jueves, 31 de julio de 2014

Jueves 31 de julio – Sisac rey de Egipto

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Sisac, rey de Egipto, atacó a Jerusalén en el quinto año del reinado de Roboam, y saqueó los tesoros del templo del Señor y del palacio real. Se lo llevó todo, aun los escudos de oro que Salomón había hecho. 1 Reyes 14:25, 26.

“Cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar”, dice el refrán popular. Roboam no aprendió nada de la actitud de Jeroboam y, teniendo “en la mano” el verdadero culto, el verdadero Templo, el verdadero Dios, eligió vivir la misma falsa adoración de su vecino del norte. Su ejemplo cundió por el pueblo, que llegó al extremo de practicar la prostitución sagrada.
En esas circunstancias aparece Sisac, rey de Egipto: el instrumento que Dios utiliza para castigar al pueblo desobediente.
En unos pocos días, Roboam perdió todos los tesoros del Templo que su padre, Salomón, había demorado años en construir. La Biblia utiliza, como ejemplo de esa pérdida, los escudos de oro que el antiguo rey había hecho. El relato dice que ahora el rey mandó hacer escudos de bronce, y los puso al cuidado de los soldados que custodiaban el Templo. Perdió oro, se conformó con bronce. Cuando estamos en pecado, siempre nos tenemos que conformar con menos.
Por más que, mirando rápido y sin demasiado cuidado, un poco de bronce puede brillar como oro, la comparación no resiste el más mínimo examen. No quieras vivir tu vida espiritual con bronce como si fuera oro, porque –además de mentir– nunca conseguirás engañar a Dios.
¿Te acuerdas del comentario del apóstol Pablo en Gálatas 6:7? Exactamente eso: Dios no puede ser burlado. Él sabe exactamente qué es de oro en tu vida, qué es de bronce y qué es de latón. Él te conoce profunda, total y absolutamente.
Sisac no era un rey que tuviera tanto más poder que sus antecesores en el trono. Los reyes anteriores, durante los reinados de David y de Salomón, ni siquiera pensaron en atacar al reino de Israel. Es verdad que el último se había casado con la hija del faraón, lo que podría transformar a Sisac en un “tío político” de Roboam; pero la cuestión no era familia, era poder militar y cuidado divino. Sin el último, el primero no tiene valor.

Sisac no tendrá ningún poder sobre ti, si te mantienes bajo la protección divina. Fácil y claro, ¿no?

miércoles, 30 de julio de 2014

Miércoles 30 de julio - La esposa de Jeroboam

Y Jeroboam le dijo a su esposa: “Disfrázate para que nadie se dé cuenta de que eres mi esposa. Luego vete a Silo, donde está Ahías, el profeta que me anunció que yo sería rey de este pueblo”.   1 Reyes 14:2.

No tiene ningún sentido disfrazarte para ir a la presencia de Dios, porque él te conoce de todos modos. La esposa de Jeroboam fue saludada por su nombre cuando golpeó la puerta de la casa del ciego profeta Ahías, por más que la idea era que nadie se diera cuenta.
Todo el esfuerzo del rey era para engañar a un anciano ciego. No tiene sentido que se realizara toda esa producción para intentar mentir a una persona que no ve. El problema es que el Dios que todo lo ve le da la visión que necesita tener.
En nuestra vida religiosa, muchas veces nos queremos esconder de Dios; presentarnos ante su santa presencia disfrazados. A veces de santos, a veces de dirigentes de iglesia, a veces de misioneros, a veces de predicadores.
Dios sabe los lugares que visitas, los horarios que ocupas y los libros que lees cuando no estás “disfrazado”. Dios sabe perfectamente qué vocabulario usas cuando no estás detrás del púlpito, conoce el tipo de vocabulario que usas en la cancha, en Internet, con tus amigos… Dios te conoce. Sabe quién tú eres. Conoce tu nombre y tus secretos más íntimos.
La esposa del rey fue hasta Silo para escuchar qué iba a suceder con su hijo, que estaba enfermo. Obviamente que, como buena madre, debió de haber caminado con el corazón oprimido, pero con la esperanza de que el profeta le diera alguna buena noticia. Lo que no consigo imaginarme es cómo le preguntaría por su hijo sin presentarse como la madre… ¿Pensaba mentirle? Si lo pensó, no fue necesario, porque Dios siempre está varios pasos al frente.
La esposa de Jeroboam sabía que estaba disfrazada. Tú también. No pierdas más tiempo. Decide qué quieres para tu vida. Las opciones –tú sabes– son dos, nada más: perdición eterna, con tu lindo disfraz, o salvación por la gracia de Cristo.

Recuerda que no podrás entrar en el cielo disfrazado.

domingo, 27 de julio de 2014

Domingo 27 de julio – El pueblo de Israel

Así que colocó uno de los becerros en Bet-el, y el otro en Dan. Y esto incitó al pueblo a pecar; muchos incluso iban hasta Dan para adorar al becerro que estaba allí. 1 Reyes 12:29, 30.
Todo (o casi todo) es un buen motivo para pecar. El pueblo de Israel se acaba de separar, políticamente, del reino de Judá. Con la bendición divina, eligió a Jeroboam como rey. Este nuevo monarca, movido por miedos infundados, construye dos lugares de culto en su territorio; pero en lugar de preparar dos tabernáculos o, por lo menos, dos espacios para la adoración al Señor que lo había constituido rey de las diez tribus, prefiere caminar directamente en dirección a los cultos paganos.
Es muy posible que si el rey construía un espacio de adoración a Dios, aquel no hubiera tenido la imponencia arquitectónica del Templo de Salomón, instalado en Jerusalén.
Lamentablemente, creo que la preocupación de Jeroboam sobre esas posibles comparaciones tiene fundamento porque nosotros, muchas veces, nos seguimos interesando, para elegir nuestro lugar de culto, más en estos aspectos visibles y superficiales, que en la profunda y verdadera razón que nos debería llevar hasta el lugar de culto.
Sé sincero contigo mismo. ¿Por qué vas a tu iglesia cada sábado? ¿Cuál es la verdadera razón por la que elegiste ese templo, y no otro? ¿Tradición? ¿Familia? ¿Amigos? ¿Tipo de ropa que puedes usar? ¿Maquillaje liberado? ¿Moda? ¿Show? ¿Alguna vez te pusiste a pensar si ese culto es el que Dios espera de ti?
El pueblo de Israel no tenía que ir a adorar a los ídolos que el rey había construido. Ellos quisieron desobedecer una orden directa de Dios, una orden que conocían de memoria; ellos –simplemente– quisieron ir a adorar a los becerros que el rey les ofreció.
Como ellos, nosotros también sabemos de memoria las órdenes del Cielo; pero el problema es que la memoria no es una fuerza poderosa: el gusto particular tiene más fuerza. Tú no pecas porque otra persona te obliga a hacerlo, te sugiere, te invita o te tienta: pecas porque decides hacerlo. Quien decide siempre eres tú.

