

Ocozías tuvo un accidente al caer de una ventana, y envía un grupo de mensajeros a consultar al dios de Ecrón sobre su futuro. El profeta Elías interrumpe el viaje de la comitiva y los hace regresar, avisando que el rey morirá. Ese primer grupo no conoce al hombre de Dios, pero apenas lo describen –solamente la vestimenta– y presentan su informe, Ocozías entiende que es Elías quien habló, y lo manda a prender.

Tres grupos de oficiales son enviados con la misma misión. Los dos primeros fueron –literalmente– consumidos por fuego divino. El tercer contingente actúa de una manera marcadamente diferente, y consigue no solo sobrevivir, sino además llevar al profeta hasta la presencia del rey.

Elías se encontraba en la tranquilidad de la cima del monte. Un lugar así nos acerca a la presencia de Dios. El silencio y la quietud nos permiten escuchar mejor la voz del Señor. Quizá sea por eso que los dos primeros mensajeros, representantes de los poderes del mal, lo primero que le dicen al profeta es “baja”.

Es interesante que ambos comiencen reconociendo a Elías como un hombre de Dios. Tus palabras, tu vestimenta, tu forma de actuar, tu posición frente a la vida, tu elección por estar en la cima del monte, cerca de Dios, hace fácil reconocerte como un hombre o una mujer de Dios.

Con el segundo contingente, la orden será más enfática: “Baja inmediatamente” (2 Rey. 1:10). La única forma que existe para que el enemigo pueda atraparte, llevarte a sus dominios y rendirte, es haciéndote bajar a su territorio. Mientras estés en la cima del monte, en el territorio de Dios, nadie tiene poder para alcanzarte ni tocarte.

Hoy puedes elegir si vivir en la cima del monte o en el territorio del enemigo. Recuerda que allí arriba difícilmente podrás estar acompañado por mucha gente y que no tendrás las comodidades que el valle te ofrece, pero ese es el territorio de Dios; por lo tanto, es el mejor lugar del mundo para ti  y para mí.

miércoles, 20 de agosto de 2014

Miércoles 20 de agosto – Ocozías

Ocozías hijo de Acab ascendió al trono de Israel en Samaria en el año diecisiete de Josafat, rey de Judá, y reinó dos años en Israel. Pero hizo lo que ofende al Señor, porque anduvo en los caminos de su padre y de su madre, y en los caminos de Jeroboam hijo de Nabat, que hizo que Israel pecara. 1 Reyes 22:51, 52.

Humanamente hablando, no se podría esperar mucho más de Ocozías de lo que este versículo relata. Hizo lo que ofende a Dios, anduvo en los caminos de sus padres y colaboró para que el pueblo de Israel continuara pecando.

Desde el punto de vista humano, el pecado a veces no nos sorprende, hasta que supera los límites que nosotros mismos colocamos. Por ejemplo: que un dirigente de la iglesia cometa adulterio consigue llamar nuestra atención (en algunos casos roza el escándalo), porque supera los límites que marcamos. Dicho de otro modo, aceptamos diversos niveles de pecados. Esto es un error.

Nos acostumbramos tanto, por ejemplo, al chisme, a la mentira y a la murmuración, que ya forman parte de la “normalidad”.

“Fulano –dirigente de la iglesia– me contó un chisme”. Dejó de ser un problema, para transformarse en la introducción para que yo también me entere de la información que está circulando. Nadie se escandaliza.

“Fulano –dirigente de la iglesia– estaba fumando y bebiendo en el bar”. Superó los límites. Nos incomoda. En esos casos, reaccionamos.

Aquellos pecados “normales”, “comunes”, “repetidos por todos”, los observamos como características de la naturaleza humana, casi no le damos importancia espiritual; cuando, en realidad, uno solo de esos pecados sin confesar, sin que se muera frente a la fuerza del arrepentimiento, nos puede dejar fuera del Reino de Dios.

En una oportunidad, Ocozías se unió con Josafat para construir una flota, con la idea de traer oro de Ofir. No lo consiguieron, porque la escuadra naufragó. Ante el fracaso, el rey de Israel propuso un segundo intento; pero Josafat, advertido por un profeta, no aceptó la propuesta (1 Rey. 22:48, 49).


