lunes, 7 de julio de 2014

Lunes 7 de julio – La mujer de Abel Betmacá

Las tropas de Joab llegaron a la ciudad de Abel Betmacá y la sitiaron. Construyeron una rampa contra la fortificación para atacar la ciudad, y cuando los soldados comenzaban a derribar la muralla, una astuta mujer de la ciudad les gritó: “¡Escúchenme! ¡Escúchenme! Díganle a Joab que venga acá para que yo pueda hablar con él”. 2 Samuel 20:15, 16.

El ejército real había sitiado a la ciudad de Abel Betmacá. Ya había construido la rampa que usarían para invadirla. Estaba todo preparado para tomarla y destruirla. Todo el movimiento bélico es porque allí estaba escondido Saba, quien se había revelado contra David.

En los momentos de crisis aparecen personas especiales. La mayoría, frente a la dificultad queda paralizada, pero algunos tienen la capacidad de pensar, de actuar, de intentar una solución. A lo largo de la historia bíblica, encontramos a unos pocos héroes de la fe que aprendieron a arrodillarse en esas circunstancias.

Y tú, ¿qué haces en los momentos de crisis? Dios conoce nuestros corazones y es capaz de todo, pero en principio te diría que es imposible que aprendas a arrodillarte en la crisis, si estás acostumbrado a vivir de pie.

Lo cierto, en este relato, es que aparece una astuta mujer que grita sola, para intentar solucionar el problema de todos. Tal vez, ella no sabe quién es Joab ni lo que realmente está sucediendo, pero actúa rápido y toma la iniciativa.

Al conversar con Joab por las razones de la invasión, escucha de boca del general que si le entregan al hombre que él busca, el ejército se retira. Ella no duda: “Desde la muralla arrojaremos su cabeza” (2 Sam. 20:21). El relato se reduce a una frase: “Y fue tal la astucia con que la mujer habló con todo el pueblo, que le cortaron la cabeza a Saba hijo de Bicri y se la arrojaron a Joab” (2 Sam. 20:22).

Es posible que un pecado escondido en algún lugar de tu corazón, que solamente tú conoces y que, íntimo y profundo, te lastima, esté haciendo que te sientas espiritualmente acorralado. No ves escapatoria para tu futuro eterno porque sabes que ese pecado acariciado te está dejando afuera del cielo. ¿Qué hacer? ¿Cómo actuar?


Los momentos de crisis no son situaciones para jugar. Son instantes excepcionales para tomar decisiones que modifiquen tu realidad (presente y futura). Córtale la cabeza a ese pecado, y arrójalo por la muralla de tu vida.

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