viernes, 25 de julio de 2014

Viernes 25 de julio – Jeroboam

Entonces Ahías tomó el manto nuevo que llevaba puesto y, rasgándolo en doce pedazos, le dijo a Jeroboam: “Toma diez pedazos para ti, porque así dice el Señor, Dios de Israel: ‘Ahora voy a arrancarle de la mano a Salomón el reino, y a ti te voy a dar diez tribus’”. 1 Reyes 11:30, 31.

Dios maneja los tiempos. Algunas de sus profecías las hace cumplir en dos mil trescientos años. Otras, en pocos días. ¿Por qué Dios actúa de esa manera? No lo sabemos, pero no es difícil aceptar que él tiene la mejor opción en cada decisión.

En esta historia, Jeroboam, el siervo que se había ganado el respeto de todos, a quien el mismo rey Salomón había colocado para supervisar el trabajo forzado que se estaba realizando, se encuentra con el profeta Ahías y se entera de que es el elegido por Dios para cumplir la profecía de la división del reino.

La Palabra de Dios es segura; por eso puedes estar tranquilo. El rey Salomón de alguna manera se enteró de la conversación que su siervo tuvo con el profeta. Su error estaba claramente expuesto delante de sus ojos. Como David en el episodio con Betsabé, podría haberse arrepentido y, quién sabe, Dios podría haber actuado de alguna manera en su favor. Pero, por extraño que nos pueda parecer, el rey eligió el mismo camino que había recorrido Saúl contra David: intentó matar al elegido de Dios. Muchas veces, ellos fueron escogidos porque nosotros optamos recorrer el camino equivocado.

Jeroboam, debió de haberse levantado aquel día pensando en ir hasta su lugar de trabajo y continuar cumpliendo, lo mejor que pudiera, con la labor que le había encomendado el rey. Para él, imagino que haber sido elegido por Salomón como el responsable por ciertas tareas era el mayor sueño que podría tener. Pero Dios –siempre– tiene reservado algo más para nosotros. Él no quería que Jeroboam, fuese solamente un capataz, él quería que fuese un rey.

La historia de la elección de Jeroboam, para que sea el futuro rey de Israel me hace pensar en nuestra salvación. Somos “esclavos” que no merecemos ninguna distinción, apenas conseguimos hacer el trabajo medianamente mejor que algunos; pero esto no nos da ningún mérito.

Por algún motivo que no conseguimos entender, somos elegidos por Dios para que recibamos un don que es infinitamente superior a cualquier sueño que tengamos. No te conformes con menos

jueves, 24 de julio de 2014

Jueves 24 de julio – Hadad

Por lo tanto, el Señor hizo que Hadad el edomita, que pertenecía a la familia real de Edom, surgiera como adversario de Salomón. 1 Reyes 11:14.

El pecado tiene consecuencias. No solo la muerte final y eterna (Rom. 6:23), sino también una serie de consecuencias menores van carcomiendo tu alegría, tus relaciones, tu vida… Son como pequeñas hormigas que van comiendo “los bordes de la hoja de tu vida” pero que, en realidad, si no las exterminas te matarán.

Salomón gozó de paz porque estaba con Dios. Más allá de sus errores, él elegía servir a Jehová. Cuando Salomón escoge agradar a sus mujeres paganas, el Cielo no lo puede bendecir más.

Entonces, aparece Hadad, un hombre de la familia real de Edom. Cuando él era un niño, David y su ejército habían matado a todos los hombres de su pueblo. La situación era tan complicada, que tuvo que huir a Egipto, para no morir. En Egipto, Hadad consiguió llegar a formar parte de la familia del faraón. A pesar de tener todo lo que un hombre quisiera tener en este mundo; cuando se entera de que David y Joab habían muerto, pide regresar a Israel.

Si Salomón hubiera estado en los caminos de Dios, la Biblia no mencionaría a Hadad como un adversario; quizá –como mucho– su nombre aparecería entre los pueblos dominados por el rey.

La promesa de Dios era clara y terminante: si me eliges, te puedo bendecir; si me rechazas, no puedo defenderte. La lógica del Cielo continúa siendo la misma. Y, lamentablemente, nosotros seguimos comportándonos como Salomón; y por eso continuamos sufriendo con los pequeños Hadad que se atraviesan en nuestro camino.


Dejar de lado al Dios de las bendiciones te coloca, sin paradas intermedias, en el territorio desprotegido del enemigo. No puedes esperar que el Señor te bendiga, cuando tú elegiste –con tus palabras, actitudes y acciones– ubicarte en el territorio contrario. No puedes esperar que el Señor te cuide, cuando tú elegiste, con plena conciencia y libertad, andar descuidadamente por la vida en la compañía del adversario de Dios

miércoles, 23 de julio de 2014

Miércoles 23 de julio –Las mujeres de Salomón

En efecto, cuando Salomón llegó a viejo, sus mujeres le pervirtieron el corazón de modo que él siguió a otros dioses, y no siempre fue fiel al Señor su Dios como lo había sido su padre David. 1 Reyes 11:4.