La diferencia entre el hombre prudente y el insensato es que mientras este no entiende la voz de Dios y vuelve a repetir el error, el primero se aleja del mal. Tú eliges qué harás con tu vida eterna. Tan solo recuerda que un pecado “normal” te puede dejar fuera del cielo.

martes, 19 de agosto de 2014

Martes 19 de agosto – Josafat

Siempre siguió el buen ejemplo de su padre Asa, y nunca se desvió de él, sino que hizo lo que agrada al Señor. Sin embargo, no se quitaron los santuarios paganos, de modo que el pueblo siguió ofreciendo allí sacrificios e incienso quemado. 1 Reyes 22:43.

La Biblia dice que fue un buen rey. No esconde sus errores ni sus limitaciones, pero lo incluye en la lamentablemente breve lista de los reyes que hicieron lo correcto ante los ojos de Dios.
Josafat no es perfecto; no consiguió completar la tarea de limpieza espiritual. Dejó los santuarios paganos, propiciando así que el pueblo siguiera ofreciendo allí sacrificios e incienso quemado.
¿Te das cuenta? Pequeños detalles que no realizamos dejan la puerta abierta para grandes problemas. El buen hijo de Asa hizo varias cosas correctas, pero dejó un espacio espiritual desguarnecido, y allí aprovechó el enemigo de Dios para lastimar el corazón del Padre.
Hace dos días, cuando hablábamos del profeta Micaías, observamos a Josafat sentado al lado del rey Acab. Eran parientes, y estaban comprometidos política y militarmente. Ya señalamos que el problema del “yugo desigual” va más allá del casamiento; pero creo que será bueno regresar sobre otro aspecto que también mencionamos: las decisiones que tomamos más allá de la posición y las indicaciones de Dios.
Josafat es quien pide la presencia de un profeta verdadero. Gracias a él se entera de la verdadera posición del Cielo en relación con esta empresa militar. Es el momento de obedecer. Es el instante en el que, como buen hijo de Dios, debería frenar la locura del impío Acab. Pero no hace nada. Al contrario: va a la guerra.
¿Qué tipo de religión tiene Josafat? Tal vez, la misma que tenemos varios de nosotros. Es la religión de la decisión personal previa y particular. Es la religión del “Bendíceme”, no la del “Guíame”. Es la religión que elige a la novia (o al novio) y después se la presenta a Dios, sin que él pueda –ni siquiera– opinar. Es la religión que exige la aprobación divina a los proyectos humanos. Es la religión del “Hago lo que quiero hacer” y después veo, por más que sé que el Cielo está en contra.

Recuerda que mejor que pedirle perdón a Dios por tu pecado, es pedirle que te dé fuerzas para no cometerlo.

lunes, 18 de agosto de 2014

Lunes 18 de agosto – Sedequías

Al oír esto, Sedequías hijo de Quenaana se levantó y le dio una bofetada a Micaías. “¿Por dónde se fue el espíritu del Señor cuando salió de mí para hablarte?”, le preguntó. 1 Reyes 22:24.

Los mentirosos, además de profundamente falsos, son tristemente divertidos. Se animan a sobreactuar en ciertas situaciones, que alcanzan a rayar lo ridículo. A veces, llego a pensar que los embusteros siempre creen en sus falacias. Ellos afirman, parece que convencidos, cosas que quien conoce la verdad sabe que no son así. Ni siquiera la duda o la vergüenza los frenan. Mantienen sus mentiras con la mayor naturalidad.

Cuando Acab, por pedido de Josafat, pide la presencia de los profetas, entre el grupo de mentirosos llega Sedequías, con toda su fuerza teatral en manos. Dando un paso al frente (¡los mentirosos siempre quieren aparecer frente a la platea real!), llamando toda la atención sobre él (solamente faltan las luces iluminándolo), con dos cuernos de hierro en sus manos, predice que empujarán a las cornadas al ejército sirio para afuera del territorio israelita.
Luego de la presentación teatral, jocosa y exagerada, el rey de Judá pedirá un profeta serio, verdadero y del Señor. En ese contexto llega Micaías.
Quizá te toque “entrar en escena” cuando la mentira esté dominando la situación. No te acobardes por eso: nadie puede mentir a todos todo el tiempo; pero tú siempre puedes decir la verdad a todos. Lo verdadero, más tarde o más temprano, se mostrará como lo único válido. Lunes 18 de agosto – Sedequías
Al  escuchar la predicción desalentadora de Micaías, Sedequías se levanta y le da una bofetada (el más grande de los insultos en las culturas orientales). El atrevimiento del mentiroso no conoce límites.
 Para el mentiroso, la única solución es Cristo. Para la mentira, incluso aquella que te afecta directamente, aquella que te ofendió, la que te hirió, la solución es el tiempo. Sí, el tiempo es la única opción que existe para que aparezca la verdad.
Cristo dijo que conoceríamos al árbol por sus frutos. Pero, a veces, el árbol demora para darlos. Durante ese tiempo, es posible que los Sedequías que te rodean aparenten con su escenificación, y quieran dominar la historia y controlar la situación.
Quizá tú, que estás con la verdad, puedas estar sufriendo; pero el Cielo te dará tu legítima y genuina recompensa. Aprende a esperar en aquel que es el Camino, la Vida y la Verdad.

