martes, 30 de septiembre de 2014

Martes 30 de septiembre –Job

En la región de Uz había un hombre recto e intachable, que temía a Dios y vivía apartado del mal. Este hombre se llamaba Job. Job 1:1.

Tú ya sabes que Dios no causa los problemas de tu vida, él –a veces– solo los permite. Y cuando lo hace, hay alguna razón que nosotros podemos desconocer, y –en algún momento– nos mostrará que fue para bien.
Job hacía todo bien. Era un hombre recto e intachable. Realmente conozco a pocos que podría catalogar así. De hecho, creo que nadie me catalogaría de esa manera. Y a pesar de su temor de Dios, de vivir apartado del mal y de orar cada día, perdió todo. Las bendiciones de Dios tienen alcance eterno, aunque en algún instante de tu vida puedas no sentirlas.
La historia de este hombre de Uz nos deja muchas enseñanzas, que van desde la amistad hasta tu concepto de Dios, pasando por la familia, las riquezas, la entrega y el mundo supraterreno, para el que somos espectáculo. De todas estas temáticas, y muchas otras que el relato bíblico presenta, quiero detenerme en dos.
1) ¿Cuál es tu idea de Dios? ¿Qué es lo que tú piensas de Dios cuando estás solo en lo oscuro de tu dormitorio? ¿Qué significa Dios para ti cuando se cierra la puerta de tu cuarto? ¿Cómo te relacionas con Dios cuando estás afuera del templo? ¿Quién es Dios para ti, cuando tu respuesta puede ser silenciosa, personal y secreta?
2) No conocemos a Dios. Como dice Job en el capítulo 42, versículo 5: “De oídas había oído hablar de ti, pero ahora te veo con mis propios ojos”. Nos conformamos con lo que los otros nos dicen sobre Cristo, sobre el cielo, sobre Dios.
Creemos que es suficiente repetir mecánicamente una oración que no dice nada importante. Pensamos que con lo que papá y mamá y la maestra de Escuela Sabática infantil nos enseñaron, y los videos que vimos, es suficiente para conocer al Rey de reyes y Señor de señores. ¡Qué lamentable! ¡Qué vergonzoso! Consentir en limitar nuestro entendimiento de Dios a los comentarios que otros –por mejor intencionados que sean– hicieron alguna vez.

Creo que el Cielo está cansado de cristianos que “de oídas oyeron hablar” de un Salvador que dio la vida por ellos. Creo que es el momento de hacer como Job: verlo con tus propios ojos.

lunes, 29 de septiembre de 2014

Lunes 29 de septiembre –Amán

Todos los servidores de palacio asignados a la puerta del rey se arrodillaban ante Amán, y le rendían homenaje, porque así lo había ordenado el rey. Pero Mardoqueo no se arrodillaba ante él ni le rendía homenaje. Ester 3:2.

Amán estaba casi feliz. El rey lo acababa de honrar con una ascensión en la escala palaciega, llevándolo a “un puesto más alto que el de todos los demás funcionarios que estaban con él” (Est. 3:1); pero en el corazón humano, el “casi” es “nada”.
Cuenta la leyenda que era un pobre sastre que trabajaba para un rey. La felicidad estaba dibujada en el rostro del artesano todos los días. El rey le daba una moneda por cada trabajo que realizaba, y el súbdito no solo se lo agradecía con un excelente trabajo, sino además se lo demostraba con una actitud de alegría y plenitud, pese a que su condición económica continuaba siendo precaria.
Un día, el rey se impacientó con la constante alegría de su humilde siervo, y preguntó a uno de sus consejeros cómo podría hacer para borrarle la sonrisa del rostro a aquel sastre. El consejero le sugirió una idea que en un primer momento le pareció extraña, equivocada y ridícula al rey: “Dele noventa y nueve monedas”. El monarca pensó que si una moneda lo dejaba tan feliz, alegre y satisfecho al sastre, noventa y nueve monedas lo dejarían noventa y nueve veces más feliz, alegre y satisfecho… El consejero le explicó que el problema no era de cantidad, sino la obsesión de tener las cien.
La vida del sastre cambió radicalmente para mal, cuando pasó a preocuparse por la moneda que no le permitía completar la centena.
Amán tenía casi todo lo que había soñado, solo faltaba el homenaje de Mardoqueo. Si te pones a pensar seriamente en la historia, el hecho de que uno de los siervos del rey no se arrodillara ante él no debería ser motivo para tanta rabia ni tanto odio. Pero como “casi” es lo mismo que “nada”, Amán fue detrás de la “moneda” que faltaba para completar las cien.

No estoy recomendando que te conformes con poco ni que te quedes a la mitad del camino. Estoy diciéndote que Dios te da lo que tú necesitas, que tu felicidad no debe depender de la moneda que te hacen creer que te falta, sino que se debe sostener en las noventa y nueve que el Rey del universo te entrega cada día.

viernes, 26 de septiembre de 2014

Viernes 26 de septiembre - Vasti

El séptimo día, como a causa del vino el rey Asuero estaba muy alegre, les ordenó a los siete eunucos que le servían [...] que llevaran a su presencia a la reina, ceñida con la corona real, a fin de exhibir su belleza ante los pueblos y sus dignatarios, pues realmente era muy hermosa. Ester 1:10, 11.

La primera historia que se cuenta en el libro de Ester es la de la reina Vasti, la mujer que supo decir “No”. Es verdad que es el telón de fondo para la llegada de la joven hebrea al trono; pero más que eso, es una enorme -lección espiritual presentada en unos pocos versículos.
Vasti no era judía, sus principios tenían una base pagana; pero eso no la transforma en una mujer vulgar ni en un ser humano que no reconociera su propio valor. ¿Sabes? Muchas veces nosotros, los cristianos, estamos tan convencidos de nuestra verdad (generalmente teórica, pero verdad al fin…) que perdemos la noción del respeto por el otro. Peor, perdemos el respeto por nuestros hermanos y por nosotros mismos. Vasti no.
Esta reina estuvo dispuesta a perder todo para mantener su dignidad. Lamentablemente, muchos que hoy se llaman cristianos están regalando su honra porque no están dispuestos a perder nada de lo que los hace -según dicen- felices.
Así, droga, sexo y alcohol no son problemas para ellos; es mera diversión, es lo que todos hacen, es lo que mi jefe, mi mejor amigo o mi novio(a) me pidió.