Comúnmente, hablamos de la cantidad de mujeres que Salomón tuvo. Las ya famosas setecientas esposas y trescientas concubinas llaman la atención por la cantidad. Pero la verdadera cuestión de fondo es la calidad de adoración que el rey perdió por culpa de ellas.

Es interesante notar que la primera mujer que tomó como esposa era una egipcia, hija del faraón. Tomando como base la cultura, no la Palabra de Dios, leemos el pasaje y pensamos en las relaciones comerciales, militares, políticas y culturales a las cuales ese casamiento –seguramente arreglado– podría haber ayudado.

Nos olvidamos de pensar, quizá porque es una sola, en las consecuencias espirituales de la decisión del monarca. La Biblia es explícita, al decir que todas estas mujeres pervirtieron el corazón al rey.

Las consecuencias fueron trágicas. Desde el punto de vista de la monarquía, Dios le informó que su reino sería dividido. Desde el punto de vista religioso, el sabio rey Salomón mostró su faceta más necia: “Salomón siguió a Astarté, diosa de los sidonios, y a Moloc, el detestable dios de los amonitas. Así que Salomón hizo lo que ofende al Señor y no permaneció fiel a él como su padre David [...]” (1 Rey. 11:5, 6).

Espiritualmente hablando, agradar a quien está del lado del enemigo es el primer movimiento para que uno mismo termine agradando al enemigo. Hay lugares, hay situaciones, hay momentos en los que tus principios tienen que hablar más fuerte que tu amistad. Salomón no los escuchó, y terminó pecando, yendo detrás de otros dioses, para agradar a alguna de sus mujeres.

Quizá, cuando se casó con la hija del faraón pensó en todas las ventajas terrenas que tendría con la alianza que estaba sellando. Se olvidó de pensar en todas las desventajas eternas a las que estaba abriendo la puerta con esa decisión.


El primer paso en la dirección equivocada es tan determinante como el último, que nos hace caer en el precipicio.

martes, 22 de julio de 2014

Martes 22 de julio – La reina de Sabá

La reina de Sabá se quedó atónita al ver la sabiduría de Salomón y el palacio que él había construido, los manjares de su mesa, los asientos que ocupaban sus funcionarios, el servicio y la ropa de los camareros, las bebidas, y los holocaustos que ofrecía en el templo del Señor. 1 Reyes 10:4.

La reina de Sabá llegó desde muy lejos para conocer al rey más sabio del mundo. Más allá de los comentarios que se podrían hacer sobre la curiosidad femenina, hay una expectativa y un interés por conocer a Salomón que llama la atención.

La Biblia dice que ella se enteró de la sabiduría del rey, y fue hasta Jerusalén para ponerlo a prueba con preguntas difíciles. Y Salomón respondió a todo.

Históricamente, los adventistas del séptimo día éramos conocidos como el pueblo de la Biblia. A veces me duele pensar que fue hace mucho que la gente podía preguntar cualquier asunto, por difícil que fuera, de la Biblia, y un miembro de iglesia podía responder sin complicaciones.

¿Cuántos son hoy los que consiguen explicar, enseñar y mostrar por medio de la Palabra de Dios las doctrinas básicas de nuestra fe?

¿Qué nos pasó? La respuesta es fácil, simple y contundente, al mismo tiempo que nos debería aterrorizar: dejamos de estudiar la Biblia. Solemos tomarla los sábados a las nueve, antes de salir para la iglesia.

Las actuales reinas (y reyes) de Sabá se sienten profundamente defraudadas por nuestro poco conocimiento. La gente que no es religiosa espera que nosotros, que nos autodenominamos religiosos, tengamos –por lo menos– información de lo que decimos creer.

La reina de Sabá, que naturalmente era pagana, quedó atónita, dice el texto, cuando vio la sabiduría del rey, así como el palacio que él había construido, y –termina diciendo– “los holocaustos que ofrecía en el templo del Señor”. Durante el tiempo que la reina de Sabá estuvo en Jerusalén, Salomón mostró a su visitante, entre los elementos importantes, los aspectos religiosos, que estuvieron presentes.


En tu vida, frente a los no cristianos, ¿te muestras como un adorador del Señor del cielo? La religión ¿es algo importante en tu vida? Si alguien te visitara, ¿quedaría impactado por tu culto? No creo que alguien viaje miles de kilómetros para preguntarte cosas difíciles sobre tu religión, pero hoy un amigo puede pedirte que demuestres que eres cristiano. Es tu responsabilidad hacerlo.

lunes, 21 de julio de 2014

Lunes 21 de julio – El pueblo

Al final, Salomón despidió al pueblo, y ellos bendijeron al rey y regresaron a sus casas, contentos y llenos de alegría por todo el bien que el Señor había hecho en favor de su siervo David y de su pueblo Israel. 1 Reyes 8:66.

La fiesta de dedicación del Templo de Salomón duró catorce días. Estrictamente, fueron dos semanas de cultos, adoración y dedicación; de muebles, edificios y vidas.

En ese proceso, el Arca del Pacto (Alianza) fue trasladada desde la ciudad de David hasta el Lugar Santísimo del nuevo templo. El rey bendijo al pueblo, oró al Cielo pidiendo las bendiciones que el Señor había prometido cuando todavía estaban en el desierto, pactando con él por si el pueblo pecaba y se arrepentía; y, además, intercediendo por los extranjeros que se podrían acercar hasta este lugar sagrado para adorar.

Finalmente, Salomón sacrifica 22 mil bueyes y 120 mil ovejas, como ofrenda de gratitud y adoración. ¿En qué momento de la celebración te hubieras ido a tu casa para jugar videojuegos? ¿En qué momento hubieras tomado tu celular para enviar mensajes de texto a algún amigo? ¿Cuántas veces te hubieras levantado para “ir al baño”, con la esperanza de poder quedarte afuera, conversando?

Quizás estés pensando que en una ceremonia así, con tanta grandiosidad, no te aburrirías como (tal vez) te aburres en los cultos “normales” de tu iglesia. Pero tengo una noticia: el mismo Dios que inundó con su presencia el grandioso Templo de Salomón es quien es invocado para que esté presente en el lugar donde te reúnes cada sábado.