viernes, 15 de agosto de 2014

Viernes 15 de agosto – Nabot

Pero Nabot le respondió: “El Señor prohíbe que yo le venda a Su Majestad lo que heredé de mis antepasados”. 1 Reyes 21:3.

¡Pobre Nabot! Todo su error fue vivir al lado del palacio real. ¡Pobre Acab! Tanto poder terrenal, pero sin el más mínimo dominio propio. Por el contrario, actúa como un niño malcriado cuando no consigue el juguete que quiere, en el instante que lo desea.
La propuesta de Acab no es mala. Le ofrece comprarle el viñedo o, si prefiere, cambiárselo por alguno mejor. La respuesta de Nabot es más sentimental que comercial. La propuesta de Jezabel (¡siempre ella!) es mentir, asesinar y robar, porque Acab –caprichosamente– quería ese viñedo.
Acab, además de todos los defectos que ya mencionamos, ahora nos muestra otra faceta de su despreciable carácter. Si no tiene lo que quiere cuando él quiere, se “deprime”. Parece mentira que en este momento de la historia él tenga más de cinco años.
No sé si conoces a alguien así. El malhumor está pronto para aflorar si no consigue –en el mismo instante– lo que desea. Un “no” es el fin del mundo. Es esa visión equivocada que tenemos del Señor, cuando sentimos que él no nos da exactamente lo que le pedimos. Quedamos “malhumorados”, espiritualmente hablando. Entonces ya no oramos, no vamos a la iglesia, no adoramos… Nuestra inmadurez espiritual puede llegar a extremos que rozan el absurdo. Transformamos a Dios en un “hada madrina”, que tiene la obligación de siempre convertirnos en príncipes o princesas, aunque nuestra realidad espiritual sea de cenicientas.
Como niños en un centro comercial, muchas veces pedimos (llorando y a los gritos) cosas a Dios como ellos se las piden a sus padres.
Nabot no tiene ninguna culpa ni es maleducado. No exige nada. Simplemente, dice “No” a una propuesta de negocio. ¿Sabes? Tú tendrás que decir muchos “no” en tu vida. Algunos serán fáciles, otros pueden dolerte profundamente; pero por las razones correctas los podrás defender, si fuera necesario, hasta con tu propia vida.

El viñedo de tu pureza sexual, el de tu adoración, el de los sábados como día del Señor, el viñedo de tu honestidad, el de tu alimentación siguiendo los principios divinos y tantos otros, son propiedades que no deberías vender (ni entregar) por ningún precio.

jueves, 14 de agosto de 2014

Jueves 14 de agosto – Los funcionarios del Rey

Por otra parte, los funcionarios del rey de Siria le aconsejaron: “Los dioses de los israelitas son dioses de las montañas. Por eso son demasiado fuertes para nosotros. Pero si peleamos contra ellos en las llanuras, sin duda los venceremos”. 1 Reyes 20:23.

Es extraño pensar que el Dios de los israelitas era un dios de la montaña, pero que no tendría poder en el valle. Esa idea de colocar límites al poder divino nos hace esbozar una sonrisa.

— Lo triste es que a veces nosotros nos comportamos como si creyéramos en el pensamiento de los funcionarios del rey sirio, y ponemos límites al poder de Dios. Es como si lo dejáramos en el valle cuando subimos la montaña, o pensamos que está en la montaña cuando nos toca caminar por el valle.

Nuestra vida, comúnmente, no está involucrada en una guerra militar. Pero, definitivamente, nuestra jornada en esta Tierra está enmarcada en una batalla espiritual con desenlaces eternos, que van mucho más allá de la conquista de un territorio.

Nuestras montañas, normalmente, se presentan imponentes y majestuosas los días que vamos a la iglesia; y por algún elemento externo, conseguimos sentirnos fuertes espiritualmente. Pensamos que podemos solos. En nuestras montañas, no damos lugar a Dios.