Las excusas se suman para pecar, para abandonar lo que sabemos que es correcto y justo, a fin de disfrutar alguna ventaja terrenal. No lo olvides: siempre que piensas en las ventajas terrenales estás perdiendo las bendiciones celestiales.

jueves, 25 de septiembre de 2014

Jueves 25 de septiembre – Nehemías

Estas son las palabras de Nehemías hijo de Jacalías: En el mes de quisleu del año veinte, estando yo en la ciudadela de Susa. Nehemías 1:1.

Desde que lo descubrí, Nehemías se transformó en uno de mis personajes favoritos de la Biblia. No tiene la espectacularidad de la historia de y David contra Goliat ni los elementos sobrehumanos de los sueños de  José o de Daniel, ni la profundidad intelectual del apóstol Pablo; pero demuestra compromiso con sus principios, voluntad de cambiar la situación y conciencia de que sin oración ninguna empresa puede salir bien.
Podríamos meditar en su historia durante un mes entero, pero vamos a observar -apenas- un aspecto de su vida.
Nehemías era uno de los tantos israelitas que no habían regresado a Israel cuando tuvieron la oportunidad de hacerlo con Zorobabel y, más tarde, con Esdras. No lo podemos juzgar por esa decisión; piensa que Mardoqueo, Ester y muchos otros también se quedaron.
Nehemías había conseguido llegar a un puesto laboral excelente: copera del rey. El mayor riesgo que corría, era tomar alguna cosa envenenada que le quisieran servir al monarca; pero si él controlaba todo el proceso, su trabajo era tranquilo y le aseguraba estar en contacto directo con el hombre más poderoso de la tierra todos los días. Una responsabilidad que, puesta al servicio de los intereses del Cielo, era una puerta abierta para conseguir beneficios para el pueblo de Dios.
Cuando el rey viajaba a su palacio de invierno o de verano, Nehemías iba con la comitiva real; por eso estaba en Susa cuando comienza su relato. Pero todas las comodidades y las regalías que su trabajo le ofrecía no eran suficientes para olvidar sus orígenes. Por más que no estuviera presente, Nehemías pensaba en Jerusalén, se preocupaba por sus hermanos que estaban en el trabajo de la reconstrucción. Por eso, cuando se entera de la situación de la ciudad y de sus habitantes no solamente ora, sino también actúa para intentar ayudar. Recuerda, tu religión no debe ser teoría.

Nosotros también estamos viviendo en el territorio enemigo. Estamos tan acostumbrados a la situación que aprendimos a disfrutar de las ventajas que presenta el vivir en la Susa de nuestro pecado; pero en realidad, nuestra mente, nuestro corazón y nuestro interés deberían estar en Jerusalén.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Miércoles 24 de septiembre – Esdras

Este Esdras llegó de Babilonia. Era un maestro muy versado en la ley que el Señor, Dios de Israel, le había dado a Moisés. Gozaba de la simpatía del rey, y el Señor su Dios estaba con él. Esdras 7:6.

El libro se podría llamar Zorobabel, en honor al primer líder de la reconstrucción del Templo de Jerusalén después de la esclavitud babilónica. Recién en el capítulo 7 aparece Esdras, personaje que le da su nombre al libro y que se presenta en la Biblia como alguien que se “había dedicado por completo a estudiar la ley del Señor, a ponerla en práctica y a enseñar sus preceptos y sus normas a los israelitas” (Esd. 7:10).
Me parece estupendo poder presentar un ser humano con estas características. Es el tipo de líder completo, sin puntos débiles. Se dedica completamente a estudiar la ley de Dios. Pero no se conforma con la parte teórica de la religión, sino que se esfuerza absolutamente para ponerla en práctica; no se conforma con hacer personalmente las cosas bien, sino que busca –con todas sus fuerzas– enseñárselo a sus hermanos.
Existen algunas personas que son muy buenas en el estudio teórico de las cuestiones religiosas, pero no consiguen salir de los límites de la suposición, de las conjeturas, de la especulación. No creo que sea pecado, pero el mundo necesita mucho más que teorías.
La religión tiene que salir del mundo de las ideas para hacerse realidad diaria y constante en tu mundo práctico y en el de aquellos que te rodean. Dios no te preguntará qué opinas sobre alguna hipótesis teológica, sino que te pedirá cuentas por las veces que dejaste a tu hermano con hambre, con frío o sin un abrazo. La Ley de Dios no es un código teórico para discusiones filosóficas, sino una base concreta para la relación con nuestro Dios y la convivencia con nuestro prójimo.

El libro de Esdras se hace actual no solo por esta cuestión práctica, sino también porque nosotros necesitamos –al igual que el antiguo Israel– volver a la verdadera adoración a Dios. Hacerlo puede significar oposición de los vecinos, que se transforman en enemigos, en burladores y en obstáculos para tu intención de reforma. Sin embargo, recuerda que el Cielo recompensará la actitud correcta.

martes, 23 de septiembre de 2014

Martes 23 de septiembre – Joaquín

Joaquín dejó su ropa de prisionero, y por el resto de su vida comió a la mesa del rey. Además, durante toda su vida Joaquín gozó de una pensión diaria que le proveía el rey de Babilonia. 2 Reyes 25:29, 30.

Esta etapa de la historia de Judá llega a su final. La lista de reyes se vuelve a llenar de nombres de hombres que hicieron lo incorrecto ante los ojos de Dios, que duraron pocos meses en el trono, que fueron atacados, vencidos y aprisionados por los reyes de los pueblos vecinos. Es el típico final trágico de las vidas que eligen alejarse de la Fuente segura, que es Cristo.
Joaquín, sin la protección divina, es capturado y llevado prisionero por el rey de Babilonia. Sin el brazo protector de Jesús, somos presa fácil para cualquiera; el más débil de los ángeles caídos puede derrotarnos sin hacer esfuerzo cuando caminamos solos. Debemos entender que nuestra única protección real y válida contra el pecado es Cristo, nuestro amparo y fortaleza.
Joaquín estuvo treinta y siete años prisionero en Babilonia. ¿Cuánto tiempo llevas siendo esclavo del pecado? ¿Cuánto tiempo hace que estás aprisionado en tu propia Babilonia espiritual? Cada pecado no confesado, cada pecado que quieres repetir, cada vez que coqueteas con el pecado, te atas una cadena más, te dejas llevar a una prisión más profunda.
Pasados esos años, el nuevo rey de Babilonia hizo que le quitaran sus vestiduras de prisionero, lo invitó a comer en su mesa y le pagó una pensión diaria.
El rey de Babilonia, como el enemigo de Dios contigo, le brindó a Joaquín la sensación de libertad, le permitió el simulacro de independencia; aunque en realidad el ex rey de Judá continuaba siendo prisionero en un país extraño.
¿Entiendes? Es la ilusión de ser soberano en tu propia vida, el espejismo de tu propia autodeterminación; no es más que un delirio que se choca con las paredes de un palacio que no es tuyo y en el que estás encerrado.
Así es el pecado: la ilusión de la alegría y el espejismo de la libertad, cuando en realidad sigues siendo un triste prisionero esclavizado.