Si el espectáculo te cautiva y no eres capaz de descubrir a Dios en la serenidad de un sábado, creo que sería bueno que volvieras a pensar en los valores y los principios que te llevan a asistir a la iglesia.

Cuando aquella celebración terminó, el pueblo volvió a sus casas lleno de alegría. ¡Qué experiencia inigualable nos invade cuando participamos de un culto en el que sentimos la presencia de Dios!


Si agradeciéramos al Cielo cada bendición recibida, no tendríamos tiempo para quejarnos. Si buscáramos la presencia de Dios en cada momento del culto, no tendríamos tiempo para mirar las (pobres o ricas) paredes que nos rodean. La adoración no es cuestión de espacio, sino de corazón.

miércoles, 16 de julio de 2014

Miércoles 16 de julio – Benaía

“¡Que así sea!” –le respondió Benaía hijo de Joiada–. ¡Que así lo confirme el Señor, Dios de Su Majestad! Que así como el Señor estuvo con Su Majestad, esté también con Salomón; ¡y que engrandezca su trono aún más que el trono de mi señor el rey David!”. 1 Reyes 1:36, 37.

Cuando Adonías organiza su banquete de celebración, prudentemente no lo invita. Sabía que este soldado no lo apoyaba en su intento de robar el trono. ¿Será que las personas que te conocen saben exactamente de qué lado estás?

Me hace acordar al relato de aquel muchacho que tuvo que ir, durante una semana, a un trabajo de campo en la universidad. Al regresar, la familia, preocupada, le preguntó si había enfrentado muchos problemas por sus creencias religiosas. La respuesta fue: “Ninguno. Ni cuenta se dieron de que era cristiano”.

Benanías apoyará el reinado de Salomón, no porque crea que este hijo es mejor o esté más preparado que Adonías, sino porque es el indicado por Dios. Respeta y ejecuta las órdenes, porque entiende que reflejan el ideal celestial para aquel momento de la historia del pueblo. No importa si forma parte de la mayoría o de la minoría, él está del lado del que obedece las órdenes divinas. No le interesa de qué lado quedaron sus amigos, sus mayores, los dirigentes; lo único que le interesa es saber dónde está el grupo que intenta someterse a la autoridad del Creador.

Muchos se esconden en la comodidad del anonimato. Se camuflan en las circunstancias. Se mueven en la dirección, a la velocidad y al ritmo de quienes lo rodean. Por eso, no es difícil encontrarlos en la iglesia diciendo “Amén”, cantando y respondiendo a los llamados. Son religiosos entre los religiosos. El problema es que también son irrespetuosos entre los irrespetuosos, mal hablados entre los mal hablados e inmorales entre los inmorales. Para ellos, la religión no es una cuestión de principios, sino de una circunstancia. ¿Consigues darte cuenta de que con esa actitud avergüenzas a tu Dios?

Benaía no tenía este problema. Los hombres y las mujeres leales ayudan para que el mundo sea un lugar más transparente, mejor para vivir y convivir. Con gente fiel y leal, sabemos dónde estamos pisando y no tenemos sorpresas desagradables. Sabemos lo que podemos esperar de ellos y lo que no conseguiremos nunca. Cristo era así. ¿No sería bueno imitarlo?

martes, 15 de julio de 2014

Martes 15 de julio – Adonías

Adonías, cuya madre fue Haguit, ambicionaba ser rey, y por lo tanto se levantó en armas. Consiguió carros de combate, caballos y cincuenta guardias de escolta. Adonías era más joven que Absalón, y muy bien parecido. Como David, su padre, nunca lo había contrariado ni le había pedido cuentas de lo que hacía. 1 Reyes 1:5, 6.

Creo que estas dos frases muestran claramente el tipo de vida que Adonías tenía y el que deseaba tener. “Yo quiero” y “No le rindo cuentas a nadie”: combinación peligrosa.

Él era el cuarto hijo de David, y en este momento de la historia, el mayor entre los sobrevivientes. Recuerda: el hijo mayor, Amnón, había sido asesinado por mandato de Absalón, que también había muerto. Del tercer hijo del rey –Quileab– no se dice nada, por lo que no sería absurdo pensar que también ya había muerto. Siendo así, era natural para Adonías pensar que le correspondía el trono.

Mientras vamos escribiendo la historia entre los hombres, las cosas tienen una dirección que parece lógica y normal. Cuando Dios entra, como él manda, muchas veces modifica todo. Un rasgo de inteligencia espiritual es aceptar los cambios ordenados por el Cielo. A veces no es fácil, pero siempre será lo mejor.

El problema de Adonías era que no sabía cómo esperar en Dios. Él ambicionaba ser rey y se había acostumbrado a tener todo lo que deseaba. Siguió el ejemplo de sus hermanos mayores, ya que su padre –como con aquellos– “nunca lo había contrariado ni le había pedido cuentas de lo que hacía”. Se dice lo mismo de la educación que recibió Amnón, y se nota la misma postura en la vida de Absalón. Definitivamente, como padre, David falló en la educación de sus hijos.

“Yo quiero” y “Yo no le rindo cuentas a nadie”. ¿No te parece exageradamente malcriado? ¿No te parece de un infantilismo absurdo? Pero, si piensas con un poco más de cuidado, es posible que te puedas ver a ti mismo en esa misma posición: Yo quiero, por eso lo tengo que tener. A nadie le tengo que rendir cuentas de mi vida; es mía, hago lo que yo quiera. ¿Cuántas veces escuchaste frases semejantes? ¿Cuántas veces habrás dicho (¿pensado?) cosas así?


Si piensas con cuidado, verás que es la base sobre la que construimos nuestras acciones pecaminosas. Medítalo un poco.

lunes, 14 de julio de 2014

Lunes 14 de julio – Abisag

Así que fueron por todo Israel en busca de una muchacha hermosa, y encontraron a una sunamita llamada Abisag y se la llevaron al rey. 1 Reyes 1:3.

