jueves, 11 de septiembre de 2014

Jueves 11 de septiembre –El hombre que resucitó

En cierta ocasión, unos israelitas iban a enterrar a un muerto, pero de pronto vieron a esas bandas y echaron el cadáver en la tumba de Eliseo. Cuando el cadáver tocó los huesos de Eliseo, ¡el hombre recobró la vida y se puso de pie! 2 Reyes 13:21.
El tiempo pasó y Eliseo, ya anciano, tuvo el último encuentro con el rey Joás, hijo de Joacaz, rey de Israel (el buen rey Joás era rey de Judá).
Con el Joás malvado se dio aquella conversación en la que el profeta le dice que golpee la tierra con las flechas, y el rey lo hizo tres veces. Eliseo se enoja porque tendría que haber golpeado más veces el suelo. Yo creo que si el profeta le hubiera avisado de lo que se trataba, el rey habría golpeado cientos de veces el suelo; pero el problema es que el rey obedeció sin saber lo que estaba en juego. La falta de conocimiento le jugó una mala pasada.
Nosotros no tenemos que golpear el suelo, pero nos toca demostrar fe ante las órdenes de Dios y, al mismo tiempo, buscar el conocimiento necesario para que no perdamos bendiciones que están a nuestra disposición.
Algún tiempo después, Eliseo murió. Los justos también sufren, también lloran y también mueren. Los justos recorren el mismo camino que los injustos, con la pequeña (aunque enorme) diferencia que marca la compañía de Jesús en sus vidas. Nacer, crecer, reproducirse y morir es la síntesis biológica de la vida que unos y otros repiten; pero es totalmente diferente vivir solo que hacerlo acompañado por Cristo.
El tiempo pasó. Las cosas de la vida se fueron acomodando en su rutina, pues el mundo no dejó de dar vueltas. Los problemas siguieron apareciendo, los enemigos siguieron atacando y las personas continuaron muriendo. Como si fuera un resumen de esta situación, el versículo 21 nos cuenta que un séquito mortuorio se asustó ante la presencia de los bandidos y largaron el cadáver en “cualquier lugar”. La sorpresa fue que ese “pozo” era la tumba de Eliseo, y cuando el cuerpo sin vida se chocó con los huesos del profeta, ¡el hombre resucitó!

El poder del ejemplo de vida de los justos llega más allá de sus muertes. El poder de los sermones que ellos predicaron, no solo con palabras, continúa transformando vidas. Sé justo, y sé una fuente de vida.

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