Lo mismo, pero al contrario, nos ocurre en los valles. Nos sentimos tan solos, tan desamparados, tan abajo, que tampoco conseguimos ver a Dios allí. Así, nuestras acciones parecen demostrar que no creemos en que nuestro Dios tenga suficiente poder para pelear con nosotros en los momentos de tristeza.

En los valles de nuestra vida nos pasan cosas interesantes. Por ejemplo, estando en un momento negativo, ¿no sentiste ganas de transformar a Dios en un “hada madrina”, que solucione tu problema con una varita mágica?

En los valles de sombra, en los valles de muerte, diría el rey David, Dios está a tu lado. Pero también está en las montañas más altas de tu existencia.

Cuando el sol brilla o cuando la tormenta cubre tu horizonte. Cuando estás feliz en la playa y cuando las olas golpean fuerte.


En todo momento y en todo lugar, tenemos un Dios que tiene poder para acompañarnos y ayudarnos a vencer nuestras luchas. No quieras colocar límites al Dios que todo lo puede, que todo lo sabe y que te ama mucho más de lo que tú mismo puedes imaginar.

miércoles, 13 de agosto de 2014

Miércoles 13 de agosto – Ben adad

Entonces Ben adad, rey de Siria, reunió a todo su ejército y, acompañado por treinta y dos reyes con sus caballos y carros de combate, salió a hacerle guerra a Samaria, y la sitió. 1 Reyes 20:1.

A esta historia ya la vimos. El hombre, pensando en su propio poder y en su fuerza natural, quiere atacar al representante del pueblo de Dios, y las cosas le salen mal. En este caso, el relato tiene una versión un poco diferente.
Ben adad no viene solo. Viene con treinta y dos reyes, con sus caballos y carros de combate. No era una demostración de fuerza; era la confirmación –absoluta y total– de que Acab, el rey de Israel, estaba en graves problemas.
Pero el Cielo, en su inmensa misericordia, tenía otros planes; planes que ofrecen nuevas oportunidades, incluso al peor de los reyes. Tanto es así, que un profeta del Señor irá hasta Acab y le dirá que la batalla, contra toda previsión humana, la ganará él.
Dios está dispuesto absolutamente a todo a fin de demostrarte que él es el único Señor, y traerte a su lado. Si es necesario hacerte vencer batallas que no deberías vencer, él lo hace. El amor de Cristo no conoce límites; salvo los que tú mismo le colocas.
Al año siguiente, el mismo rey Ben adad vuelve a atacar a Israel. Cuando Ben adad estaba huyendo de escondite en escondite, temiendo por su vida, se presentó delante de Acab para pedirle que no lo matara. Acab no solo le perdona la vida, sino también lo llama su hermano y lo deja en libertad. Esto no es benevolencia: es desobediencia a Dios e injusticia para con sus soldados, quienes –dos veces– se habían esforzado en la batalla.
Como decíamos, el amor de Dios no tiene límites. Él es el Dios de las montañas y de los valles, del cielo, de la tierra y del mar. En las montañas, él te espera; en los valles, él te acompaña. Pero más allá del poder demostrado por el Señor en los triunfos militares –poco probables– de Acab, la mayor marca de lo ilimitado de su amor es el haber trabajado a favor de Acab.
Si él acompañó a Acab, sin lugar a dudas te ofrecerá una nueva chance a ti durante el día de hoy. ¡Aprovéchala!

martes, 12 de agosto de 2014

Martes 12 de agosto – Eliseo

Elías salió de allí y encontró a Elíseo hijo de Safat, que estaba arando. Había doce yuntas de bueyes en fila, y él mismo conducía la última. Elías pasó junto a Eliseo y arrojó su manto sobre él. 1 Reyes 19:19.

