lunes, 1 de septiembre de 2014

Lunes 1 de septiembre – La mujer que se comió a su hijo

Al oír la queja de la mujer, el rey se rasgó las vestiduras. Luego reanudó su recorrido por la muralla, y la gente pudo ver que bajo su túnica real iba vestido de luto. 2 Reyes 6:30.

El rey de Israel está atrapado en Samaria. El ejército del rey sirio, Ben-adad, ha sitiado a la ciudad por tanto tiempo que la peor comida se vende a precios absurdamente altos. En una situación de desesperación, la población intenta buscar una solución en aquel que tiene el poder. Como el gobernante es humano y sin respeto por el verdadero Señor de la historia, del tiempo y de las situaciones, la mujer que se queja quedará sin respuestas.
¿Cuál es la queja de la mujer? Ella había hecho un trato con otra señora de la ciudad para matar a su hijo y comerlo un día; al día siguiente, matarían al hijo de la otra, para alimentarse. La mujer, a los gritos, le cuenta al rey que el día anterior habían matado y comido a su hijo, pero que cuando pidió que la otra mujer cumpliera su parte del trato, ella lo escondió.
En momentos de crisis, conseguimos hacer y decir cosas que en la tranquilidad de la normalidad ni pensaríamos en realizar. ¿Qué madre, en su sano juicio, entregaría a su hijo para que sea asesinado y comido? Además, nota que la queja de la mujer no está en la muerte injusta de su hijo ni en la práctica de antropofagia. El problema es que la otra mujer no cumple con su parte de lo previamente combinado.
Ofuscados por el pecado, nos comportamos peor que animales. Piensa en las personas que tienen sexo con desconocidos, sin compromiso alguno, como si fueran animales irracionales, apenas guiados por sus instintos. Piensa en la gente que mata a otras personas por la diversión de ver sangre corriendo…
En su afán de saciar su hambre, estas mujeres no contemplaron ni siquiera la vida de sus hijos. Eran egoístas, y buscaban solo su propio beneficio. ¿Hasta dónde llegas cuando eres dominado y guiado por el pecado? ¿Cuál es tu límite?

Recuerda que estas dos mujeres eran hijas de Israel, que vivían una vida –imaginamos– normal, hasta que la crisis llegó y perdieron la conciencia de lo correcto. ¡Cuídate!

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