Jehú se levantó y entró en la casa. Entonces el profeta lo
ungió con el aceite y declaró: “Así dice el Señor, Dios de Israel: Ahora te
unjo como rey sobre mi pueblo Israel”. 2 Reyes 9:6.
Cuando el mal domina, Dios
levanta gente que se anime a enfrentarlo y eliminarlo. ¿Tú eres un instrumento
del Cielo contra el mal o te acomodas cobardemente a la situación? ¿Podría Dios
confiar en que harás tu mejor esfuerzo para eliminar el mal o corre el riesgo
de que te rindas ante él?
Jehú era un militar acostumbrado a
las batallas. Cuando el mensajero de Eliseo lo unge como rey, se siente en
condiciones de atacar, para exterminar el mal del pueblo de Dios. No mata a
ninguno de los siervos enviados por el malvado rey de Israel; pero cuando lo
encuentra, acompañado por el perverso rey de Judá, no lo duda ni un momento y
mata a los dos.
Con el pecado no se discute, con
el pecado no se negocia, con el pecado no se dialoga. Al pecado se lo destruye.
Desde nuestra visión del mundo,
empapada con las ideas del siglo XIX, las muertes de los reyes y de Jezabel nos
pueden parecer acciones extremas, sanguinarias y –de alguna manera–
equivocadas.
Solo te dejo una pregunta para
pensar. Si tienes un cáncer, ¿no lo extirparías con el mayor cuidado y hasta
sus mínimas expresiones? El pecado es más mortal que el más mortífero de los
cánceres. Dios no puede ofrecer aspirinas para solucionar un problema tan grave
y profundo. Llega un momento en el que debe realizar una cirugía radical.
Extirpar el mal se hace tan necesario y tan básico para la vida espiritual como
respirar lo es para la vida física. Tu existencia eterna depende de esa
decisión.
Cuando Dios ordena, por extraño
que sea el mandato, nuestro deber es obedecerlo. Sin discusiones, sin alegatos,
sin análisis. Solamente obediencia; puesto que antes de pedir que lo obedezcas,
él siempre te mostró su poder, su gloria y su amor. Antes de entregar las
tablas de la Ley al pueblo en el Sinaí, los había sacado de la esclavitud de
Egipto. Antes de pedir el hijo en sacrificio a Abraham, le había demostrado su
cuidado constante a lo largo de su peregrinación.
Dios nunca te pedirá algo que
esté más allá de lo que tú consigas realizar.
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