Eliseo es uno de los personajes bíblicos que queda “escondido” detrás de otro héroe, como Elías. Otro ejemplo similar es el de Josué, quien se “pierde” detrás de la estatura de Moisés.
— Eliseo comienza en el punto donde el ministerio de Elías termina: cruzando el Jordán. Quizá como para tener la plena seguridad de que el mismo Dios que había estado con Elías estaría con él. El ministerio de Eliseo duró el doble que el de Elías; durante ese periodo, realizó el doble de milagros que su antecesor.
Quizá los diez años que pasó ministrando a Elías lo marcaron para toda su vida, pero el poder de Dios lo utilizó de forma constante. Eliseo es un profeta de “pequeños” milagros: limpió las aguas de Jericó (2 Rey. 2:19-22); incrementó las reservas de aceite, lo que salvó a sus hijos de ser vendidos como esclavos (2 Rey. 4:1-7); limpió una olla de comida donde equivocadamente habían agregado una hierba venenosa (2 Rey. 4:38-41); alimentó a cien hombres hambrientos, al multiplicar una pequeña cantidad de pan de cebada y maíz (2 Rey. 4:42-44); curó a un militar gentil de su lepra (2 Rey. 5:14); recuperó la cabeza de una hacha (2 Rey. 6:1-7). Él también es el profeta que resucitó al hijo de la mujer sunamita, y cuando murió, sus huesos resucitaron al muerto que estaba en aquella tumba (2 Rey. 13:21).
Eliseo era diferente de Elías, pero tan importante como él para el plan de Dios. Un comentario explica que los milagros espectaculares de Elías eran necesarios para llamar la atención de todo un pueblo que estaba al borde de la apostasía; mientras que los compasivos milagros de Eliseo fueron necesarios para recordar a los hijos de Israel la fidelidad constante del Señor.
Cada uno, con sus rasgos y características propias, ocupaba el lugar exacto que Dios necesitaba de ellos, en el momento preciso. También tiene un momento y un lugar especial para ti; tu responsabilidad es ocuparlo.

Como con Eliseo, es posible que no se te pidan -por ahora- grandes milagros, pero debes cumplir las pequeñas obligaciones de cada día con la perfección de quien quiere ser un instrumento en las manos de Dios.

lunes, 11 de agosto de 2014

Lunes 11 de agosto – Los profetas de Baal

Elías se presentó ante el pueblo y dijo: “¿Hasta cuándo van a seguir indecisos? Si el Dios verdadero es el Señor, deben seguirlo; pero si es Baal, síganlo a él”. El pueblo no dijo una sola palabra. Entonces Elías añadió: “Yo soy el único que ha quedado de los profetas del Señor; en cambio, Baal cuenta con cuatrocientos cincuenta profetas”. 1 Reyes 18:21, 22.

Tan cierto como que uno con Dios es mayoría, es que la mayoría, sin Dios no tiene ningún valor. Aunque sea difícil, no le deberíamos tener miedo ni sentirnos asustados. Creo que el problema es que miramos desde nuestra perspectiva y nos vemos solos; o, peor: nos sentimos solos porque no sentimos la compañía de Dios.

Había cuatrocientos cincuenta profetas de Baal que sabían que contaban con el respaldo de la familia real. Elías, anunciándose como el único profeta del Señor, los enfrenta literal y espiritualmente. Estos aceptan el desafío.

Conoces la historia. Elías los humilló públicamente y quedó en evidencia del gran poder de Dios. Los ídolos de la historia de Israel, al igual que los modernos y actuales dioses del siglo XXI, son iguales en impotencia, en incapacidad y en inutilidad. El problema es que a veces pasamos más de un día “brincando” a su alrededor en busca de una respuesta, que –obviamente– nunca llegará.

A la hora del sacrificio de la tarde, en ese momento sagrado que Elías respetaba y el pueblo conocía, el profeta de Dios reconstruye el altar para adorarlo. Dios te escucha en cualquier momento y en cualquier lugar, pero tú necesitas un espacio y un tiempo especial para hablar con tu Señor. Te hace bien a ti. Te ayuda a entender que te estarás presentando delante del Dueño del universo.

Elías elige ese momento para sacrificar y restaurar el espacio perdido. Dios hace el milagro. El pueblo se postró y exclamó: “El Señor es Dios” (1 Rey. 18:39).

Cuatrocientos cincuenta profetas de Baal, más los profetas de Asera, fueron ejecutados esa misma tarde. La tarde en que una pequeña nube, del tamaño de una mano, apareció en el cielo y cambió la historia. Tú sabes perfectamente que otra pequeña nube aparecerá en el cielo en poco tiempo, y todos los falsos profetas (y los falsos cristianos) serán eliminados de la historia de la humanidad.


Como en el Carmelo, tú eliges de qué lado estarás.

viernes, 8 de agosto de 2014

Viernes 8 de agosto – Elías

Ahora bien, Elías, el de Tisbé de Galaad, fue a decirle a Acab: “Tan cierto como que vive el Señor, Dios de Israel, a quien yo sirvo, te juro que no habrá rocío ni lluvia en los próximos años, hasta que yo lo ordene”. 1 Reyes 17:1.