El punto está en que, seguramente, Joaquín comparó su situación actual con la anterior y pensó: “Estoy mejor”. No puedes estar “mejor”, cuando lo único que cambió fue el lugar en el que estás prisionero. Tu única solución es la libertad, y la libertad es Cristo.

lunes, 22 de septiembre de 2014

Lunes 22 de septiembre –Hulda

Así que Hilcías el sacerdote, Ahicam, Acbor, Safán y Asaías fueron a consultar a la profetisa Hulda, que vivía en el barrio nuevo de Jerusalén. Huldá era la esposa de Salún, el encargado del vestuario, quien era hijo de Ticva y nieto de Harhas. 2 Reyes 22:14.

Cuando Josías queda preocupado por la vida espiritual de su pueblo, busca la dirección de Dios a través de sus profetas, para tomar las decisiones correctas. Cuando tú estás preocupado por cualquier tema, ¿a quién recurres, en busca de consejo?
En esa época, el profeta Jeremías estaba vivo; pero el sacerdote y los mensajeros del rey –quizá por pedido expreso del monarca– fueron a buscar la palabra de Hulda. La tradición judía dice que Jeremías, primo de la profetisa, estaba viajando por las tribus de Israel en ese momento. Más allá de la razón, lo cierto es que esta mujer fue la elegida para dar el mensaje divino. Dios no está preocupado por cuestiones de género: él solo necesita un corazón dispuesto a obedecer.
Seguramente, si la consulta le hubiera sido hecha a Jeremías, la respuesta hubiera sido la misma. No creo que Dios cambiaría el mensaje por el instrumento que utilizaría para darlo. Pero, sin duda, el tono con el que el profeta hubiera informado la voluntad divina habría sido distinto.
Hulda, como mujer, sin dejar de decir absolutamente toda la verdad originada en el Cielo, le dio las palabras de ánimo que el rey necesitaba escuchar.
Decir la verdad es una responsabilidad que, como cristianos, no podemos dejar de lado. Nuestra obligación es estar de parte de lo correcto, aunque se desplomen los cielos. Pero nosotros elegimos el tono con el que vamos a anunciar esa verdad. Para ser firmes, no necesitamos ser groseros; para ser fieles, no necesitamos ser hirientes.
En medio del mensaje de condenación que Dios da por la insistencia del pueblo en pecar, aparecen las palabras de ánimo y de aliento para el rey por esforzarse para hacer las cosas bien. “Como te has conmovido y humillado ante el Señor al escuchar lo que he anunciado…” es el motivo que el Cielo da para bendecir al rey Josías; la misma regla sirve para nosotros hoy.

¿Quieres la bendición de Dios? Conmuévete por tu pecado, humíllate ante el Señor, busca su Palabra, obedece todo lo que él ordena y reforma tu existencia.

viernes, 19 de septiembre de 2014

Viernes 19 de septiembre – Manasés

Además del pecado que hizo cometer a Judá, haciendo así lo que ofende al Señor, Manasés derramó tanta sangre inocente que inundó a Jerusalén de un extremo a otro. 2 Reyes 21:16.

La historia de Manasés es increíble. Hijo del buen rey Ezequías, elige hacer lo malo delante de Dios. Por su culpa, el pueblo de Judá vuelve a adorar a los dioses falsos y los habitantes de Jerusalén son llevados cautivos. Él mismo cae prisionero. Ahora, estando en la peor situación de su vida, ora y Dios… ¡lo perdona!
En nuestra concepción de vida, de justicia y de religión, hay personas que no merecen el perdón divino. Sin dudas, Manasés estaría en la lista de cualquiera de nosotros. Son los casos perdidos.
Él no solo eligió hacer lo incorrecto, sino además intentó destruir la obra espiritual que su padre había realizado. Ya dijimos varias veces durante este año: los pecados de tus padres no son razón para tus pecados; así como la fe de tus padres no te salva a ti.
Durante el extenso reinado de Manasés (cincuenta y cinco años), sus decisiones de carácter espiritual y religioso trajeron consecuencias en todos los otros aspectos de la vida del pueblo. La tiranía, la superstición, la aversión para con lo bueno, la violencia, son compañeras inseparables de las tinieblas espirituales.
Así como Jesús dijo que si buscamos su Reino en primer lugar todas las otras cosas buenas se sumarán en nuestra vida, lo contrario también es cierto; si buscamos el error, las cosas malas se agregarán.
Llegó el momento en que tocó el fondo del pozo. Es interesante notar que el fondo del pozo de Manasés no fue espiritual, sino político. Él no se arrepiente por el mensaje de un profeta de Dios; él no se convierte de sus malos caminos porque entienda que el culto a Baal y a Asera fuese un error de consecuencias eternas. Manasés pierde su reino y, prisionero en Babilonia, ora al Dios de sus antepasados.
Lo increíble y maravilloso es que el Cielo lo reconstituye en todos los aspectos. Nuestro Dios no se queda a la mitad del camino. Cuando él comienza una tarea, la lleva hasta el final. Cuando acepta el pedido de perdón del malvado rey Manasés, no solamente lo transforma en un hombre salvo, sino también le devuelve el trono.

Dios no se conforma con arreglar un aspecto de tu vida, él quiere reformarte por completo.

jueves, 18 de septiembre de 2014

Jueves 18 de septiembre – Los mensajeros de Babilonia

Ezequías se alegró al recibir esto, y les mostró a los mensajeros todos sus tesoros: la plata, el oro, las especias, el aceite fino, su arsenal y todo lo que había en ellos. No hubo nada en su palacio ni en todo su reino que Ezequías no les mostrara. 2 Reyes 20:13.

