Entre ellos se encontraba también Sadoc, con los levitas que llevaban el Arca del Pacto de Dios. Estos hicieron descansar el Arca en el suelo, y Abiatar ofreció sacrificios hasta que toda la gente terminó de salir de la ciudad. 2 Samuel 15:24.
Lealtad a toda prueba. ¡Ya puedes comenzar a orar para tener un amigo como Sadoc!
Acompaña a David desde la época en la que reinaba Saúl. En los momentos más complicados de la vida del futuro rey, él ya estaba a su lado. Cuando las cosas iban perfectamente bien en el reinado de David, él estaba a su lado. Cuando Absalón se sublevó, él estaba a su lado. Cuando, al final de la vida del rey, Adonías –otro hijo de David– quiso usurparle el trono a Salomón, él estaba a su lado.
Quizá su palabra no fuera tan admirada como la de Ahitofel. Quizás él no fuese tan valiente como Joab. Pero, era alguien en quien podía confiar. ¿Se puede decir lo mismo de ti y de mí?
En la última situación de conflicto que vivió David, cuando entregó el trono a Salomón, Sadoc fue abandonado por su colega de sacerdocio de años: Abiatar –el otro sacerdote que compartió el sumo sacerdocio durante décadas– se puso del lado de Adonías. ¿Qué hacer cuando tus amigos te abandonan?
Gracias a Dios, todavía hay hombres y mujeres como Sadoc. Son quienes nos dan la tranquilidad que viene del Cielo, en los momentos de dificultad. Son quienes hablan y sus palabras llegan directamente a nuestros corazones, porque son guiadas por el Espíritu Santo. Son quienes actúan con celo cristiano y sabiduría divina, para marcar y guiar el camino correcto en los días oscuros de nuestras vidas.
Aunque el mundo entero –incluidos muchos religiosos– haya perdido la brújula, el control y la espiritualidad necesarios para ser ministros de Dios, el sacerdocio de Sadoc sigue proyectando su sombra sobre la vida de dirigentes que estén dispuestos a mantenerse fieles al Norte, a la Verdad, al Camino; dirigentes a los que ni las dificultades, ni los amigos ni las circunstancias les hagan abandonar lo correcto.
Oremos, para tener en nosotros el mismo espíritu que guió cada paso del leal Sadoc.
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