Cuando leo esta parte de la historia de la vida de David, no puedo dejar de preguntarme dónde estaban Betsabé, Abigail y el resto de las mujeres que el rey había tomado. ¿Acaso ninguna de ellas conseguía acompañar al viejo rey? No quiero juzgar, pero creo que compartirás conmigo la idea de que es más fácil estar acompañado cuando las cosas “corren bien” para nuestro lado.

Por alguna razón, Abisag llegará a ser la última mujer de David. No tuvieron relaciones sexuales, pero esta joven sunamita rápidamente ganó un puesto destacado en el palacio. Es ella quien está acompañando al rey cuando deciden la ascensión de Salomón al trono.

Quizá por esto se pueda entender mejor el enojo de Salomón con Adonías (1 Rey. 2), al punto de ordenar su muerte, cuando este último realiza la petición de casarse con ella.

La historia de Abisag está marcada por aspectos contrastantes. Su nombre permite entrever un nacimiento problemático: “Mi padre es un error”. Quizás hija de un mal hombre, Abisag nace y crece en Sunem (el mismo espacio geográfico del que procede la amada y bella mujer del Cantar de los Cantares), donde se transforma en una joven hermosa.

La belleza física de Abisag la lleva hasta el palacio, pero no para transformarse en la madre de alguno de los futuros hijos del rey, como Abigail o Betsabé, sino para acompañarlo en las últimas noches de vida; cuando su fuerza física no era suficiente ni siquiera para entrar en calor para descansar.

Abisag, a pesar de ser reconocida por su belleza –al igual que otras mujeres del rey–, comparte la cama con David pero, al contrario de las otras, no tiene su amor.

Es posible que ahora no entiendas ni las razones ni los motivos por los que Dios te coloca en ciertos momentos y en ciertas circunstancias; pero ten fe en que siempre será –aquí o en la eternidad– el mejor lugar para ti

viernes, 11 de julio de 2014

Viernes 11 de julio – Jonatán

Hubo una batalla más en Gat. Allí había otro gigante, un hombre altísimo que tenía veinticuatro dedos, seis en cada mano y seis en cada pie. Este se puso a desafiar a los israelitas, pero Jonatán hijo de Simea, que era hermano de David, lo mató. 2 Samuel 21:20, 21.

Los valientes de David mataron un gigante por batalla. Abisai mató a Isbi-benob. Sibecai mató al gigante Saf. Elhanán mató a Goliat el geteo. Jonatán mató al gigante de los veinticuatro dedos. Mientras los filisteos colocaban su confianza en la fuerza de estos gigantes, los valientes de Israel seguían el camino trazado por el joven pastor David en su lucha contra Goliat, y peleaban con la fuerza y las armas de Dios.

Al parecer, en cada nueva batalla que los filisteos planteaban a los israelitas, colocaban a un nuevo gigante al frente del ejército; un nuevo paladín para amedrentar a los soldados del pueblo de Dios. Al final de cada batalla, tenían una nueva decepción, porque siempre había un valiente soldado de David que los mataba. La técnica de los filisteos también es usada por el enemigo de Dios: cuando Satanás no consigue vencerte con un gigante, intentará hacerlo con otro.

Aunque no son mis favoritos, me gustan el vóley y el tenis. Estos deportes tienen ese momento de tensión y de suspenso final llamado match point; allí está la posibilidad de terminar el partido y ganar. En términos deportivos, los filisteos tenían “cinco match points” gracias a sus gigantes. ¡Y perdieron los cinco! El pueblo de Israel, a través de valientes como Jonatán, consiguió revertir un resultado que –desde todo punto de vista– era derrota segura.

Bueno, “desde todo punto de vista” no. Porque hay una perspectiva que muchas veces olvidamos: la óptica de Dios. Él tiene una visión privilegiada de toda la situación. Él sabe.

Nuestro problema es que cuando aparecen los gigantes, escapamos con miedo o nos quedamos paralizados. Pensamos en nuestras limitadas fuerzas y, cobardes, huimos o quedamos como petrificados. Cuando el enemigo nos muestra su fuerza en un vaso con cerveza, una invitación inmoral, una propuesta indecente, muchas veces nos olvidamos del poder que tenemos al alcance de una oración y reaccionamos como si estuviéramos solos en el universo.

Jonatán y los otros valientes de David no lucharon contra aquellos gigantes confiando en sus fuerzas. Ahí está el secreto de su éxito. El nuestro, también.

jueves, 10 de julio de 2014

Jueves 10 de julio – Isbibenob

Los filisteos reanudaron la guerra contra Israel, y David salió con sus oficiales para hacerles frente. Pero David se quedó agotado, así que intentó matarlo un gigante llamado Isbibenob, que iba armado con una espada nueva y una lanza de bronce que pesaba más de tres kilos. 2 Samuel 21:15, 16.

Los gigantes se van cruzando en la vida de David. Solo que el tiempo fue menguando las fuerzas del antiguo guerrero, y aquel casi niño que consiguió matar a Goliat, ahora –siendo mayor– casi muere a manos de Isbibenob.

Cuando te miras en el espejo, ciertamente te vas a ver lejos de ese momento; pero te aseguro que el tiempo pasa mucho más rápido de lo que pensamos y deseamos. Las canas aparecerán, las arrugas te marcarán, las fuerzas que hoy tienes se irán escapando poco a poco.

Por eso, debes prepararte para ese momento. Es un tema de sabiduría. Cuanto antes entiendas que no serás eternamente joven, será preferible y te podrás preparar mejor. A partir de este episodio, el rey no volvió a salir a la guerra. Es interesante pensar que cuando tenía fuerzas físicas para salir y batallar, prefirió quedarse en el palacio, dormir la siesta… ¡y terminó pecando con Betsabé! Ahora, que estaba más viejo, quiere salir y pelear. No en vano el sabio Salomón nos dice que cada cosa tiene su tiempo. Esta es otra lección que debemos aprender cuanto antes.