Cuanto peor es la situación, más claro, fuerte y determinado es el mensaje de Dios y el mensajero que él utiliza. Para un matrimonio real como Acab y Jezabel, era necesario un Elías: fuerte, directo y sincero.
El profeta del monte Carmelo entra en el relato bíblico de una manera que sorprende incluso al mismo rey Acab. Antes de que este pudiera darle alguna respuesta, hacer alguna amenaza, intentar discutir las informaciones que acababa de recibir, el profeta que entró sin pedir permiso salió sin dejar rastros.
Es verdad que luego del mayor triunfo religioso de su ministerio, Elías huyó ante la amenaza de Jezabel; pero Dios –también en este episodio– nos deja algunas enseñanzas. Más allá de la adrenalina que debió de haber gastado durante todo el día en el monte Carmelo, suficiente como para que, después de soportar un día con aquella tensión, corriera (por el poder del Espíritu) delante de los caballos del rey en medio de la tormenta; la depresión de Elías no parece ser de origen físico, sino espiritual.
En aquel momento y en aquella circunstancia, Dios lo busca, le da ánimo, consuelo y fuerzas para continuar. Contigo y conmigo no es diferente. La manera en que nos trata el Cielo es la misma ayer, hoy y hasta el último día de nuestra vida en esta tierra.
Cuando Cristo te busca, lo primero que hace es solucionar tu problema más urgente. Quizá no sea el más importante, pero sí el que necesitas resolver para poder atender los otros asuntos. El paralítico del estanque de Betesda necesitaba el perdón de sus pecados, pero primero Cristo lo hizo caminar.
En el caso de Elías, el ángel no le dice que debe ser fuerte, que no se debe deprimir ni que debe regresar a Israel. Nada de eso; lo primero que le da es pan, para que tenga fuerzas para vivir. Luego de que se alimenta, el profeta –ahora renovado– está en condiciones de llegar hasta Horeb, para escuchar la voz poderosa de Dios en el silbo apacible y suave.


Escúchala tú también.

jueves, 7 de agosto de 2014

Jueves 7 de agosto – Jezabel

Como si hubiera sido poco el cometer los mismos pecados de Jeroboán hijo de Nabat, también se casó con Jezabel hija de Et Baal, rey de los sidonios, y se dedicó a servir a Baal y a adorarlo. 1 Reyes 16:31.

Entre las peores mujeres de la historia bíblica, Jezabel gana un premio.

Creo que, entre todos los errores que Acab cometió, casarse con Jezabel fue el peor.

Quizá falte mucho para ese momento, pero la persona que elijas para que sea tu compañera o tu compañero se puede transformar en tu mejor elección… o en la peor. Entre los varios aspectos que debes analizar, no olvides tener muy en claro a quién sirve y a quién adora.

Jezabel era la hija de un rey, que también era sacerdote de Baal. Et Baal, el nombre de su padre, no solo lo identifica, sino también incluye en su propio nombre el de la deidad pagana. Esa fue la influencia que recibió. Vivió lejos de Jehová y lejos de las enseñanzas de la Palabra de Dios. Lejos de todos los valores religiosos que el pueblo de Dios debería observar y respetar.

Si a esta situación familiar, educativa, le sumamos un carácter fuerte con viviendo con el pusilánime (miedoso, cobarde y timorato) Acab, la situación está armada para que ella domine la historia del reino en esos años.

Esta mujer es dueña de una larga cadena de errores y hechos vergonzosos, que fueron marcando su vida y su reinado. Quizás, entre todos, el mayor de sus problemas fue haber tomado el poder y haberlo usado, sin la más mínima piedad, en favor propio. Recuerda que para actuar así no necesitas llegar a ser rey de nada; apenas tener un “poquito” es suficiente para que se vea tu verdadera identidad.

Por favor, ¡ora para que Dios te guíe en todas las circunstancias de tu vida!

Elías profetizó la muerte violenta de la reina Jezabel. Acab murió once años antes que ella. Durante ese periodo, ella fue la “reina madre”, continuando con su poder -casi- total. Imagino que varios días debió haberse levantado pensando que la profecía de Elías no se iba a cumplir, quizás entendiendo que el Dios de Israel no tenía tanto poder.

Incluso, el día de su muerte, ella no estaba preocupada: Jehú, el militar, la encontrará en su palacio, mirando por una ventana.


Recuerda: la justicia divina puede demorar, pero nunca fallará.

miércoles, 6 de agosto de 2014

Miércoles 6 de agosto – Acab

Acab hijo de Omri hizo lo que ofende al Señor, más que todos los reyes que lo precedieron. 1 Reyes 16:30.