Ezequías oró por su salud, y Dios atendió su oración: quince años más de vida. Intenta imaginar cómo sería tu vida si tuvieras marcado el día de tu muerte. ¿Qué harías? ¿Qué dejarías de hacer? ¿Cómo te prepararías para ese momento?
Un cáncer agresivo y terminal le dio a mi padre apenas algunas semanas de vida, después de que se lo diagnosticaran. No fue fácil, pero aquel sábado de tarde en que lo enterramos, su último sermón estaba siendo predicado: a cada hijo y a cada nieto: nos dejó una carta en la que decía que confiaba en el perdón de Jesús, y por eso nos saludaba con un simple “¡Hasta mañana!”.
El milagro del sol retrocediendo, prueba de la promesa divina, fue observado por todo el mundo, incluidos los estudiosos de Babilonia que analizaron el fenómeno y llegaron a Jerusalén en busca de respuestas. Ezequías los recibió feliz. Emisarios del rey de Babilonia, con cartas y regalos, llegaron a su reino para aprender, para entender, para conocer mejor al ser humano por quien el universo cambió de rumbo. ¿Qué mejor oportunidad de mostrar lo que Jerusalén tenía?
Cuando terminó la visita de los extranjeros, el profeta Isaías pregunta al rey qué habían visto. La pregunta simple esconde una gran profundidad. Nosotros mostramos lo que nos parece más importante, lo que creemos que nos distingue, lo que nos hace diferentes, lo que más valor tiene para nosotros. Ezequías mostró sus tesoros, lo que se transformó en una trampa hacia el futuro, porque el rey de Babilonia vendría a Jerusalén para llevarse aquellas riquezas que sus mensajeros habían visto.
Cada día, “mensajeros extranjeros” entran en contacto contigo. Tú tienes la oportunidad de mostrarles lo mejor que tienes, lo que te distingue, lo que te hace ser especial. Puedes elegir mostrar tesoros terrenales, desde tu gran inteligencia hasta el último artefacto electrónico que compraste; pero el Cielo desea que muestres la Perla de gran precio, el Tesoro escondido, el Señor de tu vida.

¿Qué es lo que están viendo en ti? ¿Qué es lo que estás mostrando?

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Miércoles 17 de septiembre – Ezequías

Ezequías puso su confianza en el Señor, Dios de Israel. No hubo otro como él entre todos los reyes de Judá, ni antes ni después. Se mantuvo fiel al Señor y no se apartó de él, sino que cumplió los mandamientos que el Señor le había dado a Moisés. 2 Reyes 18:5, 6.

La historia de Ezequías queda marcada por dos grandes momentos: su lucha contra Senaquerib, rey de Asiria, y su enfermedad superada milagrosamente. De las dos situaciones, podemos sacar muchas lecciones espirituales para nuestra vida diaria hoy, en pleno siglo XXI.
El rey de Asiria sitia Jerusalén así como lo había hecho con todas las ciudades, grandes y pequeñas, que había querido conquistar. Y su mensajero, para intimidar al pueblo, dice que si ningún dios de ningún pueblo consiguió defender a sus adoradores del poder militar de su rey, ¿por qué el dios de Judá lo conseguiría? El problema es que el dios de Judá, no es un dios: es Dios.
¿Sabes? Muchas veces dejamos que traten a nuestro Dios como si fuera un dios cualquiera. Peor, muchas veces actuamos como si nuestro Dios no fuese más que un dios de segunda categoría. Como hijos del único Dios verdadero, deberíamos tener más celo en su defensa, lo deberíamos representar mejor.
Ezequías, frente a un problema que él –humanamente– no podía solucionar, no busca apoyo en nadie ni en nada que no sea Dios. Él no va al palacio para tener una reunión con sus generales, ni al parlamento para buscar una estrategia política para solucionar la crisis. Él va al Templo. ¿Dónde vas a buscar las soluciones a tus problemas? ¿Dónde depositas tu confianza?
El otro momento que marca la vida del rey Ezequías es su enfermedad y el milagro de su curación, con la promesa de más años de vida. Hay varias cosas que llaman la atención, pero la primera es la rapidez con la que Dios actúa frente a una oración sincera. Isaías, el profeta que lleva el mensaje de su muerte al rey, no había salido del palacio cuando regresa al dormitorio de Ezequías para avisarle que tendrá quince años más de vida.

No sé cuál es tu pedido hoy, pero Dios continúa dispuesto a responder a las oraciones que sus hijos elevan con fe y espíritu contrito a su Trono de gracia. Dios continúa dispuesto a atrasar el sol, para demostrarte su inmenso amor.

martes, 16 de septiembre de 2014

Martes 16 de septiembre – El sacerdote que enseñaba

Así que uno de los sacerdotes que habían sido deportados de Samaria fue a vivir a Bet-el y comenzó a enseñarles cómo adorar al Señor. 2 Reyes 17:28.

Cuando Dios interviene, los planes y las decisiones humanas pierden valor. El rey de Asiria deportó a los habitantes de Samaria y llevó en su lugar gente “de Babilonia, de Cuta, de Ava, de Hamat y de Sefarvaim” (2 Rey. 17:24, RV60).
El plan del rey para repoblar el territorio era humanamente válido; el problema es que muchos planes válidos para nosotros son equivocados para Dios. Este era uno de ellos.
Los nuevos pobladores no conocen a Dios, no saben cómo adorarlo, pero reconocen su poder detrás de la manada de leones que los estaban destruyendo. Cuando le avisan del problema al rey, directamente le dicen que no saben lo que requiere el Dios de esta tierra.
Ellos no entendían que Jehová era el Dios, no de esa tierra, sino de toda la tierra, el cielo y las cosas que en ellos hay. Pero son lo suficientemente humildes como para reaccionar pidiendo ayuda espiritual frente al problema. Pueden ser paganos e idólatras, pero actuaron de una manera que nosotros –cristianos y monoteístas– muchas veces no conseguimos.
A veces, queremos solucionar nuestros problemas desde una óptica humana. Buscamos soluciones terrenas, lógicas y comprensibles. Soluciones que podamos repetir en laboratorios. Nos cuesta entender que los “leones” de nuestras vidas pueden ser un instrumento divino para llamar nuestra atención sobre algún aspecto que debemos corregir.
El rey envía un sacerdote para que enseñe a los nuevos habitantes de la región a adorar al Dios verdadero de la manera que él espera ser adorado. Una oportunidad increíble para dar a conocer la verdad a aquellos que no la conocen. Una oportunidad de testificar, similar a la que nosotros tenemos con mucha frecuencia, pero que no sabemos aprovechar.
El pueblo entendió el mensaje, comenzó a adorar a Dios; pero “aunque adoraban al Señor, servían también a sus propios dioses, según las costumbres de las naciones de donde habían sido deportados” (2 Rey. 17:33).