Por las informaciones que la Biblia presenta, Goliat era más grande y poderoso que Isbibenob: mientras la lanza del primero pesaba seiscientos siclos de hierro (1 Sam. 17:7), la del último, pesaba “apenas” trescientos ciclos de bronce (2 Sam. 21:16). El problema no es el enemigo de turno ni su fuerza, sino la fuerza que tú tienes (o dejas de tener) en cada circunstancia y en cada momento de tu vida.


Tu victoria pasada no sirve como garantía de triunfo actual. Isbibenob no era un gigante terrible, pero encontró al rey David en un momento de debilidad. Lo mismo puede ocurrirnos en la vida espiritual. Debe ser por eso que el apóstol Pablo nos deja el siguiente consejo: “Por lo tanto, si alguien piensa que está firme, tenga cuidado de no caer” (1 Cor. 10:12).

miércoles, 9 de julio de 2014

Miércoles 9 de julio –Rizpa

Rizpa hija de Aja tomó un saco y lo tendió para acostarse sobre la peña, y allí se quedó desde el comienzo de la siega hasta que llegaron las lluvias. No permitía que las aves en el día ni las fieras en la noche tocaran los cadáveres. 2 Samuel 21:10.

Ella fue una de las concubinas del rey Saúl. Sin duda, no es un gran currículo para presentar.

Fue la madre de dos hijos, Armoni y Mefi-boset (pariente y tocayo del hijo de Jonatán, el amigo del rey David). Tampoco es una gran hazaña. Dos hijos eran poco para los patrones culturales de la época.

De cualquier manera, es interesante que en este relato (bastante sangriento, por cierto) ella pasa día y noche cuidando de los cadáveres de sus dos hijos, ahorcados por los gabaonitas en un arreglo de cuentas en el que ella no tenía ningún tipo de participación. Obviamente, esa actitud me parece admirable.

Después de la muerte de Saúl, David no reaccionó como lo hacían comúnmente los nuevos monarcas; por el contrario, demostró una generosidad y una bondad muy grande para con los descendientes del antiguo rey. Pero en este momento de la historia, hay un cambio radical en ella. La generosidad y la bondad desaparecen para dar lugar a la venganza personal, y entrega a los gabaonitas a siete de los hijos de Saúl (dos de ellos eran hijos de Rizpa). Todos son ahorcados. Ya no hay nada que pueda hacer para salvarlos. Pero el amor de esta madre va más allá de la muerte. Queda semanas defendiendo los cadáveres. Día tras día, noche tras noche, cansada, triste, exhausta, defendiendo los cuerpos de sus hijos.

Al cabo de este tiempo, cuando el rey se entera de la situación en sus detalles, toma algunas decisiones que humanizan –un poco– la situación. Es interesante que la hambruna y la sequía no hayan cesado cuando David manda matar a los jóvenes, ni cuando los ejecutan. La situación cambia cuando el rey ordena que se realicen los rituales de sepultura.


¿Por qué motivo estarías dispuesto a un esfuerzo como el de Rizpa? ¿Cuál es tu límite? ¿Un mes, una semana, un minuto, o solo algunos segundos? Muchas veces nuestro “ruego” al Cielo es tan exageradamente breve, que debería darnos vergüenza. No hay poder si no hay oración perseverante.

martes, 8 de julio de 2014

Martes 8 de julio – Ira

jaireo era sacerdote personal de David. 2 Samuel 20:26.

De Ira solo sabemos que “solamente” era el sacerdote personal del rey. Solo aparece en este texto bíblico.

Que no seas famoso no significa que no seas importante. Quizás haya otras personas que son más mencionadas, más recordadas, más populares. Tu función en la vida no tiene que ver con las luces que te iluminan, sino con la luz que tú puedes compartir.

Recuerdo la mañana en que un amigo llamó a mi puerta. Sentados en la sala, me confesó que estaba con problemas económicos. Los números de los que me hablaba eran tan grandes (para mi humilde cuenta bancaria) que yo ya estaba pensando en cómo decirle que no podía prestarle esa cantidad; y al mismo tiempo, intentaba descubrir alguna manera de ayudarlo…

No sé si dejé aparecer esta preocupación en mi rostro, pero en ese momento mi amigo me dijo dos frases que me quedaron grabadas: “No te preocupes, no te vengo a pedir dinero. Vengo a hablar contigo, porque tú eres para mí un líder espiritual”. Realmente me tranquilizó mucho saber que no iba a haber un pedido de ayuda económica; pero me sorprendió más descubrir la verdadera razón de su visita: quería que orara por él, pues yo era su “sacerdote personal”.

Habíamos trabajado durante algunos años juntos en una de las iglesias de la ciudad. Nos llevábamos muy bien. Nuestras familias se reunían casi todos los fines de semana para almorzar. Nuestra amistad era de muchas risas, planes evangelísticos y musicales, y conversaciones interesantes. Pero nunca me imaginé que, siendo él un líder de iglesia nato y supercompetente, iba a tenerme en esa consideración.

Fue una oración fácil de hacer. Era orar por un amigo, y pedir que Dios lo bendijera en sus negocios, puesto que él es el Dueño de todo. Cuando la oración es sincera, simple, y pide por beneficios para el prójimo, Dios responde. Y respondió.


Nunca sabes cuál es tu influencia en la vida de los que te rodean, pero para bien o para mal tus actitudes pueden apuntalar las decisiones de alguien. Piensa en esto hoy cuando hables, cuando mires, cuando opines, cuando te rías y cuando llores: habrá alguien –no sé quién puede ser, quizá no sepas quién pueda ser– que te mirará no como un renglón perdido en el final de un capítulo, de la vida, sino como se mira a su “sacerdote personal

lunes, 7 de julio de 2014

Lunes 7 de julio – La mujer de Abel Betmacá

Las tropas de Joab llegaron a la ciudad de Abel Betmacá y la sitiaron. Construyeron una rampa contra la fortificación para atacar la ciudad, y cuando los soldados comenzaban a derribar la muralla, una astuta mujer de la ciudad les gritó: “¡Escúchenme! ¡Escúchenme! Díganle a Joab que venga acá para que yo pueda hablar con él”. 2 Samuel 20:15, 16.

