Los filisteos reanudaron la guerra contra Israel, y
David salió con sus oficiales para hacerles frente. Pero David se quedó
agotado, así que intentó matarlo un gigante llamado Isbibenob, que iba armado
con una espada nueva y una lanza de bronce que pesaba más de tres kilos. 2
Samuel 21:15, 16.
Los gigantes se van cruzando en la vida de David.
Solo que el tiempo fue menguando las fuerzas del antiguo guerrero, y aquel casi
niño que consiguió matar a Goliat, ahora –siendo mayor– casi muere a manos de
Isbibenob.
Cuando te miras en el espejo, ciertamente te vas a
ver lejos de ese momento; pero te aseguro que el tiempo pasa mucho más rápido
de lo que pensamos y deseamos. Las canas aparecerán, las arrugas te marcarán,
las fuerzas que hoy tienes se irán escapando poco a poco.
Por eso, debes prepararte para ese momento. Es un
tema de sabiduría. Cuanto antes entiendas que no serás eternamente joven, será
preferible y te podrás preparar mejor. A partir de este episodio, el rey no
volvió a salir a la guerra. Es interesante pensar que cuando tenía fuerzas físicas
para salir y batallar, prefirió quedarse en el palacio, dormir la siesta… ¡y
terminó pecando con Betsabé! Ahora, que estaba más viejo, quiere salir y
pelear. No en vano el sabio Salomón nos dice que cada cosa tiene su tiempo.
Esta es otra lección que debemos aprender cuanto antes.
Por las informaciones que la Biblia presenta,
Goliat era más grande y poderoso que Isbibenob: mientras la lanza del primero
pesaba seiscientos siclos de hierro (1 Sam. 17:7), la del último, pesaba
“apenas” trescientos ciclos de bronce (2 Sam. 21:16). El problema no es el
enemigo de turno ni su fuerza, sino la fuerza que tú tienes (o dejas de tener)
en cada circunstancia y en cada momento de tu vida.
Tu victoria pasada no sirve como garantía de
triunfo actual. Isbibenob no era un gigante terrible, pero encontró al rey
David en un momento de debilidad. Lo mismo puede ocurrirnos en la vida
espiritual. Debe ser por eso que el apóstol Pablo nos deja el siguiente
consejo: “Por lo tanto, si alguien piensa que está firme, tenga cuidado de no
caer” (1 Cor. 10:12).
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