Cuando pienses que el pecado te arrastró al fondo del pozo, no te sorprendas si caes más hondo. Cuando sientas que nada peor puede suceder, recuerda que siempre está la posibilidad de ser como Acab.
Todas las decisiones de este rey que aparecen en este capítulo de la Biblia fueron equivocadas, desde el punto de vista de Dios. Eligió casarse con Jezabel, una de las peores mujeres de la historia bíblica. Se dedicó a servir a Baal y construyó altares dentro de los templos de Samaria, tanto para este dios como para su compañera, Asera.
El tobogán espiritual comenzó con Jeroboam y llegó a su punto más bajo en Acab. El pueblo, siempre inclinado a pecar, fue en la misma línea. Si bien es verdad que la iglesia no puede elevarse más allá de los que la lideran, no hay nada más fácil que hacer lo que a uno le gusta si tiene el apoyo –por lo menos, moral– de un superior.
El único detalle que esta frase presenta y que me gustaría pensarlo contigo, es que el pueblo, así como la iglesia, es un conjunto de individuos y cada uno tiene libertad para elegir.
Entre las varias historias, una peor que la otra, que la Biblia cuenta de Acab, elijo, para terminar, el momento de su muerte. No porque sea el último, sino porque creo que lo pinta de “cuerpo entero”: él organiza una guerra y lo lleva –casi contra su voluntad– a Josafat, el rey de Judá, para que la pelee con él. Se disfraza para no llamar la atención como monarca, aunque al “amigo” que lo va a ayudar, no avisa nada y lo deja bien en el centro de la escena. Un dirigente horroroso. Un líder de cuarta categoría. Un mentiroso. Un traidor. Un cobarde. Un miserable. Los adjetivos –todos malos– se podrían sumar como en una catarata de un río desbordado.

Acab es uno de los pocos personajes bíblicos de los que es difícil sacar algún elemento positivo. Es un espejo en el que no deberías mirarte.

martes, 5 de agosto de 2014

Martes 5 de agosto –Hiel

En tiempos de Acab, Hiel de Bet-el reconstruyó Jericó. Echó los cimientos al precio de la vida de Abirán, su hijo mayor, y puso las puertas al precio de la vida de Segub, su hijo menor, según la palabra que el Señor había dado a conocer por medio de Josué hijo de Nun. 1 Reyes 16:34.

Cuando Dios promete algo, no hay poder en el universo que pueda modificar su palabra. Por eso, puedes estar absolutamente tranquilo de que Cristo va a volver. Podrá “demorar” (lo pongo entre comillas, porque no entiendo cómo puede demorar alguien que no dio una hora para llegar…), pero él viene.
Unos seiscientos años antes, Josué había dicho, por inspiración divina, que sería maldito el que se atreviera a reconstruir Jericó (Jos. 6:26). Seiscientos años es mucho tiempo. Es un periodo tan extenso que todos aquellos que habían escuchado la profecía ya habían muerto. Es un tiempo tan largo que la profecía se debe haber perdido entre las otras preocupaciones que el pueblo tenía.
No sabemos si Hiel tenía conocimiento o no de la profecía. Podemos pensar en las dos posibilidades. Vamos a suponer que él sabía de la profecía y de cualquier manera quiso ir contra la Palabra de Dios. El hombre es –por naturaleza– profundamente obcecado;, pero hay ciertos gritos de la vida que uno escucha, por ejemplo, la muerte de un hijo. Cuando Hiel comenzó la obra, echó los cimientos de la ciudad y el hijo mayor murió. Entendiendo que él conocía la profecía, debería haber sido un toque de atención tan claro y directo que tendría que haber abandonado, inmediatamente, la empresa. Pero él continuó, y por eso perdió a sus dos hijos.
Pensar en la muerte de un hijo es un dolor tan profundo que no tengo palabras para intentar hacerme entender. Pensar en la muerte de dos, potencia ese dolor a un nivel insoportable, incluso de solo pensar. En realidad, si Hiel no conocía la profecía, él perdió dos hijos porque el pueblo de Dios no cumplió con su misión. Alguien le debería haber avisado. Alguien le tendría que haber ahorrado todo el dolor que sintió. Alguien le tendría que haber explicado que la Palabra de Dios es eterna y se cumple.

¡Ah! Cristo vuelve, ¿entiendes?

lunes, 4 de agosto de 2014

Lunes 4 de agosto – Ela

En el año veintiséis de Asa, rey de Judá, Ela hijo de Baasa ascendió al trono de Israel, y reinó dos años en Tirsá. 1 Reyes 16:8.

