viernes, 12 de septiembre de 2014

Viernes 12 de septiembre –Amasías

Por aquel tiempo, Amasías envió mensajeros a Joás, hijo de Joacaz y nieto de Jehú, rey de Israel, con este reto: “¡Sal para que nos enfrentemos!”. 2 Reyes 14:8.

El rey Amasías es el hijo del rey Joás, el rey bueno de Judá. Amasías fue un monarca correcto, aunque no destruyó los altares paganos y el pueblo continuó ofreciendo sacrificios y quemando incienso en honor a los dioses falsos.
Cuando uno piensa en estas historias, se pregunta por qué (en las cuestiones espirituales) nosotros somos tan inclinados a conformarnos con un porcentaje de lo que podríamos hacer. No nos entregamos en un ciento por ciento No adoramos en un ciento por ciento. No somos cristianos el ciento por ciento.
En cada aspecto, llegamos hasta donde creemos que es suficiente. Pero, el problema es que Dios no se conforma con lo “suficiente”, él quiere la totalidad. Él quiere toda tu vida, todas tus horas, todos tus pensamientos, todas tus fuerzas. La entrega parcial es lo que nos hace fieles representantes de Laodicea: tibios y dignos de ser vomitados de la boca del Señor.
Amasías demoró algún tiempo en afianzarse en el poder, e inmediatamente después ajustició a quienes había asesinado a su padre; pero respetó la vida de los hijos de los asesinos, demostrando su obediencia a las órdenes de Dios.
Por más que nosotros tenemos la inclinación de hacer “juicios familiares”, el Cielo juzga en forma individual. Los pecados de tu padre no te perderán ni la santidad de tu madre te salvará. El libre albedrío que Dios nos dio nos hace personalmente responsables por nuestras decisiones. En el juicio divino, no hay herencias.
El momento de mayor poderío militar de Amasías se dio cuando derrotó a diez mil edomitas. La Biblia no cuenta cuántos soldados tenía el ejército de Judá, pero el número de los vencidos es considerable. Inmediatamente después, reta al rey de Israel para luchar, y pierde rotundamente.
¿Sabes? En la vida espiritual muchas veces nos comportamos como Amasías. Una victoria sobre el pecado nos hace sentir tan poderosos que queremos enfrentar a todos nuestros enemigos, que muchas veces nos derrotan. El secreto de la vida cristiana está en vivir un día a la vez, tomado de la mano de Jesús.

Cada día pide las fuerzas que necesitas para vivir esta jornada, pues de nada vale que, basado en tu triunfo de ayer, te lances a la conquista del mañana, olvidándote de tu lucha de hoy.

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