Es posible que no tengamos ni una gota de sangre de los pueblos de “Babilonia, Cuta o Sefarvayin”, pero muchas veces nos comportamos como si, en cuanto a lo espiritual, fueran nuestros antepasados directos. Adoramos, ritualmente, a Dios; pero servimos a nuestros propios dioses: humanos, frágiles, pobres y falsos. Adora hoy de corazón al único Dios verdadero.

lunes, 15 de septiembre de 2014

Lunes 15 de septiembre – Oseas

En el año noveno del reinado de Oseas, el rey de Asiria, después de conquistar Samaria, deportó a los israelitas a Asiria y los instaló en Halah, en Gozán (que está junto al río Habor) y en las ciudades de los medos. 2 Reyes 17:6.

La paciencia de Dios tiene un límite. Después de siglos esperando una respuesta de obediencia, destruyó a Sodoma y a Gomorra. Después de muchos siglos esperando que fuese la nación que él había soñado, desechó a Israel como pueblo elegido.
Por si no lo habías notado, nosotros, como iglesia, llevamos más de cien años “dando vueltas” en este mundo. ¿Será que estamos dando las respuestas que Dios espera de nosotros? Recuerda que iglesia no solo es el pastor, ni los administradores ni los misioneros en el extranjero. La iglesia eres tú y soy yo.
Este oscuro rey de Israel intentó apoyarse en el poder de otro ser humano para librarse del peligro que significaba el rey de Asiria (el mismo que había ayudado a Acaz), buscando el apoyo del rey de Egipto. Mientras perdamos tiempo intentando auxilio, amparo o protección en otro hombre, seguiremos teniendo soluciones de segunda categoría. Nuestro socorro viene del Señor, dice el salmista. Tu socorro ¿viene de Dios?
Así como en la historia de los pueblos y las naciones Dios llega al límite de su paciencia, de la misma manera en la vida individual de los seres humanos sucede lo mismo. Llega un instante en el que el Cielo deja que el ser humano se haga cargo de sus propias decisiones. Debe ser el momento más triste de la historia, no solo para el ser humano, que –generalmente– ignora su propia situación, sino también la ocasión más triste para Dios. Es una de esas situaciones en las que el Señor llora.
Cuando un hijo elije separarse del Padre, en el cielo, los ángeles comienzan con una ceremonia que realizan en un silencio profundo y doloroso. El nombre de aquel hijo esperado para la fiesta es borrado de la lista de los invitados. La piedrita blanca donde estaba preparado el nuevo nombre que recibiría y la corona preparada para darle la bienvenida a casa, son dejadas de lado. En la mesa de la cena del Cordero se retira un plato. La casa construida especialmente para él, queda deshabitada. Un lugar en el coro celestial queda vacío.

No hagas llorar a tu Padre.

viernes, 12 de septiembre de 2014

Viernes 12 de septiembre –Amasías

Por aquel tiempo, Amasías envió mensajeros a Joás, hijo de Joacaz y nieto de Jehú, rey de Israel, con este reto: “¡Sal para que nos enfrentemos!”. 2 Reyes 14:8.

El rey Amasías es el hijo del rey Joás, el rey bueno de Judá. Amasías fue un monarca correcto, aunque no destruyó los altares paganos y el pueblo continuó ofreciendo sacrificios y quemando incienso en honor a los dioses falsos.
Cuando uno piensa en estas historias, se pregunta por qué (en las cuestiones espirituales) nosotros somos tan inclinados a conformarnos con un porcentaje de lo que podríamos hacer. No nos entregamos en un ciento por ciento No adoramos en un ciento por ciento. No somos cristianos el ciento por ciento.
En cada aspecto, llegamos hasta donde creemos que es suficiente. Pero, el problema es que Dios no se conforma con lo “suficiente”, él quiere la totalidad. Él quiere toda tu vida, todas tus horas, todos tus pensamientos, todas tus fuerzas. La entrega parcial es lo que nos hace fieles representantes de Laodicea: tibios y dignos de ser vomitados de la boca del Señor.
Amasías demoró algún tiempo en afianzarse en el poder, e inmediatamente después ajustició a quienes había asesinado a su padre; pero respetó la vida de los hijos de los asesinos, demostrando su obediencia a las órdenes de Dios.
Por más que nosotros tenemos la inclinación de hacer “juicios familiares”, el Cielo juzga en forma individual. Los pecados de tu padre no te perderán ni la santidad de tu madre te salvará. El libre albedrío que Dios nos dio nos hace personalmente responsables por nuestras decisiones. En el juicio divino, no hay herencias.
El momento de mayor poderío militar de Amasías se dio cuando derrotó a diez mil edomitas. La Biblia no cuenta cuántos soldados tenía el ejército de Judá, pero el número de los vencidos es considerable. Inmediatamente después, reta al rey de Israel para luchar, y pierde rotundamente.
¿Sabes? En la vida espiritual muchas veces nos comportamos como Amasías. Una victoria sobre el pecado nos hace sentir tan poderosos que queremos enfrentar a todos nuestros enemigos, que muchas veces nos derrotan. El secreto de la vida cristiana está en vivir un día a la vez, tomado de la mano de Jesús.