El ejército real había sitiado a la ciudad de Abel Betmacá. Ya había construido la rampa que usarían para invadirla. Estaba todo preparado para tomarla y destruirla. Todo el movimiento bélico es porque allí estaba escondido Saba, quien se había revelado contra David.

En los momentos de crisis aparecen personas especiales. La mayoría, frente a la dificultad queda paralizada, pero algunos tienen la capacidad de pensar, de actuar, de intentar una solución. A lo largo de la historia bíblica, encontramos a unos pocos héroes de la fe que aprendieron a arrodillarse en esas circunstancias.

Y tú, ¿qué haces en los momentos de crisis? Dios conoce nuestros corazones y es capaz de todo, pero en principio te diría que es imposible que aprendas a arrodillarte en la crisis, si estás acostumbrado a vivir de pie.

Lo cierto, en este relato, es que aparece una astuta mujer que grita sola, para intentar solucionar el problema de todos. Tal vez, ella no sabe quién es Joab ni lo que realmente está sucediendo, pero actúa rápido y toma la iniciativa.

Al conversar con Joab por las razones de la invasión, escucha de boca del general que si le entregan al hombre que él busca, el ejército se retira. Ella no duda: “Desde la muralla arrojaremos su cabeza” (2 Sam. 20:21). El relato se reduce a una frase: “Y fue tal la astucia con que la mujer habló con todo el pueblo, que le cortaron la cabeza a Saba hijo de Bicri y se la arrojaron a Joab” (2 Sam. 20:22).

Es posible que un pecado escondido en algún lugar de tu corazón, que solamente tú conoces y que, íntimo y profundo, te lastima, esté haciendo que te sientas espiritualmente acorralado. No ves escapatoria para tu futuro eterno porque sabes que ese pecado acariciado te está dejando afuera del cielo. ¿Qué hacer? ¿Cómo actuar?


Los momentos de crisis no son situaciones para jugar. Son instantes excepcionales para tomar decisiones que modifiquen tu realidad (presente y futura). Córtale la cabeza a ese pecado, y arrójalo por la muralla de tu vida.

viernes, 4 de julio de 2014

Viernes 4 de julio – Barzilay

Barzilay, que ya era un anciano de ochenta años, le habla proporcionado al rey todo lo necesario durante su estadía en Majanayin, pues era muy rico. 2 Samuel 19:32.

David está regresando a su palacio en duelo. Había ganado una guerra, pero habla perdido un hijo. Más allá de los aspectos específicos del relato, muchas veces, en nuestras relaciones con amigos y familiares pasamos por la misma situación. Podemos llegar a ganar una discusión pero, simultáneamente, podemos estar perdiendo una relación.

En ese estado de espíritu, el rey va derrochando perdón para todos los que se cruzan en el camino, menos para el asesino de su hijo rebelde. Joab es el único que no recibe clemencia por parte del rey. Simí, aquel que lo había insultado, pide y recibe el perdón real. Mefiboset, quien se había quedado en Jerusalén y había sido traicionado por aquel que lo debía servir, también es perdonado por David.

David invita a Barzilay a que lo acompañe al palacio, para que viva allí. Es la invitación de un rey. Es la misma invitación que le había hecho un tiempo antes a Mefiboset y que este había aceptado en el mismo instante; solo que Barzilay no acepta la invitación (2 Sam. 19:33-37).

Seguramente él no tenía un palacio, pero con la cómoda casa que habitaba y las riquezas de que podía disfrutar, se sentía más que satisfecho.

¿Cuál es el motivo que presentas para no querer ir a vivir al palacio del Rey?

¿Estás satisfecho con lo que tienes? ¿Piensas que el Señor del universo no tiene demasiado que ofrecerte?

Cuando David lo invita, lo primero que responde el anciano es que él ya tiene ochenta años, no cree que tenga mucho tiempo para disfrutar del palacio.

Ir a esta altura de la vida, cuando queda tan poco, ¿para qué?

Con Cristo actuamos de manera semejante. Cuando somos jóvenes, porque somos jóvenes y tenemos mucho que vivir todavía; cuando somos viejos, porque somos viejos y no tenemos casi nada que ofrecerle. Cuando es temprano porque es temprano, cuando es tarde porque es tarde… siempre presentamos una excusa para decir que no a la invitación que el Rey nos hace.

Hoy, el Cielo te está invitando nuevamente para vivir en el palacio del Rey.

Tú tienes la decisión en la mano. Es una decisión que modificará tu futuro.

jueves, 3 de julio de 2014

Jueves 3 de julio - El soldado cusita

Entonces Joab se dirigió a un soldado cusita y le ordenó: “Ve tú y dile al rey lo que has visto”. El cusita se inclinó ante Joab y salió corriendo. 2 Samuel 18:21.


Joab es inteligente, y envía a un extranjero, según algunas versiones un etíope, para dar la mala noticia al rey. Si David reaccionaba en forma violenta, era mejor que matara a un extranjero que a un hijo de Israel.
Es interesante que el cusita sale corriendo sin discutir la orden recibida. Algunos creen que tomó el camino más largo, aunque más fácil de recorrer, mientras que Ahimaas tomó el más corto y más complicado. A pesar de esto, el último que salió –Ahimaas– fue el primero en llegar. El extranjero no pide dar la noticia; no está interesado en hablar con el rey en esas circunstancias. Pero, no rehúsa su obligación.
Leyendo el relato bíblico, da la sensación de que este soldado estaba “en el lugar equivocado, en el momento equivocado” para sus intereses. Este soldado anónimo tuvo que cumplir con su obligación, como tantas veces nos toca hacerlo a nosotros.
La primera lección me parece clara: una obligación la cumples de la mejor manera que puedas, aunque no sea de tu gusto hacerlo.
Ahimaas salió del campo de batalla después, y llegó antes. Es muy posible que otros tengan más facilidad que tú para realizar ciertas tareas. A pesar de eso, no es razón para que dejes de correr. Tu obligación es cumplir con tu cometido, sin comparaciones innecesarias.
Aunque parezca que tu función no es la más importante. Aunque parezca que tu esfuerzo fue en vano. Aunque parezca que no fuiste suficientemente capaz, un rey puede estar esperando por ti. Aunque las apariencias sean otras, tú eres a quien el rey quiere escuchar; tú tienes el mensaje que el rey espera.
El cusita, igual que Ahimaas, comienza informando al rey su victoria. Pero lo que realmente le interesa a David es la suerte de su hijo. Mientras Ahimaas rehúye esta obligación, el cusita le responde lo más claramente posible.

