jaireo era sacerdote personal de David. 2 Samuel
20:26.
De Ira solo sabemos que “solamente” era el
sacerdote personal del rey. Solo aparece en este texto bíblico.
Que no seas famoso no significa que no seas
importante. Quizás haya otras personas que son más mencionadas, más recordadas,
más populares. Tu función en la vida no tiene que ver con las luces que te
iluminan, sino con la luz que tú puedes compartir.
Recuerdo la mañana en que un amigo llamó a mi
puerta. Sentados en la sala, me confesó que estaba con problemas económicos.
Los números de los que me hablaba eran tan grandes (para mi humilde cuenta
bancaria) que yo ya estaba pensando en cómo decirle que no podía prestarle esa
cantidad; y al mismo tiempo, intentaba descubrir alguna manera de ayudarlo…
No sé si dejé aparecer esta preocupación en mi
rostro, pero en ese momento mi amigo me dijo dos frases que me quedaron
grabadas: “No te preocupes, no te vengo a pedir dinero. Vengo a hablar contigo,
porque tú eres para mí un líder espiritual”. Realmente me tranquilizó mucho
saber que no iba a haber un pedido de ayuda económica; pero me sorprendió más
descubrir la verdadera razón de su visita: quería que orara por él, pues yo era
su “sacerdote personal”.
Habíamos trabajado durante algunos años juntos en
una de las iglesias de la ciudad. Nos llevábamos muy bien. Nuestras familias se
reunían casi todos los fines de semana para almorzar. Nuestra amistad era de
muchas risas, planes evangelísticos y musicales, y conversaciones interesantes.
Pero nunca me imaginé que, siendo él un líder de iglesia nato y supercompetente,
iba a tenerme en esa consideración.
Fue una oración fácil de hacer. Era orar por un
amigo, y pedir que Dios lo bendijera en sus negocios, puesto que él es el Dueño
de todo. Cuando la oración es sincera, simple, y pide por beneficios para el
prójimo, Dios responde. Y respondió.
Nunca sabes cuál es tu influencia en la vida de los
que te rodean, pero para bien o para mal tus actitudes pueden apuntalar las
decisiones de alguien. Piensa en esto hoy cuando hables, cuando mires, cuando
opines, cuando te rías y cuando llores: habrá alguien –no sé quién puede ser,
quizá no sepas quién pueda ser– que te mirará no como un renglón perdido en el
final de un capítulo, de la vida, sino como se mira a su “sacerdote personal
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