Cada día pide las fuerzas que necesitas para vivir esta jornada, pues de nada vale que, basado en tu triunfo de ayer, te lances a la conquista del mañana, olvidándote de tu lucha de hoy.

jueves, 11 de septiembre de 2014

Jueves 11 de septiembre –El hombre que resucitó

En cierta ocasión, unos israelitas iban a enterrar a un muerto, pero de pronto vieron a esas bandas y echaron el cadáver en la tumba de Eliseo. Cuando el cadáver tocó los huesos de Eliseo, ¡el hombre recobró la vida y se puso de pie! 2 Reyes 13:21.
El tiempo pasó y Eliseo, ya anciano, tuvo el último encuentro con el rey Joás, hijo de Joacaz, rey de Israel (el buen rey Joás era rey de Judá).
Con el Joás malvado se dio aquella conversación en la que el profeta le dice que golpee la tierra con las flechas, y el rey lo hizo tres veces. Eliseo se enoja porque tendría que haber golpeado más veces el suelo. Yo creo que si el profeta le hubiera avisado de lo que se trataba, el rey habría golpeado cientos de veces el suelo; pero el problema es que el rey obedeció sin saber lo que estaba en juego. La falta de conocimiento le jugó una mala pasada.
Nosotros no tenemos que golpear el suelo, pero nos toca demostrar fe ante las órdenes de Dios y, al mismo tiempo, buscar el conocimiento necesario para que no perdamos bendiciones que están a nuestra disposición.
Algún tiempo después, Eliseo murió. Los justos también sufren, también lloran y también mueren. Los justos recorren el mismo camino que los injustos, con la pequeña (aunque enorme) diferencia que marca la compañía de Jesús en sus vidas. Nacer, crecer, reproducirse y morir es la síntesis biológica de la vida que unos y otros repiten; pero es totalmente diferente vivir solo que hacerlo acompañado por Cristo.
El tiempo pasó. Las cosas de la vida se fueron acomodando en su rutina, pues el mundo no dejó de dar vueltas. Los problemas siguieron apareciendo, los enemigos siguieron atacando y las personas continuaron muriendo. Como si fuera un resumen de esta situación, el versículo 21 nos cuenta que un séquito mortuorio se asustó ante la presencia de los bandidos y largaron el cadáver en “cualquier lugar”. La sorpresa fue que ese “pozo” era la tumba de Eliseo, y cuando el cuerpo sin vida se chocó con los huesos del profeta, ¡el hombre resucitó!

El poder del ejemplo de vida de los justos llega más allá de sus muertes. El poder de los sermones que ellos predicaron, no solo con palabras, continúa transformando vidas. Sé justo, y sé una fuente de vida.

martes, 9 de septiembre de 2014

Martes 9 de septiembre – Joás

Joás hizo durante toda su vida lo que agrada al Señor, pues siguió las enseñanzas del sacerdote Joiada. 2 Reyes 12:2.

Toda una vida haciendo lo que agrada al Señor. ¡Qué buen resumen de vida! ¡Qué excelente epitafio! ¿Se podría decir lo mismo de ti?
La Biblia explica que esta vida recta fue fruto de haber seguido las enseñanzas del sacerdote Joiada. ¿Ahora entiendes la importancia de aquel consejo que dice “Instruye al niño en el camino”?
Definitivamente, tu familia fue tu primera escuela. Ahí aprendiste las cosas básicas que marcarán –salvo algún milagro– tu vida para siempre. La educación formal, la que recibes en la escuela, en el colegio, en la universidad, irá puliendo ciertas aristas, dándote ciertas informaciones; pero la base de tu carácter, la manera en la que piensas y actúas, los valores sobre los que manejas tu vida serán –en la inmensa mayoría de los casos– adquiridos en el seno familiar.
Es bien posible que tú no estés casado(a) y que no tengas novio(a). De cualquier forma, ¿estás orando por tu futuro cónyuge? Es lo más natural pensar que él (o ella) ya haya nacido, ya haya sido educado en sus valores fundamentales, ya esté en proceso de formación académica…
Por más que pueda parecer muy lejano, el momento de tomar esta decisión fundamental (con quién pasaré el resto de mis días) está mucho más cerca que antes. Eso significa que tendrías que estar orando (y mucho) por este asunto; pero, comúnmente nos comportamos de una manera extraña: dejamos para último momento, y a veces, pedimos la dirección de Dios para esta decisión delante de un altar, de la novia vestida de blanco o del novio con su mejor traje.
¿Cuáles son los valores que para ti son fundamentales? ¿Qué valores para ti son innegociables? Esas preguntas son básicas, para una buena relación. Pero normalmente nos preocupamos más por el color de los ojos, el perfume que usa y la ropa con la que se viste.
Así, no es difícil entender por qué tenemos cada vez más problemas en las familias que se llaman cristianas. El mayor propósito de la primera parte del reinado de Joás fue la reconstrucción del Templo. Para este fin recogió dinero, exigió resultados de los sacerdotes, impulsó campañas de recolección y de ofrendas.

¿Cuál es el mayor propósito de tu vida? ¿Cuál es la mayor motivación para buscar compañero(a)? ¿Son compatibles? Ora a Dios desde ahora, pidiéndole sabiduría para esta decisión, y para todas las demás, también.

lunes, 8 de septiembre de 2014

Lunes 8 de septiembre – Josaba

Pero Josaba, que era hija del rey Joram y hermana de Ocozías, raptó a Joás hijo de Ocozías cuando los príncipes estaban a punto de ser asesinados. Metiéndolo en un dormitorio con su nodriza, logró esconderlo de Atalía, de modo que no lo mataron. 2 Reyes 11:2.

Todos los errores de tu familia y de tus antepasados sumados no son razones suficientes para que tú tengas que pecar. Por más nefasto que haya sido el ejemplo que recibiste, no es motivo suficiente para que te tengas que equivocar en tus decisiones.
Cuando Josaba, hermana del pagano rey Ocozías y nieta de la terrible Atalía, observó lo que su abuela estaba haciendo, no dudó en enfrentarla; no físicamente, tampoco buscando discutir con ella la situación; sino actuando de manera rápida, pero inteligente y cuidadosa.
Por lo que el relato bíblico presenta, Atalía ordenó la muerte de todos los posibles herederos al trono. Las mujeres no formaban parte de esa cadena de sucesión real, por lo que Josaba podía “dormir tranquila”. El problema no era con ella.
La filosofía del “no te metas” es una plaga que se extiende por nuestra existencia, y nos deja en un estado de parálisis tal que somos capaces de observar –casi impávidos– las peores injusticias. Creemos que la vida pasa por al lado, pero en realidad Dios nos pide un compromiso vital con la justicia. Si tu hermano tiene hambre, la idea es darle un pedazo de pan. Si tiene frío, abrigarlo. Si está enfermo, visitarlo. Dios no se conforma con menos.
Josaba reacciona rápidamente: salva al niño cuando estaba a punto de ser asesinado; pero lo hace con inteligencia. Lleva al pequeño al Templo, lugar que ella sabe que no será visitado por Atalía; pero lo deja con su nodriza, la persona que más tranquilidad y confianza le podría ofrecer al pequeño en un momento tan extraño y de tantos cambios en su corta existencia.
La Biblia no hablará más de la tía del rey Joás, pero ella es la heroína que nos enseña a tomar decisiones importantes (salvar la vida a un niño) con inteligencia (escondiéndolo en el Templo), pero sin perder la ternura (dejándolo en compañía de su nodriza).