Hay gente que corre más rápido que tú, pero que no sabe qué decir y que en realidad no dice nada. Tú puedes ser la contraparte. Quizá no el más rápido, pero sí el más sincero, el más transparente; aquel que sabe lo que tiene que decir y que tiene un mensaje para compartir.

miércoles, 2 de julio de 2014

Miércoles 2 de julio - Ajimaz

-¿Y está bien el joven Absalón? -preguntó el rey. Ajimaz respondió: -En el momento en que tu siervo Joab me enviaba, vi que se armó un gran alboroto, pero no pude saber lo que pasaba. 2 Samuel 18:29.

Un sábado, salimos de nuestra iglesia para disfrutar y celebrar el día del Señor con los hermanos de una pequeña congregación de una ciudad vecina. Cada familia viajaba en su auto. Cuando faltaban unos veinte kilómetros para llegar a nuestro destino, uno de los hermanos de mi iglesia me pasó en su auto a tal velocidad que me pareció que yo estaba parado en la carretera.
Unos minutos después, estábamos entrando en la ciudad que era nuestro destino. Para nuestra sorpresa, el auto de mi veloz amigo estaba parado; él no sabía dónde quedaba la iglesia a la que estábamos yendo. Le hice juego de luces y lo guiamos hasta su destino. ¿Para qué correr, si no sabemos a dónde vamos? ¿Para qué correr, si no sabemos qué tenemos que hacer?
Ajimaz pidió, casi imploró, correr. Tres veces le suplicó a Joab que lo dejara correr. Finalmente, el general se lo permitió, y lo hizo tan bien que superó al primer mensajero que había salido del campo de batalla. El problema es que no tenía ningún mensaje para entregar. En realidad, Ajimaz corrió, pero no se animó a dar la noticia que lo había hecho correr. Prefirió “mirar para otro lado”, hablar de otra cosa. Por eso, David lo deja de lado, esperando que llegue alguien que le dijera algo importante, que le dé una información definitiva.
En nuestra vida espiritual, a veces nos comportamos como Ajimaz. Salimos, corremos, nos mostramos, somos reconocidos, demostramos nuestras capacidades velocistas, pero no decimos lo que tenemos que decir. Cuando llega el momento central de la experiencia, el verdadero motivo por el cual corrimos, cambiamos de tema, nos escondemos detrás de palabrerías vacías.
Como mensajeros, debemos correr para informar; de otro modo, es mejor no correr. Si corremos y no informamos, somos un fiasco, un fraude, una mentira.
No estamos aquí para correr. Estamos en esta tierra para informar, para dar la gran noticia. Hay un mundo que espera, ávido por nuestro testimonio. No podemos generar una expectativa que después no nos animemos a cumplir.
El mundo no merece nuestro silencio, nuestro balbuceo imposible de descifrar.

Debemos correr, pero más importante, ¡debemos dar la noticia!

martes, 1 de julio de 2014

Martes 1 de julio – Sobi

Cuando David llegó a Majanayin, allí estaban Sobí hijo de Najás, oriundo de Rabá, ciudad amonita; Maquir hijo de Amiel, que era de Lo Debar; y Barzilay el galaadita, habitante de Roguelín. Estos habían llevado camas, vasijas y ollas de barro, y también trigo, cebada, harina, grano tostado, habas, lentejas, miel, cuajada, queso de vaca y ovejas. Les ofrecieron esos alimentos a David y a su comitiva para que se los comieran, pues pensaban que en el desierto esta gente habría pasado hambre y sed, y estaría muy cansada. 2 Samuel 17:27-29.

Esperar al rey y rendirle honores cuando llega a visitar al pueblo es una realidad. Otra muy diferente es recibirlo como rey cuando llega huyendo, casi derrotado y temiendo por su vida.

Sobí y sus amigos reciben al fugitivo y a su gente, con todo lo que tienen. Pensar en las necesidades del otro debería ser una de las bases del cristianismo, pero nos hemos escondido detrás de la situación social, de la desconfianza y de los Índices de criminalidad para no hacernos responsables por recibir, acoger y tratar bien a los visitantes.

No sé cómo será tu experiencia, pero conozco iglesias en las que las visitas son invitadas siempre por las mismas familias, porque si estas no las invitan, nadie lo hará. Duele ver la indiferencia con la que actuamos para con aquellos que llamamos hermanos. Da la sensación de que nos movemos por la vida pensando que los otros son los responsables por hacer sentir bien al recién llegado.

De estos versículos, también cabe destacar el tipo de alimentos que Sobí ofreció: trigo, cebada, harina, grano tostado, habas, lentejas, miel, cuajada, queso de vaca y ovejas. Aprovecha, y piensa qué podrías ofrecer, de tu heladera, a los visitantes, y qué ingredientes intentarías que ellos ni siquiera vieran.

Dicen que hospitalidad literalmente significa “amor a los desconocidos”.

El problema está en que tratamos a la gente de nuestro vecindario, de nuestro trabajo, de nuestro lugar de estudio, de nuestra iglesia, de nuestra familia como si fueran desconocidos.

Verlos a menudo no significa conocerlos. Sentarse en la misma hilera de bancos no significa que no seamos -muchas veces- desconocidos. En el fondo, la hospitalidad es pensar en el otro antes que en mí mismo.