Barzilay, que ya era un anciano de ochenta años, le
habla proporcionado al rey todo lo necesario durante su estadía en Majanayin,
pues era muy rico. 2 Samuel 19:32.
David está regresando a su palacio en duelo. Había
ganado una guerra, pero habla perdido un hijo. Más allá de los aspectos
específicos del relato, muchas veces, en nuestras relaciones con amigos y
familiares pasamos por la misma situación. Podemos llegar a ganar una discusión
pero, simultáneamente, podemos estar perdiendo una relación.
En ese estado de espíritu, el rey va derrochando
perdón para todos los que se cruzan en el camino, menos para el asesino de su
hijo rebelde. Joab es el único que no recibe clemencia por parte del rey. Simí,
aquel que lo había insultado, pide y recibe el perdón real. Mefiboset, quien se
había quedado en Jerusalén y había sido traicionado por aquel que lo debía
servir, también es perdonado por David.
David invita a Barzilay a que lo acompañe al
palacio, para que viva allí. Es la invitación de un rey. Es la misma invitación
que le había hecho un tiempo antes a Mefiboset y que este había aceptado en el
mismo instante; solo que Barzilay no acepta la invitación (2 Sam. 19:33-37).
Seguramente él no tenía un palacio, pero con la
cómoda casa que habitaba y las riquezas de que podía disfrutar, se sentía más
que satisfecho.
¿Cuál es el motivo que presentas para no querer ir
a vivir al palacio del Rey?
¿Estás satisfecho con lo que tienes? ¿Piensas que
el Señor del universo no tiene demasiado que ofrecerte?
Cuando David lo invita, lo primero que responde el
anciano es que él ya tiene ochenta años, no cree que tenga mucho tiempo para
disfrutar del palacio.
Ir a esta altura de la vida, cuando queda tan poco,
¿para qué?
Con Cristo actuamos de manera semejante. Cuando
somos jóvenes, porque somos jóvenes y tenemos mucho que vivir todavía; cuando
somos viejos, porque somos viejos y no tenemos casi nada que ofrecerle. Cuando
es temprano porque es temprano, cuando es tarde porque es tarde… siempre
presentamos una excusa para decir que no a la invitación que el Rey nos hace.
Hoy, el Cielo te está invitando nuevamente para
vivir en el palacio del Rey.
Tú tienes la decisión en la mano. Es una decisión
que modificará tu futuro.
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