Hoy será un día de decisiones para ti. No sé cuán difíciles ni cuán importantes serán. Eso sí, recuerda tomarlas con el mismo espíritu de Josaba.

viernes, 5 de septiembre de 2014

Viernes 5 de septiembre – Jehú

Jehú se levantó y entró en la casa. Entonces el profeta lo ungió con el aceite y declaró: “Así dice el Señor, Dios de Israel: Ahora te unjo como rey sobre mi pueblo Israel”. 2 Reyes 9:6.

Cuando el mal domina, Dios levanta gente que se anime a enfrentarlo y eliminarlo. ¿Tú eres un instrumento del Cielo contra el mal o te acomodas cobardemente a la situación? ¿Podría Dios confiar en que harás tu mejor esfuerzo para eliminar el mal o corre el riesgo de que te rindas ante él?
Jehú era un militar acostumbrado a las batallas. Cuando el mensajero de Eliseo lo unge como rey, se siente en condiciones de atacar, para exterminar el mal del pueblo de Dios. No mata a ninguno de los siervos enviados por el malvado rey de Israel; pero cuando lo encuentra, acompañado por el perverso rey de Judá, no lo duda ni un momento y mata a los dos.
Con el pecado no se discute, con el pecado no se negocia, con el pecado no se dialoga. Al pecado se lo destruye.
Desde nuestra visión del mundo, empapada con las ideas del siglo XIX, las muertes de los reyes y de Jezabel nos pueden parecer acciones extremas, sanguinarias y –de alguna manera– equivocadas.
Solo te dejo una pregunta para pensar. Si tienes un cáncer, ¿no lo extirparías con el mayor cuidado y hasta sus mínimas expresiones? El pecado es más mortal que el más mortífero de los cánceres. Dios no puede ofrecer aspirinas para solucionar un problema tan grave y profundo. Llega un momento en el que debe realizar una cirugía radical. Extirpar el mal se hace tan necesario y tan básico para la vida espiritual como respirar lo es para la vida física. Tu existencia eterna depende de esa decisión.
Cuando Dios ordena, por extraño que sea el mandato, nuestro deber es obedecerlo. Sin discusiones, sin alegatos, sin análisis. Solamente obediencia; puesto que antes de pedir que lo obedezcas, él siempre te mostró su poder, su gloria y su amor. Antes de entregar las tablas de la Ley al pueblo en el Sinaí, los había sacado de la esclavitud de Egipto. Antes de pedir el hijo en sacrificio a Abraham, le había demostrado su cuidado constante a lo largo de su peregrinación.

Dios nunca te pedirá algo que esté más allá de lo que tú consigas realizar.

jueves, 4 de septiembre de 2014

Jueves 4 de septiembre –Jazael

Jazael exclamó: “¡Qué es este servidor de usted sino un pobre perro! ¿Cómo es posible que haga tal cosa?”. Entonces Eliseo le declaró: “El Señor me ha revelado que vas a ser rey de Siria”. 2 Reyes 8:13.

Cuando se levantó aquella mañana, Jazael pensaba que sería un día normal, como todos los otros que había vivido. Seguramente estaba preocupado por la salud de su rey –Ben-adad–, quien continuaba enfermo. Aquella mañana, el monarca le pidió un trabajo especial: averiguar si él conseguiría sobrevivir o no; la manera de saberlo era preguntándoselo a Eliseo.
Ese elemento del relato llama la atención. Ben-adad es el rey sirio que mandó atacar la ciudad en la que estaba el profeta de Dios, para tomarlo prisionero. Es el mismo que sitió la ciudad donde las madres llegaron a comerse a sus propios hijos. Ahora que está pasando por una situación delicada, pregunta sobre su futuro a Eliseo.
Como ves, vivir una vida de relación con Dios, una vida coherente entre lo que dices y lo que haces, una vida que refleje el amor del Cielo en todo momento y en toda circunstancia, traerá como consecuencia el respeto, incluso el de tus enemigos.
La respuesta es clara para Jazael: Eliseo le dice que el rey esta vez sobrevivirá, pero que próximamente él será el nuevo rey de Siria.
Jazael escucha la profecía. No lo puede creer; pero tampoco puede esperar. Aquella tarde, cuando se presentó ante el rey, simple y resumidamente le presentó el informe de Eliseo: “Tú sobrevivirás”.
Sin embargo, el problema estaba en el corazón del futuro rey. Él no consiguió esperar. Aprovechándose de la situación privilegiada que le daba su función y de la debilidad de su contrincante, a la mañana siguiente asfixia al rey con una colcha empapada en agua y usurpa el trono.
Jazael no pensaba que fuera capaz de asesinar a nadie. Jazael no pensaba que fuera capaz de traicionar a su rey. Pero en un par de horas su vida cambió: quien se había levantado una mañana para servir a su jefe, a la mañana siguiente lo hace para matarlo. Una noche pensando en forma errada, y la consecuencia es que el respetuoso y obediente Jazael se transforma en un asesino.

El pecado funciona así: una idea acariciada y no desterrada de tu mente, te puede llevar a tomar decisiones profundamente equivocadas. Aprende a esperar en el Señor. Él es fiel.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Miércoles 3 de septiembre – Los leprosos

Ese día, cuatro hombres que padecían de lepra se hallaban a la entrada de la ciudad. “¿Qué ganamos con quedarnos aquí sentados, esperando la muerte? –se dijeron unos a otros–. No ganamos nada con entrar en la ciudad. Allí nos moriremos de hambre con todos los demás, pero si nos quedamos aquí, nos sucederá lo mismo. Vayamos, pues, al campamento de los sirios, para rendirnos. Si nos perdonan la vida, viviremos; y si nos matan, de todos modos moriremos”. 2 Reyes 7:3, 4.

