Pero Itai le
respondió al rey: “¡Tan cierto como que el Señor y Su Majestad viven, juro que,
para vida o para muerte, iré adondequiera que usted vaya!”. 2 Samuel 15:21.
Parece la
respuesta que Rut diera a su suegra, cuando Noemí quiso que regresara con su
familia. Pero, en realidad, son las palabras de un rey que elige continuar bajo
el mando de otro monarca, entendiendo que este último está a punto de perder el
reino.
La situación
es simple: Absalón tiene todo para tomar el control de la ciudad de Jerusalén,
e Itai puede, tranquilamente, elegir quedarse con aquel que tendrá el poder de
ahora en más. Pero, para sorpresa de todos, incluso de David, elige irse con
quien –en el momento– parece derrotado. David le dice claramente que se quede
con Absalón (2 Sam. 15:19).
Unirse con el
que parece que va a ganar es fácil, simple y conveniente. La cuestión está en
aceptar unirse con quien, aparentemente, todo le está saliendo mal. Para
realizar eso hay que tener fe. Y mucha.
Fe es
determinación. La fe no duda. Itai no pensó qué era lo que más le convenía en
ese momento. No pensó en el poder que Absalón tendría como nuevo rey.; no pensó
en las ventajas que podría sacar en la nueva estructura administrativa. Itai,
de algún modo, sabía que seguir a David era lo correcto, y lo hizo.
Fe es visión.
La fe no es miope. Itai consiguió proyectarse hacia el futuro, y ver a David
nuevamente dominando a todo el pueblo de Israel; y él quería estar de su lado.
En este
momento de dificultad, quería demostrar que era confiable. Y la confianza
genera confianza. A los pocos días, cuando David organiza su ejército para
enfrentarse en la batalla definitiva contra el ejército de Absalón, el rey y
poeta coloca un tercio de su propio ejército en las manos de este rey de origen
filisteo. Itai tiene su parte de responsabilidad en la victoria conseguida.
El enemigo de
Dios, muchas veces, parece estar tomando el control de la historia, del mundo,
del universo. Como Itai, tenemos que elegir de qué lado nos colocaremos, a
quién defenderemos en el conflicto final.
Quedarse con
Absalón puede parecer lo más acertado, pero es un error fatal..
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