Por más que Ela es el personaje central de nuestra meditación, en realidad te quiero acompañar en una lectura rápida de una serie de nombres que se fueron sumando en la historia del reino de Israel, mientras Asa –el buen rey de Judá– gobernaba en la tribu del sur.
Ela consigue reinar dos años y Zimri lo mata, mientras él estaba embriagándose en la casa de uno de sus administradores. Cuando Zimri usurpa el trono, realiza la misma matanza que Baasa había realizado con la familia de Jeroboam.
El reino de Zimri duró siete días. Exactamente el tiempo que demoraron en llegar las noticias de su rebelión hasta el campamento israelita, puesto que allí los militares nombraron a Omri, el jefe del ejército, como rey. Omri, para conseguir reinar, tuvo que pelear contra Tibni, caudillo de otro grupo que quería el trono y que dominaba a una mitad del pueblo, que no aceptaba el nombramiento realizado por los soldados.
Más allá de los nombres extraños y poco conocidos; se esconden historias de hombres y mujeres que tomaron sus decisiones en relación con Dios. Lo que me gustaría que observes es el caos, la confusión y las intrigas que se gestan cuando una nación se aleja de Dios. Exactamente igual es la situación de una familia, una pareja o una persona que toma esa decisión. Cuando Dios no forma parte de tu vida, tu mundo es un caos.
Sin embargo, la buena noticia es que, aunque estemos en la peor circunstancia, Dios tiene poder absoluto para organizar tu universo, tal como lo hizo en la Creación. Solo es cuestión de dejarlo actuar. Este fue el error de los reyes de Israel: ninguno de ellos lo dejó intervenir en su favor. Por eso tuvieron que sufrir las consecuencias de sus elecciones en soledad.

Dios no acompaña a aquel que no pide su compañía. Tu silencio o indiferencia deja al Dios todopoderoso, Señor del universo, de manos atadas, sin posibilidad de ayudarte, sin la oportunidad de darle un color diferente –siempre mejor– a tu vida.

viernes, 1 de agosto de 2014

Viernes 1 de agosto – Abiam

Abiam cometió todos los pecados que, antes de él, había cometido su padre, pues no siempre fue fiel al Señor su Dios como lo había sido su antepasado David. 1 Reyes 15:3.

Abiam ocupa un breve fragmento de la Biblia. Una sucinta reseña biográfica nos informa de que comenzó a reinar cuando Jeroboam ya llevaba dieciocho años reinando en Israel, y que reinó solo tres años.
Entre las informaciones, dice que es hijo de Maaca, que era hija de Absalón. Este dato llama la atención por el parentesco que parece haber entre Roboam, hijo de Salomón, y Maaca, hija de Absalón; pero más que eso por la mención explícita de la madre. Llama más la atención, aún, porque cuando la Biblia hable de Asa, el hijo de Abiam y próximo rey de Judá, la volverá a mencionar como abuela del nuevo gobernante.
Pensando en la cronología bíblica, la única hija de Absalón fue Tamar, por lo que seguramente Maaca fue hija de Tamar, quien se había casado con Uriel (2 Sam. 14:27). Más allá de las comunes confusiones de parentesco (padre, hijo, nieto) que aparecen en los relatos bíblicos, lo que queda claro son dos cosas: 1) Maaca fue la madre de Abiam. 2) Abiam hizo lo errado ante los ojos de Dios.
Solo la eternidad podrá describir la influencia de una madre. No conozco a tus padres, pero sí conozco a nuestro Dios; por eso, por más que suene fuerte la frase, si tienes que elegir entre tus padres y Dios, siempre elígelo a él. Cristo dijo exactamente eso cuando señaló que tendríamos que amarlo más a él que a “padre o madre” (Mat. 10:37).
Abiam no pecó porque la madre lo obligó a pecar. Tú no pecas porque nadie te exige que lo hagas; solo es la suma de la debilidad natural frente al pecado, más el placer íntimo que sentimos al hacerlo.
Podemos llegar a entender –en la teoría– todas las razones y los motivos por los que no deberíamos hacerlo. Pero el simple recuerdo del placer que sentimos al realizar la acción pecaminosa es suficiente para que todas las teorías se deshagan en el aire y caigamos nuevamente.
Abiam eligió seguir el camino equivocado; pero, a pesar de eso, Dios mantuvo a su familia en el trono de Judá por algunas generaciones más.

Recuerda: el amor del Cielo es amplio para perdonar, pero ten presente que tú le impondrás un límite que Dios respetará.