Perdido por perdido, tomamos la decisión más inconsciente que podemos imaginar. Perdido por perdido, nos metemos en la “boca del lobo” sin pensar en las consecuencias. Los leprosos fueron a buscar la muerte. Por ser israelitas y por estar enfermos de la incurable lepra, los sirios los matarían. Perdido por perdido… ¡me arriesgo!
¿Sabes? Dios tiene una visión diferente de las situaciones, incluso de aquellas en las que tú mismo te ves sin salida, sin posibilidades, sin opciones. Cuando tú crees que el callejón te deja sin ruta de escape, solo debes mirar hacia el lugar correcto y verás una mano en tu ayuda.
Comúnmente, cuando somos tentados, miramos hacia el lugar equivocado. Miramos la tentación. No: la idea es que miremos hacia arriba, a lo alto, al Cielo. De allí llegará nuestra mano amiga que nos quiere ayudar. Ahí está el segundo problema que repetimos en nuestra caminata cristiana: queremos solucionar nosotros mismos nuestro problema, con nuestras fuerzas, con nuestras estrategias.
Los leprosos van a ver si consiguen alguna ayuda, y encuentran bendiciones superabundantes. Luego, no consiguen mantenerse con la boca cerrada: necesitan contárselo a alguien. ¿Entiendes que, en la historia de la humanidad, tú eres un leproso que tienes la mejor noticia que el mundo necesita escuchar? ¿Eres capaz de quedarte callado? ¿Consigues disfrutar de las bendiciones sin compartirlas con nadie? Es demasiado egoísmo. Es demasiada irresponsabilidad.
Los leprosos gritan las buenas nuevas que llegan hasta los oídos del rey; quien tiene miedo, porque no cree en el milagro que le acaban de contar.

No sabemos cómo termina la historia de estos cuatro leprosos; la Biblia no dice nada. Creo que no fueron sanados de su enfermedad. De todos modos, aunque podamos sufrir un final “normal” acorde con nuestra condición pecaminosa, nuestra responsabilidad es hablar, en alta voz, aunque sea medianoche, para avisar a los otros todo lo que tenemos a disposición por el poder divino.

martes, 2 de septiembre de 2014

Martes 2 de septiembre – El oficial incrédulo

El ayudante personal del rey replicó: “¡No me digas! Aun si el Señor abriera las ventanas del cielo, ¡no podría suceder tal cosa!”. “Pues lo verás con tus propios ojos –le advirtió Eliseo–, pero no llegarás a comerlo”. 2 Reyes 7:2.

En un versículo está contada toda una historia. Historia que se repite a través de los tiempos y llega hasta nuestros días. Es la historia de la Palabra de Dios, dicha con la seriedad que la verdad absoluta merece, y contestada desde la falta de fe.
El rey va hasta Eliseo no para pedirle un consejo o una intervención en el ámbito de lo espiritual, sino para matarlo. En un diálogo extraño, breve y realizado con la puerta cerrada separándolos, el mensajero del rey escucha al mensajero de Dios profetizar la finalización del conflicto. No explica cómo va a ocurrir, solo marca las consecuencias de ese milagro. La noticia que el ayudante personal del rey escucha es la mejor que podría soñar; pero los ojos humanos no permiten ver más allá y no consigue creer.
A nosotros nos sucede lo mismo. Tenemos las mejores noticias, pero no conseguimos creer en ellas porque no conseguimos ver más allá. Tener la información correcta y verdadera no modifica mi visión (corta y equivocada) sobre los acontecimientos. Sigo preocupado por lo que veo, por lo que entiendo, por lo que consigo percibir.
El ayudante del rey veía al ejército sirio que continuaba, como todo el tiempo anterior, acampado alrededor de la ciudad. Él continuaba viendo las mismas carpas, con los mismos soldados, con el mismo poderío militar. ¿Cómo aceptar y confiar en la palabra de Eliseo, si mis ojos no perciben ningún cambio?
Mi bisabuelo, mi abuelo y mi padre murieron con esta esperanza: que la segunda venida de Jesús se produciría cuando ellos estuvieran vivos. Ya pasaron muchos años desde la última despedida, y el universo continúa igual. Las carpas del enemigo de Dios continúan en el mismo lugar.
El enemigo expone ante mis ojos el mismo poder de siempre, por lo que yo sigo sintiendo un miedo igual al de ayer.

Recuerda: la cuestión no es lo que tú ves con tus ojos humanos, sino lo que la Palabra de Dios dice clara, terminante y definitivamente. La promesa que nace en la boca de Dios no falla.

lunes, 1 de septiembre de 2014

Lunes 1 de septiembre – La mujer que se comió a su hijo

Al oír la queja de la mujer, el rey se rasgó las vestiduras. Luego reanudó su recorrido por la muralla, y la gente pudo ver que bajo su túnica real iba vestido de luto. 2 Reyes 6:30.

El rey de Israel está atrapado en Samaria. El ejército del rey sirio, Ben-adad, ha sitiado a la ciudad por tanto tiempo que la peor comida se vende a precios absurdamente altos. En una situación de desesperación, la población intenta buscar una solución en aquel que tiene el poder. Como el gobernante es humano y sin respeto por el verdadero Señor de la historia, del tiempo y de las situaciones, la mujer que se queja quedará sin respuestas.
¿Cuál es la queja de la mujer? Ella había hecho un trato con otra señora de la ciudad para matar a su hijo y comerlo un día; al día siguiente, matarían al hijo de la otra, para alimentarse. La mujer, a los gritos, le cuenta al rey que el día anterior habían matado y comido a su hijo, pero que cuando pidió que la otra mujer cumpliera su parte del trato, ella lo escondió.
En momentos de crisis, conseguimos hacer y decir cosas que en la tranquilidad de la normalidad ni pensaríamos en realizar. ¿Qué madre, en su sano juicio, entregaría a su hijo para que sea asesinado y comido? Además, nota que la queja de la mujer no está en la muerte injusta de su hijo ni en la práctica de antropofagia. El problema es que la otra mujer no cumple con su parte de lo previamente combinado.
Ofuscados por el pecado, nos comportamos peor que animales. Piensa en las personas que tienen sexo con desconocidos, sin compromiso alguno, como si fueran animales irracionales, apenas guiados por sus instintos. Piensa en la gente que mata a otras personas por la diversión de ver sangre corriendo…
En su afán de saciar su hambre, estas mujeres no contemplaron ni siquiera la vida de sus hijos. Eran egoístas, y buscaban solo su propio beneficio. ¿Hasta dónde llegas cuando eres dominado y guiado por el pecado? ¿Cuál es tu límite?

Recuerda que estas dos mujeres eran hijas de Israel, que vivían una vida –imaginamos– normal, hasta que la crisis llegó y perdieron la conciencia de lo correcto. ¡Cuídate!